Capítulo 4

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Tres semanas después.
–¿Estás despierto, Milo?
–Sí ¿necesita algo?
–Podrías leerme algo, tengo un espantoso dolor de cabeza. Elige ese libro verde en el estante a tu derecha. Me quedé en la página 78, según recuerdo.
–¡Claro!–dije levantándome. 

En cuanto tome el libro me resultó extraño que tuviese un título tan particular, pero que más da no hay que juzgar un libro por su portada. Cuando empecé a leer supe que algo no estaba bien.
-¡¿Poesía erótica?!–dije escandalizada– ¿Esto te ayuda a dormir? ¿Te gusta esto?
- No, por Dios. Si me gustara no me ayudaría a dormir.

Pero ni bajo la amenaza de tortura podría yo volver a abrir aquel asqueroso libro... al menos, en su presencia.
- Si no le molesta, Ian, preferiría buscar algún otro libro con que aburrirlo. Algo menos... menos...
- Pudoroso además de gazmoño, ¿eh?  Ya veo que no podré hacer de ti un hombre en unas pocas semanas. Bueno, no importa, Milo. Lo que no me deja dormir es este maldito dolor de cabeza, pero tus dedos se pueden ocupar de eso. Ven a masajearme las sienes y no tardaré en conciliar el sueño.

¿Masajearlo? ¿ Algo así como tocarlo y acercarse aún mas?
- No sé cómo se hace...
- Claro que no sabes, pero yo te ensañaré. Anda, dame las manos.
- Ian...
- ¡Maldita sea, Milo! - interrumpió, con voz seca -. ¡No se discute con un hombre que sufre! ¿O pretendes que soporte este dolor toda la noche? Si es ese malestar de nauseas que tienes lo que te preocupa, Milo, te sentirás mejor no pensando en él. Pero te ataque o no, en este momento mi dolencia es más importante que la tuya.

Tenía razón, desde luego. El hombre era importantísimo, mientras que yo era sólo su despreciable asistente. <<No pienses, como ha dicho él. Y hagas lo que hagas, no lo mires.>> Mantuve los ojos clavados en las columnas que formaban la cabecera. Por eso di un respingo cuando él me cogió los dedos y los llevó hacia su cara.<<Haz como si se tratara de Jack. Por Jack o por cualquiera de tus tíos harías esto de buen grado >>
Con la yema de mis dedos presionaba las sienes, mientras los movía en círculos muy pequeños.
- Tranquilo, Milo, que no vas a morirte por esto.

Justamente en eso estaba pensando, aunque yo no lo habría expresado con tanto laconismo. ¿Qué estaría pensando él? << Que le tienes miedo...>> Pues era cierto, aunque ya no sabía por qué. Tras pasar unas semanas tan cerca de Ian, no creía que él fuera capaz de hacerme daño, pero...
- Ahora hazlo solo, Milo. Sigue moviendo los dedos así.

Qué suaves eran sus cabellos. Era un contraste... ¿Será que yo se durmió? No ha dicho una sola palabra en estos largos minutos <<¡pues mira! ¡Mira de una vez y acaba con esto! ¿Debería? Mejor no.>> Mi mi intuición había acertado: no me convenía mirar. El hombre tenía aspecto de estar en la gloria, con los ojos cerrados y los labios curvados en una sonrisa sensual, tan atractivo que parecía pecado. No dormía. No hacía sino disfrutar del contacto... ¡Oh, Dios! Baje mis manos. Él las apresó con tanta rapidez que me arrancó una exclamación. Y lentamente se las llevó... no a las sienes, sino a las mejillas. Me encontré rodeándole las mejillas con las manos, mirándolo a los ojos, esos ojos penetrantes, de un verde ardoroso, hipnótico... Hasta que ocurrió: nuestras bocas se rozaron, los labios de él se unieron a los míos, cubriendo, abriendo, quemando como el fuego. Me sentí absorbida por un torbellino, hundiéndome en un remolino de sensaciones cada vez más profundo. Jamás sabría cuánto tiempo pasó, pero poco a poco volví a tomar conciencia de lo que estaba ocurriendo. Ian me estaba besando con toda la pasión que un hombre podía poner en un beso. Y yo respondía como si mi vida misma dependiera de ello.  ¿Estaba bien? No, había algo que no estaba bien. Porque él estaba besando... ¡a Milo! Del calor pasó al frío del horror. Impulsivamente intenté apartarme, pero él me retuvo con fuerza. Sólo conseguí romper el beso, pero fue suficiente.
- ¡Ian! ¡Basta! ¿Se ha vuelto loco? Déjeme...
- Calla... Ya no puedo seguir adelante con este juego.
- ¿Qué juego? ¡Usted se ha vuelto loco! ¡No, espere...!

Me sentí arrastrada hacia él. Después, debajo de él; su peso me inmovilizó contra la mullida cama. Por un momento no pude pensar. Me aferré a él, dejando que su boca fuera recorriéndome la nuca hasta llegar a la oreja. Cuando sus ojos verdes se encontraron finalmente con los míos. Pasó algún tiempo antes de que yo pudiera volver a respirar, pero ¿a quien le hacia falta seguir respirando? A mí no. Apenas me daba cuenta de que Ian estaba quitándome la camisa, tal era la sutil delicadeza con que lo hacía. Se iba a dar cuenta que era una chica ¡no! Entonces le mordí la oreja.
–¡¿Pero qué te sucede?!–dijo apartándose un tanto enojado.
–Disculpe señor, pero debido a este tremendo incidente me temo que debo renunciar a mi puesto de asistente–dije escapándome de él lo más rápido que pude a la puerta.
–¿Qué dices?
–Lo siento, pero me voy. Además ya no me necesitará. Llegaremos al puerto en menos de tres horas ¿podrá sobrevivir?
–Sí, pero...¡por un demonio Milo! ¿Qué te sucede? Pensé que no sé...estábamos.
–No. Discúlpeme, nos hemos dejaba llevar y esto no es correcto. Ha sido...

Pero no pude terminar cuando alguien tocó a la puerta. Naturalmente la abrí ¡todo para librarme de este maletendido! Era Connie quien le daba a Ian un mensaje muy importante. Apenas hubo entrado Connie salí de la habitación decididamente a buscar a Jack, al cual lo encontré con facilidad. Le comenté las desesperadas ganas de bajarme del barco apenas hubiese llegado al puerto a lo que él respondió:
–¿Pero y la paga?
–No me importa, Jack.
–Eso lo dices tú, yo me he roto la espalda trabajando como un burro mientras tú has estado de lo más cómoda con ese tipo.
–No me lo recuerdes.
–Ahora dime ¿qué sucedió?
–Nada. Solo estoy muy impaciente quiero llegar ¡Ya!
–Oye tranquila, Malia. Te tengo un trato yo recogeré el dinero, tú me puedes esperar cerca del puerto. Acordaremos un lugar ¿te parece?
–No conozco este lugar, Jack.
–¡Vamos creo que no ha cambiado tanto! Pase los últimos tres de mis primeros diez años de vida por aquí.
–Está bien.
–Hay un restaurante llamada Golden Nugget, ahí nos encontraremos. Solo asegúrate de ser discreta, ahí llegan muchos capitanes de barco ¡no vaya a ser que alguno te reconozca!
–¿Con esta ropa? Apenas me reconociste tú la primera vez.
–Lo sé pero con esos ojos azul cobalto cualquiera te recuerda, pequeña.
–¿Pequeña? Apenas eres tres años mayor.
–Tres largos años. Así que me vas haciendo caso.
–¡Cállate Jack! No estarías aquí si no fueras tan débil.
–Tienes razón pero ahora me pondré los pantalones y seré el hombre que debí ser. Me harás caso–eso último lo dijo sin antes echarse un risa.
–Ni tú mismo te lo crees.
–Lo sé-dijo guiñando el ojo.

<<La historia de la vida es más rápida que el guiño de un ojo. La historia del amor es un hola y un adiós...hasta que nos encontremos de nuevo.>>pensé mientras tomaba un taxi junto a Jack para nuestro próximo destino.

Espero que hayan disfrutado este capítulo, las cosas entre Malia e Ian se pusieron intensas.

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