Capítulo 11

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Si hubiera sido capaz de demostrar su mal humor, incluso hubiera pataleado. ¡Él era tan provocativo, tan indiferente, tan... imposible! Pero también tenía toda la razón de estar enojado después de que salimos de la estación de policía nos tomó al menos tres horas recaudar el dinero para pagar la fianza de Peter, nunca creí que fuese tan elevado el monto. Tenía quince días de estar enojado.
–¿Qué pasa? –dijo Peter desde la despensa.
–El baile, Peter. He estado hablando del baile, pero tú no has prestado atención. Si quieres, cambiaré de tema, pero sólo si prometes que vendrás a buscarme temprano mañana por la noche.
–¿Qué baile?

Diana contuvo el aliento. Él no estaba fingiendo: verdaderamente no sabía de qué estaba hablando ella.
–No me provoques, Peter. El baile de los Shepford. Ya sabes cuánto deseo ir.
–Ah, sí –dijo él secamente–. El baile que superará a todos, aunque es apenas el comienzo de la temporada.
–Además, sabes muy bien cuánto he esperado una invitación de los Shepford a una de sus reuniones. El baile será, al parecer, el más importante que ha dado en años. Sencillamente todos los que son alguien estarán presentes.
–¿Y qué?

Diana contó lentamente hasta cinco.
–Que moriré si me pierdo un solo minuto.

Los labios de Peter se curvaron con la consabida sonrisa burlona.
–Te sientes morir con demasiada frecuencia. No deberías tomar tan en serio el mundanal ruido.
–Como si tú pudieras...

Su furia estaba a punto de estallar y eso sería desastroso podía sentirlo desde el otro extremo de la sala donde me encontraba. Sabía que Peter deploraba todo exceso de emoción en cualquiera, aunque él mismo se permitiera dar rienda suelta a su mal humor, lo que podía llegar a ser muy desagradable.
–Puedes decir que soy un excéntrico, una de esas personas a las que les importa un comino los demás.

Esta era una gran verdad. Ignoraba, incluso insultaba, a quien le daba la gana. Se hacía amigo de quien le caía en gracia. Y nunca, nunca se sometía a nadie. Era tan arrogante como la gente decía. Aunque también podía ser extraordinariamente encantador... cuando quería serlo.
–Recuerda, Peter, que has prometido acompañarme al baile de los Shepford.
– ¿De veras? –dijo él con aire cansado.
–Sí, lo hiciste –dijo ella con tranquilidad–. Y prométeme que no te retrasarás, ¿quieres?

Él se encogió de hombros.
–¿Cómo voy a prometer algo así? No puedo prever el futuro. Nadie puede saber si mañana no surgirá algo para retrasarme, si terminaré en la cárcel otra vez.

Diana casi lanzó un grito.
–Está bien, Peter. Como es tan importante para mí y no puedo contar contigo, buscaré otro acompañante, aunque espero que vayas al baile.
–¿En tan poco tiempo? –preguntó él.
–¿Dudas que lo logre? –contestó provocándole.
–No, desde luego creo que te costará muy poco reemplazarme.

Diana le dio la espalda antes de que él pudiera notar cómo le había afectado esa frase. ¿Había sido un aviso? ¡Oh, él estaba tan seguro de sí mismo!  Peter se sentó cómodamente en el sofá y vio que Diana tomaba su copa de jerez y después se tendía en la tupida alfombra de piel, dándole la espalda. Los labios de él se curvaron sardónicos. .
–Peter. –Pronunció suavemente girándose.– he pensado mucho en nuestro acuerdo.
–¿De veras, Diana?
–Sí –prosiguió ella valerosamente–. Y he llegado a una conclusión. Debido a tu falta de... digamos interés... se me ocurre que otro sabría apreciarme más.
–De eso no cabe duda.

Ella frunció el ceño. Peter tomaba las cosas demasiado bien.
–Bueno, últimamente he recibido varias propuestas para... sustituirte, y he decidido... –Hizo una pausa , después cerró los ojos y se decidió:– he resuelto aceptar una.
–¿De veras?
–Claro, naturalmente.
–¿Y quién es el afortunado?
–Él quiere que nuestro acuerdo sea muy discreto, de manera que me perdonarás que no divulgue su nombre.
–¿Es casado?
–No. En verdad tengo motivos para suponer que saldrán grandes cosas de esta relación. Como he dicho, él sólo quiere ser discreto... por ahora.

CollingwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora