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"Querido diario...
Ya se cumplieron cinco meses desde que mamá murió, Rex y yo sobrevivimos como podemos, ya se nos acaban los recursos y el dinero que tenemos es poco. Me preocupa Rex, desde que mamá se fue solo habla para pedir comida y agua, y a veces a para que le cuente historias, solo tiene diez años y no quiero que esté tan triste, así que hoy lo llevaré a dar un paseo en el deslizador.
Nota: Ya se me están acabando las páginas de este cuadernillo, debo conseguir otro diario y un poco de tinte para retocarme el cabello, se ve lindo con ese tono azul claro, pero lo quiero un poco más oscuro."
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Al dejar de escribir veo como Rex dibuja en la arena, sus trazos crearon una figura un tanto extraña, pero no puedo descifrar el enigma de sus garabatos; cuando se da cuenta de que lo estoy viendo me observa en silencio y le doy un abrazo para tratar animarlo, luego tomo las llaves de mi deslizador y salgo con él para bajar las escaleras, desde aquí se ve el mismo paisaje de siempre pero tengo el presentimiento de que hoy será diferente, quizás un poco de actitud positiva me ayude a alegrar su pequeño y redondo rostro.
–Vamos Rex, hoy daremos un paseo en el deslizador.
Solo me observa sin decirme nada y trata de sacar una sonrisa, sus ojos oscuros parecen dos canicas negras que flotan en un tazón de leche, y siempre me hacen recordar a los de mamá, me pone un poco triste, pero tengo que ser fuerte, no puedo llorar frente a él.
El día de hoy está muerto como los anteriores, la misma nube oscura cubre una gran parte del firmamento y lo único que diferencia a este de los demás, es que de nuevo está cayendo la inusual lluvia de cenizas; siempre he escuchado en la radio que es peligroso estar mucho tiempo afuera cuando esto ocurre, pero me gusta como se ve porque pareciera que danzan en el aire mientras los pocos rayos de luz que entran a nuestra atmósfera les sirven de reflectores para que se puedan ser vistos por los miles de espectadores que las ignoran o les temen.
–Tengo sed Anee.
–Ten. –Le entrego la última botella de agua. –Vamos a la ciudad Rex, compraremos unas cosas y después iremos a tu lugar favorito.
–¿A las montañas?
–Si pequeño.
Los edificios se pueden ver a lo lejos, siempre recubiertos por el gran domo que protege a la ciudad de las toxinas, hoy luce un poco más sucio por la lluvia de cenizas, pero eso no le quita la increíble y decadente belleza que brota de sus luces refractadas, pero ni siquiera allí nos podemos quitar estas malditas máscaras. Las puertas de la ciudad son inmensas, al extremo norte del domo hay una especie de arco gigante que marca una de las entradas, esta es resguardada por una gran rejilla de acero e innumerables guardias armados que la vigilan de posibles ataques insurgentes, al llegar al punto de control uno de ellos se acerca a mí y su mirada lujuriosa se centra en mis pechos.
– Hola preciosa, ¿puedo ver tu identificación?
–Sí. – Le digo en un tono cortante para que desista de su intento fallido de ligar.
–Anee Fild... que lindo nombre.
–¿Y no quiere ver la de mi hermano?
–No es necesario, pueden entrar.
La gran ciudad es una muestra más de cómo nuestra sociedad va en decadencia, como no hay muchos empleos, las mayoría de personas mendigan alrededor de las elites, recorren las calles en busca de su sustento, edificio tras edificio son rechazados con la esperanza de que en el próximo podrán recibir un poco de dinero, agua o comida, pero siempre son ignoradas por los que tienen más privilegios; trato de desviar mi atención de la precaria escena y me dirijo a las fuentes públicas para llenar nuestras botellas, pero las filas son tan largas que será mejor comprarlas; quiero salir rápido de esta mierda para poder ir a las montañas.
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El Nuevo Edén
Science FictionEn un futuro no muy lejano la humanidad está al borde de la extinción, la crisis ambiental desatada por las constantes guerras nucleares destruyó gran parte del planeta, dotándolo de un aire tóxico que eliminó la mayoría de plantas y animales, dejan...