Capítulo 10 parte I

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—No te muevas, chica. No quiero verme obligado a rebanarte el pescuezo.

Su mano apoyada en mi garganta fue la única advertencia que necesité.
—¿Qué... qué quiere de mí?
—Quiero saber qué haces husmeando por aquí.
—No estaba husmeando... Es decir, bueno, sólo intentaba decidir qué hacer —trate de explicarle al hombre, aunque las palabras no me salían con facilidad bajo la presión del momento.
—¿Qué hacer acerca de qué?
—Verá, iba siguiendo a un carrito, pero lo he perdido. Un estúpido carrito se interpuso en mi camino y me entretuvo. Pero tomó este rumbo, y como esa zona es la única, quería ver si localizaba ahí el carrito. No estaba segura de si debía llamar a la puerta y preguntarlo directamente, porque hay algo en todo este asunto que no me gusta; sin embargo me he perdido.
—Tienes cinco segundos para explicarme con claridad lo que acabas de decir.
—¡Espere! Se trata ah usted, ¿comprende?...
–¿Qué dices?
–¡Por favor solo retira esa maldita mano de mi cuello! ¡Me pones nerviosa!
–Está bien.
—Creo que ambos buscamos lo mismo, mon ami —dijo, ofreciéndome su mano y una sonrisa de disculpa.
—¿Ambos?
—Es cierto que el carrito fue conducido a esa zona. Y estoy convencido de que no desea permanecer ahí, no he podido determinar cuántos sirvientes hay, con los cuales habrá que negociar para rescatar a ese carrito.
—¿Y cómo sé yo que usted mismo no ha salido de esa zona? —pregunté al chico de ojos azules con desconfianza.
—Si así fuera ahora estarías tendida en el suelo y degollada.
–¿Qué? Pero si solo estoy siguiendo un maldito carrito de comida.

Él se empezó a reír discretamente.
–Mi nombre es Liam ¿cuál es el tuyo?
–Soy Malia.
–Bueno Malia buscamos el mismo carrito ¿quieres compartir el botín conmigo? Veo que tienes mucho rato de andar por un lado y por el otro. Te vi cuando saliste agachada del restaurante del hotel rumbo a esta zona.
–¿Cómo es que me vió? Me aseguré de que todo estuviese despejado.
–Bueno cuando estás mucho tiempo en un hotel aprendes a ser casi invisible.
–¿Te hospedas aquí?
–Sí. Pero ese no es tema para lo que vamos a hacer ahora, Malia.

Sí, el chico me había pillado siguiendo el carrito de los postres. Había oído de Diana que después de una cierta cantidad de horas los camareros retiraban los postres del bufete para botarlos y eso a mí me resultaba indignante. No era que fuese a recogerlos todos pero al menos me quería llevar el de pie de uva.
–Si vamos a hacer esto juntos quiero saber una cosa.
–Yo también–dijo él.
–¿Al mismo tiempo?–dije desafiante.

Asentimos con la cabeza, inhalamos.
–¡El pie de uva es mío!–dijimos al mismo tiempo.
–¡No! Apenas queda un poco–dijo él frunciendo el ceño.–Ya veremos qué hacer  cuando tengamos el pie de uva en nuestras manos. Ahora para ahorrar tiempo, intenta encontrar una entrada posterior que esté abierta, o abre una si no lo está. Yo me conduciré con normalidad a la puerta principal para distraer.
—¿Por qué a mí me toca el trabajo sucio? —protesté.
—No le des más vueltas, Malia —dijo él—. Ahora no tenemos tiempo para discusiones.
—Tienes razón —dije.
—Y será mejor que nos demos mucha prisa —añadió—. Es poco probable que estén ahí más tiempo, ya casi es hora de cerrar la cocina. 

En efecto. Era casi muy tarde, pero había una luz encendida allí. Y eso nos confirmaba que el lugar no estaba deshabitado. Nos separamos por caminos diferentes. Después de unos minutos, escuché varias voces reír. Había encontrado un acceso que me permitía no ser descubierta, pero cuando entre ¡vaya sorpresita!
—Karma es una buena chica, Liam —dijo una mujer mientras aguardaba que la puerta se abriera... o no—. Si pudiste poner a Karma a salvo de Chuck, lo harás bien.
—¿Lo crees realmente?

Resultaba difícil sostener la mirada de burla que brilló en los ojos de Liam. Maldición.
–¡Maldito! Tenía a alguien más ayudando.
–¿Qué?–dijo la mujer volteando hacia mí.

CollingwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora