Novena semana. Parte 2.

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Con el cachorro en brazos, entré en el refugio y Jul dio un respingo con un plato de pasta en el mostrador

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Con el cachorro en brazos, entré en el refugio y Jul dio un respingo con un plato de pasta en el mostrador.

—Hola, Jul. Disculpa que no pude avisarte ayer nada. Vanessa y papá han permitido que te quedarás en casa, al menos una semana, quizá pueda convencerlos de que te quedes dos en caso de que necesites más ayuda. Puedes venir hoy en la noche.

Ella asintió.

—Muchas gracias, Drey. No será por mucho tiempo, te lo aseguro.

Apuntó con el dedo al suéter que envolvía al cachorro.

—¿Y eso?

—Me lo he encontrado en la basura. Ahora es mía.

La expresión de Jul mostró consternación.

—¿Sucede algo?

—No tenemos espacio para más perros.

—¿Qué?

Ella desvió la mirada.

—Puedo tenerlo en el refugio, sin embargo, no hay más espacio. Nadie ha querido adoptar. He diseñado varios folletos, y los he ofrecido en las calles. Nada ha cambiado, no sé que sucede y parece que la cantidad de perros abandonados va en aumento cada día.

—No te preocupes por ello. Me encargaré de encontrarles un hogar, también a Hope y a su cachorro.

Jul desvía la mirada.

—Eso espero.

Me adentré en el refugio, y deje a la pequeña cachorra en una jaula. Le deje alimento y agua, y les cambié el alimento y el agua a todos los perros, además de limpiar sus tazones. Hope me llena de lamidas al igual que su cachorro como siempre, y ella es la primera que llevo a pasear como cada día. Me aseguré de limpiar la estancia en la que cada perro se queda, y apenas me da tiempo de pasear por media hora cuatro perros. Nada más. Para cuando observo el reloj, ya es hora de irme.

—Ya he paseado a Hope, a su cachorro, a Steve y Daisy. Dejé a Max afuera jugando, y he limpiado todas las estancias, además de cambiarles el alimento y el agua.

Jul asintió.

—Me encargaré de pasear a los demás, no te preocupes por ello.

—Nos vemos hoy en la noche.

—¡Nos vemos!

Recorrí el camino hasta la clínica a pie, disfrutando el paisaje, con el gris del asfalto contrastando con el verde de las hojas caídas por la lluvia, el sol colándose entre los especios vacíos y el azul brillante del cielo.

Me alegré de ver a Lou en el mostrador.

—¡Audy!

—Hola, Lou.

—Tenías mucho tiempo sin venir.

—Oh, sí, he estado ocupada. ¿Wren ha estado bien?

Lou empalideció.

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