(36)
KIARA
—Dímelo, Torbjørn. Dime que no es cierto.
Mi voz salió más baja de lo que esperaba, apenas un susurro, pero él la escuchó. Lo supe por la forma en que su mandíbula se tensó, por cómo apartó la mirada, incapaz de sostener la mía. El aire entre nosotros se volvió denso, casi irrespirable. Mi pecho subía y bajaba con una angustia que no podía controlar, cada latido golpeando mis costillas como un tambor de guerra. No quería escuchar su respuesta, y al mismo tiempo, la necesitaba con desesperación.
El silencio se estiró entre nosotros, prolongándose de manera insoportable. Afuera, el viento ululaba contra las ventanas, y el fuego en la chimenea crepitaba, lanzando sombras temblorosas por la habitación. Pero nada de eso importaba. Lo único que existía en ese momento era la forma en que Torbjørn desviaba la mirada, como si encontrar mis ojos fuera más de lo que podía soportar. Y en ese gesto, en esa falta de palabras, encontré mi respuesta.
—Kiara... —murmuró finalmente, y con solo eso, con la manera en que su voz arrastró mi nombre como si le doliera pronunciarlo, supe que todo estaba perdido.
Un vacío helado se abrió en mi estómago, y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no tambalearme. Las piernas me temblaban. La garganta me ardía con el peso de mil preguntas que no sabía si quería hacer. Apreté los puños a los lados de mi cuerpo, sintiendo las uñas clavarse en mis palmas, buscando un ancla, algo que me impidiera desmoronarme por completo.
—No... —susurré, más para mí que para él. Me negaba a aceptarlo, a aceptar que todo lo que habíamos construido, todo lo que habíamos compartido, se reducía a esto. A una mentira. A una traición que me dejaba sin aliento.
Torbjørn levantó la cabeza, y por un segundo, nuestros ojos se encontraron. Había algo en su expresión, algo que no supe descifrar del todo. ¿Era culpa? ¿Arrepentimiento? ¿O simplemente resignación? No lo sabía. Y eso me aterrorizaba.
—Déjame explicarte...
Negué con la cabeza antes de que pudiera terminar la frase. No quería explicaciones. No quería escuchar sus razones, sus excusas, sus justificaciones. Porque nada de eso cambiaría los hechos.
—¿Desde cuándo? —interrumpí, mi voz quebrándose en la última palabra.
Él tragó saliva, y por primera vez en todo este tiempo, pareció realmente consciente del daño que me estaba haciendo. Sus labios se entreabrieron, pero tardó demasiado en responder. Demasiado.
—No importa desde cuándo —murmuró finalmente, y esa respuesta, ese intento patético de esquivar la verdad, me hizo sentir una furia que me quemó las entrañas.
Di un paso adelante, cerrando la distancia entre nosotros, sintiendo el calor de su cuerpo y odiando lo mucho que mi piel todavía lo recordaba.
—Para mí sí importa —espeté, clavándole la mirada.
Un músculo se contrajo en su mandíbula. Exhaló pesadamente, como si estuviera agotado, como si esto también fuera difícil para él. Como si tuviera derecho a sentirse así.
—Hace meses —confesó finalmente, y el mundo dejó de girar.
Me llevé una mano al pecho, como si pudiera sostener mi propio corazón para que no se hiciera pedazos en ese mismo instante.
—Meses —repetí, apenas consciente de que mi voz se había vuelto un susurro ahogado.
Meses. No un error momentáneo. No un lapsus. No algo que pudiera justificarse como un accidente impulsivo. No. Esto había sido deliberado. Sostenido en el tiempo. Repetido una y otra vez mientras él seguía viéndome a los ojos, mientras seguía tocándome, besándome, diciéndome que me amaba.
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Rosas y Espinas © (Completa✔️)
Science FictionUn movimiento ideológico dio rienda suelta al caos dentro de una ciudad distante la cual carecía de violencia. La tranquilidad que primaba en la ciudad quedó sumida en secretos. Conformándose a la versión oficial acerca de la muerte de su hermano, u...
