SEPARATISTAS

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"Anee ayúdame".

–No te haremos daño pequeña.

–Si lo harán...

–Puede ser una trampa...–Me susurra Helen.

–Ella no es una trampa, ten un poco de piedad.

–En la guerra no se puede tener piedad...

–Helen ¿matarías a una niña?

–Si ella me ataca primero no dudaré en hacerlo...

–Calla, solo consigues asustarla.

–Por favor señorita no me haga daño...

–Ella no te hará daño. Yo te protegeré.

–Te estoy vigilando.

–Helen... ¿Cómo te llamas pequeña?

–Clara.

–Yo soy Anee y la chica de cabello rosa es Helen.

–No deberíamos confiar en ella.

–Helen, es una niña, no un guerrillero.

–Haz lo que quieras Anee, yo no confió en ella.

Una silueta se acerca apuntandonos con un revolver, sus lentos y pesados pasos van acompañados de unos finos temblores que demuestran sus nervios ante un posible combate. Helen empuña su sable y nos aparta a Clara y a mí, dirige el filo a nuestro contendiente haciendo que este se detenga de una manera brusca, evidenciando la falta de experiencia que ha de tener para este tipo de momentos; de la niebla emerge una triste y desesperada mirada azul fijada en el suelo, como si tratara de huir de la situación que está a punto de enfrentar.

Helen intenta hablar con la nerviosa figura, pero inesperadamente el guerrillero hala el gatillo; todo pasó muy rápido, cuando quise darme cuenta, Helen había repelido la bala con su sable, él sorprendido al igual que nosotras deja caer su arma, e inmediatamente trata de recogerla pero la filosa hoja plateada ya estaba sobre su mano, el hombre de ojos azules trata que levantar la tierra para obstaculizar la vista de su adversaria y en cuestión de segundos la veloz hoja irrumpe en el aire y sin dificultad alguna corta la carne y los huesos de la mano del separatista.

Un fuerte aullido escapa de su garganta y como por "arte de magia" la sangre brota a chorros del mutilado antebrazo de nuestro adversario, asombrada miro a Helen y su cara denota algo de tristeza, sus labios citan una frase que no pude entender e inmediatamente en un acto de piedad el veloz sable decapita al infortunado guerrillero que tuvo la desdicha de encontrarse con nosotras.

El cuerpo yace sangrando e instintivamente trato de cubrir los ojos de Clara pero es demasiado tarde, las peores escenas ya las ha visto, Helen entierra su sable para limpiarlo, al sacarlo de la tierra, este luce sin manchas y de su nativo color plata. Unos metros al norte más separatistas (logré contar unos diez) nos divisan y la lluvia de balas no tarda en llegar, Helen logra rechazar algunos disparos con su sable pero son tantos que una de las balas rozó una tira de su cabello.

Helen saca una daga del cinturón militar que nos dieron, la pone frente a sus ojos mientras la aleja despacio y la lanza; uno de los guerrilleros viene corriendo hacia nosotras y la daga que surca los aires impacta su frente deteniendo el curso y haciéndolo caer, los otros nueve nos apuntan con sus armas de precisión e inmediatamente reinician los disparos; preocupada tomo del brazo a Helen y la hago correr hacia el oeste hasta llegar a una de las abandonadas casas de hormigón que adornan el poblado en cual nos encontrábamos, de una fuerte patada derribo la puerta, al fondo logro divisar unas escaleras donde pienso esconder a Clara y protegerla de lo que estaba por suceder.

El Nuevo EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora