Capítulo 14

27 4 4
                                    

Ya que me había metido en aquel lío por causa de Peter, lo menos que él podría haber hecho era compartir aquella desventura conmigo. Pero no, él había tenido que ser un orgulloso, parte de todo esto era su culpa. Aun así, incluso estando enfadada con él por lo que yo consideraba como «abandonarme a los lobos», no tenía intención de ayudar a encontrarlo. Sin embargo, con solo el hecho de que avisaran a mi padre sobre esto me ponía a pensar que quizá Peter ya sabía todo. Hubiera robado o no el tesoro familiar, él seguramente se rehusaría devolverlo. Es Peter, hace lo que quiere. Podía ser muy testarudo en esas cosas. Y no quería ni pensar cómo reaccionarían aquellos extranjeros si se enfadaban de verdad. Además, llevarlos hasta Peter sería una traición, y aunque él no hubiera tenido ningún escrúpulo para traicionarme, no podía hacerle eso. No, tendría que salir de aquello por mi cuenta. Ahora estaba encerrada, de nuevo secuestrada, en una cabina de minúsculas proporciones, sin más que unas mantas en el suelo sobre un delgado colchón, una lámpara , no había ventanas. Desde luego, no podía decirse que estuviera divirtiéndome precisamente. Pero confiaba plenamente en que podría escapar por mis propios medios, siempre y cuando el barco no izara velas y se hiciera a la mar de repente. Incluso había ideado un plan que pensaba poner en práctica cuando me trajeran la próxima comida.

La primera comida, un tazón de arroz y unos vegetales de aspecto muy extraño con una salsa dulce, la había traído un pequeño y alegre individuo que dijo llamarse Tyler. Parecía delgado como una varita dentro de sus anchos pantalones. Igual que Sebastián, Tyler no era más alto que yo. ¿Sería difícil dejarlo fuera de combate con la ayuda de mi tazón de arroz? No, desde luego que no. De todas formas, empezaba a dudar que tuviera la oportunidad de comprobarlo, mientras las horas pasaban con insoportable lentitud. Al menos todavía conservaba mi reloj en la muñeca para ayudarme a controlar el paso del tiempo, y ya había pasado demasiado tiempo sin que nadie hubiera hecho acto de presencia. Era casi de noche cuando Tyler finalmente abrió la puerta y entró con otro tazón de comida. Pero yo no estaba interesada en lo que le había traído esta vez, a pesar de mi estómago quejumbroso. Me interesó más ver que no había ningún otro guardia en la puerta. Por lo que parecía, ellos creían que la cerradura era todo lo que se necesitaba para mantenerme a buen recaudo, y que yo no intentaría nada contra Tyler.

Bien, pues se equivocaban. Era una lástima, realmente era un individuo muy agradable, con sus sonrisas cordiales y su pomposo y divertido inglés.
- Mire lo que le tlae, señorita. Comida muy buena. Si no gustar, yo cortaré las manos de cocínelo..
- Eso no será necesario, estoy segura. Pero no tengo hambre. Puedes dejarla allí encima si quieres.

Señalé hacia un baúl, la otra mano oculta tras mi espalda apretando el tazón vacío de arroz. Lo único que necesitaba era acercarme por detrás de él. Y él siguió mis instrucciones. Aquello era demasiado fácil. Yo contuve el aliento hasta que Tyler hubo pasado por delante de mí; entonces, levanté el tazón de arroz, cerré los ojos y ataque. Pero, antes de que el tazón alcanzara nada, sentí que me cogían por la muñeca, salí volando por los aires y aterricé de espaldas en el suelo. Cuando volví la cabeza para mirar a Tyler, vi que ni siquiera había derramado el nuevo tazón de comida. Y que me sonreía.
- ¿Cómo demonios has hecho eso?
- Fácil. ¿Quiere aprender?
- No... ¡Yo... no... quiero! Lo que yo quiero es volver a mi casa.
- Lo siento, señorita. Cuando el homble venga, puede que sí, puede que no. - El se
encogió de hombros para indicarme que no estaba al tanto de lo que pasaría conmigo en un caso u otro.
- Pero el hombre no... Peter no vendrá. El jefe de esto me va a llevar hasta Inglaterra.

Bien, el primer plan había sido ciertamente un estruendoso fracaso, no había duda. Pero no pensaba rendirme, de ninguna manera. No había sido capaz de vencer a Tyler.
No llevaba la cuenta de las horas que había estado en este despreciable lugar.

CollingwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora