Prólogo

259 31 18
                                    

Estaba oscuro y tenía mucho frío. Seguía empapado y le dolía la garganta de tanto gritar. La herida que tenía en la frente le había dejado de sangrar y probablemente el paso del tiempo ocultaría la cicatriz que sin duda le iba a quedar. Había dejado de llorar porque un oscuro presentimiento, nada propio de una niña de cuatro meses, le había impulsado a callarse. El hombre que le sujetaba estaba muy nervioso y le zarandeaba cada vez que sollozaba. Abraham Magnus no era un buen hombre, era sencillamente un hombre. Uno de esos que acceden a cometer las atrocidades de otros a cambio de unas meras monedas y de parte de su alma. Abraham había robado, extorsionado y matado, pero nunca había hecho nada tan vil como el encargo que iba a concluir antes de que saliese el sol. Y no era consciente de que, al hacerlo, estaba firmando su sentencia de muerte.
Un último recodo y la pequeña colina en la que se erigía la mansión de los Collingwood apareció ante sus ojos. Era una construcción de piedra gris claro que en otras circunstancias no habría captado su atención, pero las instrucciones que había recibido eran muy precisas; allí vivían el barón Collingwood y su esposa, uno de los matrimonios más ricos de toda Inglaterra. La mansión tenía tres pisos y el tejado negro se confundía con el velo de la noche. Las ventanas estaban todas cerradas excepto una, y cuando Abraham se bajó del auto, vio cómo la figura que esperaba tras las cortinas se ponía en movimiento. La puerta principal se abrió y del interior de la casa salió un hombre de unos cuarenta años seguido de una mujer algo más joven. El hombre iba vestido con una camisa blanca y unos pantalones de lana que podrían servir para salir a pescar, y la mujer se abrigaba con un chal verde. A ambos se les iluminó el semblante en cuanto vieron lo que Abraham llevaba en brazos.
-¿Puedo alzarla? -preguntó con ansias la mujer. Estaba temblando y se mordía nerviosa el labio inferior.
-Todo está resuelto -le dijo el hombre a Abraham-. Puede dejar a la niña y seguir su camino.

Él asintió y le entregó a la  pequeña a la mujer, que, sin darse cuenta, se había acercado.
-Ve con cuidado, Victoria. -El hombre cambió de tono para dirigirse a su esposa.
-Es tan pequeña -susurró ella-. ¿De verdad podemos quedárnosla? -Las lágrimas que tenía en los ojos y un nudo en la garganta le quebraron la voz.
-De verdad, cariño. Es nuestra hija.
-No olviden las condiciones del acuerdo -les recordó Abraham colocándose bien el abrigo, ahora que ya no llevaba sujeta a la bebé-. Si alguien...
-Nadie sabrá jamás la verdad -lo interrumpió el barón Collingwood-. Malia nació enferma cuando estábamos de viaje por el continente y por eso no se lo contamos nunca a nadie, ni siquiera a nuestra familia. Ha estado en un hospital en Suiza y se ha recuperado satisfactoriamente.
-Exacto -subrayó Abraham-. Procuren que nadie se entere nunca de que puedo hacer milagros.

El barón iba a preguntarle a aquel rufián quién se había creído que era para ponerlo en cuestión, pero su esposa se adelantó.
-Malia es nuestra hija. Siempre lo ha sido y siempre lo será -sentenció, mirando a Abraham  directamente a los ojos.

Él le aguantó la mirada y, tras unos segundos, asintió y se dirigió de nuevo hacia su auto. La puerta de la mansión seguía abierta, y el matrimonio estaba de pie contemplando a la niña que acababa de entregarles. Era como si tuvieran miedo de moverse, como si temieran que la pequeña fuese a desaparecer.
-¿Quieren saber cómo se llama? -preguntó de repente, mirándolos por encima del hombro.

Los grillos dejaron de chirriar y los pájaros que empezaban a despertarse interrumpieron sus trinos. Incluso el sol esperó atento la respuesta de uno de los Collingwood.
-Se llama Malia -afirmó el barón-. Malia Collingwood.

Abraham reanudó la marcha. E incluso él se olvidó del nombre de la niña. Ahora lo único que le preocupaba era cobrar su parte y celebrar que era un hombre rico. Tenía que reunirse con quien le había encargado ese trabajo en una taberna a medio camino. En el bar servían buena cerveza y mala comida, pero las doncellas sabían cómo compensar a sus clientes. Abraham  casi podía saborear ya la cerveza en sus labios, sentir a una de esas doncellas moviéndose encima de él. Sí, con lo que estaba a punto de cobrar, podría pasar meses, quizá incluso años, sin trabajar. Dos noches atrás, cuando aquel tipo encapuchado se acercó en el puerto, pensó que le estaba tomando el pelo, y había estado tentado de matarlo. No le habría resultado difícil, pensó, él era mucho más alto y corpulento que el encapuchado y, además, éste seguro que estaba enfermo, a juzgar por aquel tono de voz. El sol empezó a insinuarse en el horizonte. Aquél iba a ser un gran día. Cuánto se alegraba de no haber matado al tipo. El encargo había resultado ser de lo más inofensivo; llevar a una niña. Al parecer, el barón y la baronesa Collingwood no habían recibido la visita de la cigüeña, y el barón, haciendo gala de unos sentimientos insólitos entre la nobleza y en la mayoría de los hombres, incluido él mismo, no había querido buscar a su heredero en el lecho de otra mujer. Por suerte para todos los implicados, el barón, además de un profundo sentido del honor y la fidelidad, poseía una enorme fortuna, y por lo visto había comprado a la niña de algún pobre desgraciado. La niña estaba ya en el seno de la familia Collingwood, y él había repetido la frase que el encapuchado le había ordenado que trasladase al barón. Lo único que le faltaba por hacer era cobrar el resto.
-¿Ha traído el resto del dinero? -le preguntó Abraham nada más sentarse.
-Por supuesto -respondió él-. Me alegra ver que no ha tenido ningún imprevisto.
-Ya le dije que no habría ningún problema.
-Así es. ¿Y le ha trasladado mi preocupación a la otra parte?
-Sí, le he repetido la frase al barón, tal como me ordenó. -Abraham se quitó los guantes y dejó al descubierto unas manos perfectas. Una joven se acercó con la comida y la bebida que había pedido y lo dejó todo encima de la mesa. El sujetó a la joven por la cintura y se la sentó en el regazo.
-Señor Abraham -dijo el otro hombre-, creo que será mejor que deje las diversiones para más tarde. Todavía tenemos asuntos que tratar.
-Por supuesto. -Levantó a la muchacha, sin dejar escapar la oportunidad de tocarle las nalgas-. Nos vemos luego, princesa.

La joven le guiñó un ojo y se fue a servir otras mesas. Los dos hombres se quedaron en silencio unos minutos y Magnus aprovechó para saciar el hambre y la sed que llevaban horas asediándolo.
-Si ha terminado, podría acompañarme a mi habitación, allí concluiremos nuestro negocio.

El resto de los clientes del bar parecían ocupados con sus cosas, pero seguro que si aparecía un maletín con dinero se fijarían en ella. Pero no iba a aparecer ninguna, la única recompensa que Abraham iba a llevarse por su trabajo era una daga clavada en alguna parte del cuerpo. Quizá no lo mataría si no supiese el nombre de la niña que les había entregado a los Collingwood. No, lo mataría igualmente. Llegaron al pasillo de vigas de madera y el encapuchado señaló la segunda puerta a la izquierda. Se detuvieron delante y el hombre la abrió con la llave.
-Adelante -le dijo a Abraham.

Un brazo sorprendentemente fuerte le rodeó el cuello y notó la afilada punta de una daga. No tuvo tiempo de preguntarse qué sucedía; la hoja le degolló y la sangre empezó a resbalarle por la garganta. Se desplomó en cuestión de segundos y cayó encima del fardo que había desplegado el otro hombre. Con una sonrisa, el encapuchado se agachó junto al cuerpo sin vida y limpió la daga. Envolvió al cadáver y luego lo ató con unas cuerdas; sus movimientos eran mucho más ágiles y precisos de lo que habría creído cualquiera que lo hubiese visto. Cuando se sintió satisfecho con el resultado, se puso en pie e inspeccionó la habitación en busca de cualquier cosa que pudiese delatarlo.  Era una lástima que no pudiera quedarse a ver las primeras escenas del drama que había puesto en marcha, pero volvería a tiempo para el acto final.

-Saludos. Esta es una historia que le sigue a Sawyer, sin embargo los primeros capítulos están destinados a un personaje nuevo, mencionado previamente en la anterior obra. Si no has leído Sawyer primero te recomiendo leer como para que entiendas la temática de la obra si no puedes iniciar a leer esta historia igualmente será explicado.

Espero que les guste, comenten y voten :)

Aquí el trailer https://www.youtube.com/watch?v=DFz5uZocxRk

CollingwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora