Capítulo 23-María

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—No, no, no... Ésto no te queda bien ni de broma. Has adelgazado desde el accidente.

¿Me dejáis que las mate? Se supone que son mis amigas, pero parecen Risto Mejibe.

—Chicas, estoy bien. No hace falta que me lo retoquéis. Está perfecto.

La peliazul niega con la cabeza e Isa continúa con lo que estaba haciendo. Patri simplemente me observa. Miro a los lados. Hace un buen rato que Álvaro me mira como si fuera un mono de feria.

—¿Vas a dejar de mirarme así? Trato de evitar que me pinchen.

—Yo no te he impedido que hagas nada. Si no lo has hecho, es porque no has querido.

Le saco la lengua y resoplo. Odio probarme ropa. Quedan dos días para el espectáculo y es la última prueba de vestuario. Ah, y las señoritas han decidido cambiar por completo mi vestuario.

Tamborileo los dedos en la mesa. ¿Dónde se ha metido Emma? Podría al menos darme conversación.

—¿Dónde se ha metido Emma? Hace rato que no la veo.

—Se supone que estaba probándose el vestido del final, pero ella no tarda tanto.

—Se la habrá comido un troll—miramos raro a Patri, que sigue impasible.

—Ya sabía yo—Isa trata de hablar con alfileres en la boca—que esta chica no es normal. Pero me lo has confirmado.

Los chicos entran con varios altavoces. Si las chicas pasan horas con el vestuario, a los chicos les toca la parte técnica.

—Emma me acaba de decir que vayas al escenario—informa Dani—. Quiere ensayar la coreografía con los tacones y el vestido.

Álvaro asiente y me hace un gesto para que lo siga.

—¿Quieres que vaya?

—Claro, vente. Te va a gustar la coreografía.

Me deshago como puedo de lo que intentan hacerme. Ellas sólo protestan.

—Fus, bicho, fus. No quiero que me toquéis el vestido, bichos del demonio.

Y me marcho dignamente. Todo lo digno que se puede ser tras haber dicho eso.

—Estoy deseando que veas la coreografía. Es bonita.

—Me dijeron que cambiasteis el vestuario en el último momento—asiente—. Supongo que estará genial, estoy deseando escuchar por fin la canción.

—No vas a escuchar la canción. Vas a ver la coreografía.

—¿Por qué?—gimoteo—. Me hace ilusión.

—Es una canción muy personal y Emma ha dicho que solo se cantará al público una vez. Nadie más tiene que escucharla.

—¡No puede ser tan personal! ¿De qué trata?

—Básicamente, de como nos conocimos y nos enamoramos. De todas las dudas que hemos tenido y de nuestros sentimientos.

—Jo, pero no seas mala persona...

—Paciencia, rubia, paciencia. Quedan dos días. Aguantarás.

Llegamos al escenario. Está todo montado para el dueto final. Las plataformas, las luces... Todo perfecto.

—¡Por fin estáis aquí! Os estaba esperando—grita mi mejor amiga, desde una de las plataformas.

Pierde el equilibrio y cae en los brazos de su novio. Le besa y yo sonrío. Hacen una pareja preciosa.

—Anda, vamos. Si queréis besaros, esperad al final de la canción.

—Sí, venga, torpona. Vuelve a subir.

—Mala persona...

Vuelve a subir a la misma plataforma. Con un mando, pulsan para que empiece la canción, de la que solo se escucha el piano.

Observo cada detalle, los movimientos, los gestos, las posiciones, y finalmente el corto beso final. Está todo programado y les sale de fábula.

—Está genial—aplaudo—. Pero a ver cuando me dejáis escuchar la canción.

—Gracias, y jamás. Sólo la voy a cantar en una ocasión. Aprovecha el momento.

—Mira que eres mala. Me entra mucha curiosidad.

—Pues te la comes, porque soy implacable. No pienso cantarla.

—¿Has terminado ya de comprobarlo todo?

—Sí, cariño... Quería ver si iba a poder bailar con tacones, pero puedo así que ya está. Era eso.

Asentimos y nos dirigimos al "camerino", si es que se puede llamar así. Patri y Carlos aún siguen ahí.

—El resto se han marchado—informa Carlos cuando entramos.

—Yo voy a cambiarme, y también me voy.

Emma se va al vestuario a cambiarse. Estoy deseando irme a casa. Tanto ensayo y pruebas de vestuario me van a matar.

—Pues yo me voy yendo ya también. Tengo que hacer cosas en casa—Patri recoge su bolsa.

—Hasta la presentación, Pitufina...

—Gra... ¡eh! Te he dicho que no me llames Pitufina.

—¿Por qué? Eres pequeña y rubia.

—Avísame cuando sea azul.

—¿Estás llamando Pitufina a mi niña?—Emma aparece de repente y abraza a la rubia—. Ella no es una pitufa. Es mi bebé.

—Estás ayudando mucho...—observa Carlos.

—Anda, cállate que estás más guapo.

—Eres una borde.

—Y tú un retrasado, pero te queremos igual.

—Mala persona.

—¡Lo veis! Esta es una de las razones por las que Evarista no se va a acercar a sus hijos.

—¿Evarista?—Álvaro y yo nos miramos.

—Evarista será mi primera hija. Y ya le dejé claro que no quiero que sus hijos se acerquen a la mía.

—Por dios, que nombre más feo...

—Ah, ¿en serio?

—Sí. Si da la casualidad de que es mía, no se llamará Evarista ni de coña.

—Ya discutiremos eso en otro momento.

—No te preocupes, que mis hijos no querrán saber nada de una amargada.

—¡Si vuelves a llamar así a Evarista te quito el septum de cuajo!

—¡Qué no se va a llamar Evarista! ¿Es qué quieres que le hagan bullying? Máximo, Eva.

Patri y yo los miramos discutir. Niego con la cabeza. ¿Aquí hay alguien normal?

—Estos no son normales—me susurra Patri. Me lee la mente.

—Bueno, yo me voy. Si alguien se viene...—hago amago de irme.

—Me voy contigo. Así me abres la puerta, que no llevo llaves.

—Vale, acoplado...

Nos vamos y dejamos al rubio y a la castaña discutiendo.

—Así que Pitufina y Evarista...

—Ya deberías saber que esos dos no son normales.

—Lo de Pitufina es tuyo. No te escapes.

—Pero lo de Evarista...

—¡Por dios, qué nombre más feo!

—Si es que tengo razón, le van a hacer bullying a la pobre criatura.

—Ya—me río—. ¿Emma no se enfadará por dejarla sola?

—No, tranquila. Sabe llegar a su casa—no le da importancia.

Nuestro pequeño mundo(NPM#1)-TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora