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Harry estaba muy nervioso.

Ahora que su segundo año de carrera estaba oficialmente acabado, lo único que sentía era la constante presión de saber que, en cualquier momento de las dos próximas semanas, obtendría sus notas de cada materia en la página web de la universidad, y solo habían pasado seis días desde que hizo su último exámen, pero ya había comprobado la página más de quince veces.

Dispuesto a comprobarla por enésima vez aquella mañana del jueves; recién levantado y con los rizos deshechos salió por la puerta de su habitación y, sin siquiera molestarse en desayunar, se puso frente a su portátil a revisar la página web.

—Buenos días —saludó Louis aquella mañana, desayunando un simple té y un par de tostadas con jalea real en la cocina —. Las universidades tardan dos semanas en colgar las notas en internet —citó con simpleza al saber las intenciones tan claras de Harry.

—Me has repetido esa frase setenta veces en solo dos días —resopló el rizado frente a la pantalla, mordiéndose el pulgar mientras observaba como la página en blanco hacía su mejor esfuerzo por actualizarse.

—Porque me estás poniendo nervioso, y ni siquiera son mis notas —dijo Louis, balanceando sus pies sentado en el taburete y mordiendo una de sus tostadas —. ¿Quieres tranquilizarte? Seguro que vas a aprobar.

—Estudié lo mínimo para el final de cinesiología —se lamentó, cerrandos su portátil con frustración al descubrir que las calificaciones aún no estaban y levantándose del sofá para encaminarse hacia la cocina junto a Louis —. Y estoy seguro de que esa profesora me odia —resopló, abriendo la nevera y rescatando un par de huevos para desayunar —. Si no llego al cinco me muero.

—Eres un exagerado —se quejó Louis desde la barra de la cocina, girando suavemente el taburete para observar como Harry preparaba un improvisado desayuno inglés —. ¿Podrías, por favor, dejar de hablar de la universidad aunque sea durante un día? Estamos de vacaciones, ¿recuerdas?

Harry rió sin apartar la vista de los huevos que ahora estaban friéndose en aceite hirviendo.

—Lo siento —se disculpó, aún incapaz de quitarse de encima el sentimiento de que como mínimo, había suspendido una asignatura —. ¿De qué quieres hablar, entonces? —inquirió el rizado.

Louis ladeó su cabeza pensativo mientras observaba como Harry se recogía hábilmente su larga melena en una pequeña coleta alta, para después continuar sacando su desayuno de la sartén.

—De hecho, tengo que hablar contigo sobre algo —admitió Louis, bebiendo un sorbo de té mientras se balanceaba de lado a lado en el taburete giratorio. Harry musitó un "¿Hm?", concentrado ahora en corta unas rodajas de tomate —. Mi padre está viniendo desde Manchester con el resto de mis cosas, no creo que tarde mucho en llegar y va a estar toda la tarde aquí ayudándome a organizarme y... bueno, se me olvidó avisarte antes.

—No importa, de todas maneras no estaré mucho tiempo aquí hoy, he quedado con Sam para comer y luego tengo turno de tarde en el trabajo —explicó Harry —. Lo más probable es que pase la noche en su casa hoy —explicó Harry con simpleza.

—Oh, está bien —asintió Louis.

—Lo siento —se disculpó, y por un segundo Louis se preguntó por qué lo había hecho —. Si lo hubiera sabido me habría quedado para ayudarte.

—No pasa nada, mi padre y yo nos arreglamos bien solos —le restó importancia, obviamente Harry no tenía nada que ver con su mudanza, no estaba en la obligación de quedarse —. ¿Sam sigue viviendo en Clapham?

—Sí —asintió Harry, no muy feliz de aquel dato.

Clapham estaba como a media hora de trayecto en coche desde Shoreditch, pero Harry estaba acostumbrado a recorrer ese camino varias veces a la semana, porque Sam apenas tenía tiempo para salir de su casa.

HousematesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora