Louis no tenía expectativas.
Le había mandado un mensaje a David sin ninguna maldita expectativa de que le respondiera, mucho menos de que se interesara por hacerlo.
Pero lo hizo, y por un momento se arrepintió al ver su respuesta brillando en la pantalla de su teléfono.
De siete billones de habitantes que había en el mundo, y Louis tenía que recurrir precisamente a la persona por la que se arrastró y denigró hasta límites inhumanos a sus inocentes diecisiete años.
No fue su primer beso, ni su primera vez. Con primero se refería a quien marcó un antes y un después en su vida. Quien, por suerte o por desgracia, significó mucho más que un lío de una noche.
Pero el primer amor lo único que tiene de especial, es que es el primero. Y primero no es sinónimo de único. Primero es primero, y eso significaba que la lista de Louis aún tenía mucho espacio para un par de fracasos más.
Y mientras esperaba esos fracasos, necesitaba a alguien. Y ese alguien era su primero.
Porque no había nada de malo, porque habían pasado cuatro años desde aquello y había madurado lo suficiente desde entonces.
Pasaron semanas hablando mediante simples mensajes. Recordando el pasado, preguntando por el presente y hablando del futuro. Louis rápidamente recordó el por qué se había obsesionado tanto con aquel chico en su adolescencia.
Tenía carisma y era guapo. Era ese tipo de chico malo de instituto que no podías simplemente ignorar. Y cuatro años después parecía no haber cambiado demasiado.
Luego llegó el típico mensaje que siempre venía con segundas intenciones bajo el brazo.
"Podríamos vernos algún día y tomar unas cervezas".
Así que quedaron. Bebieron cervezas y recordaron más anécdotas del pasado. Por un momento, el castaño se sintió tan a gusto con él que incluso se llegó a preguntar a sí mismo qué habría pasado si no se hubiera ido de la ciudad, hasta dónde habrían podido llegar con ese lío tóxico primerizo si se hubiera arrastrado un poco más.
Volvieron a verse un segundo día, el tercero quedaron para comer. El cuarto día era hoy.
Y sin darse cuenta ya llevaba cuatro polvos seguidos y definitivamente muchas fuerzas en el cuerpo como para ir a por el quinto.
Pero no pasaron ni quince minutos cuando fueron interrumpidos por el sonido de la cerradura girando, y Louis paró en seco sus movimientos bajo David, maldiciendo en su mente a su compañero de piso.
—Será mentiroso —murmuró para sí mismo, peinando su flequillo sudado con sus dedos y regalándose unos segundos para recomponerse —. Me dijo que no dormiría aquí esta noche —explicó al ver el interrogante en la cara de David.
David soltó una risita silenciosa, moviendo su cadera en un golpe seco y dejándose caer contra Louis, sacándole un gemido que ahogó con dificultad aguantando la respiración.
—Quieto —le reprendió el castaño, agarrándole de la cadera para quitarle de encima y levantándose de la cama con rapidez.
—¿Pero a dónde vas? —inquirió David mientras observaba desde la cama como Louis se ponía unos calzoncillos —. No tienes por qué salir, te prometo que no haremos ruido.
—Créeme, en esta casa, eso es imposible —alegó desde la voz de la experiencia, acercándose a la puerta dispuesto a salir, no sin antes advertir a su acompañante —. No salgas.
—¿Por qué? —inquirió, cruzándose de brazos.
—Porque no —sentenció —. Ahora vengo.
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Housemates
أدب الهواةCuando compartes piso con el novio de tu mejor amigo, las prohibiciones son muchas, pero Harry llegó a la vida de Louis de la manera más caótica posible, y ambos conectaron como si se hubieran encontrado a sí mismo reflejado en el otro. Un alma geme...