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Harry no sabía como le estaban yendo las cosas a Louis en Manchester, pero ponía la mano en el fuego sin miedo a quemarse a que a él le estaba yendo todo mucho peor.

Una ciudad tan grande como Londres y sentía que se ahogaba en ella; mientras que su casa, tan pequeña y acogedora, le parecía ridículamente grande.

Cada noche que pasaba en ese piso era peor que la anterior, el sentimiento de soledad que desprendía cada rincón le hacía querer huir a un lugar más seguro.

Como si aquella ya no fuera su casa.

No la sentía como tal, de todas maneras. Pasaba más tiempo en casa de sus padres, ayudándoles a decorar el árbol o autoinvitándose a cenar con la única intencion de volver a casa lo más tarde posible.

Lo suficientemente tarde como para estar tan cansado que no le diera tiempo a dar vueltas en la cama mientras pensaba en las mil y una cosas que no tenía valor de hacer.

Como rechazar la invitación de Sam para pasar el fin de año en su casa.

Él había dado por hecho que Harry aceptaría porque era una tradición que llevaban haciendo desde que empezaron a salir. Celebraban la Navidad con los padres de Harry y daban la bienvenida al nuevo año junto a la familia de Sam.

Pero aunque Harry había sido hipócrita durante más tiempo del que creyó que podría soportar, no era lo suficientemente cínico como para presentarse junto a la familia de Sam y fingir que todo estaba bien entre ellos y que eran muy felices.

Creía que su familia ya estaba lo suficientemente rota como para echar más leña al fuego.

Pero aunque tenía muy claro que no quería pasar ninguna de las fiestas junto a Sam, la Nochebuena había llegado, Harry estaba ultimando las compras navideñas junto a su hermana y su madre en el gran centro comercial de la ciudad, y aún no había tenido el valor de decirle nada a nadie.

Fue Gemma la que le devolvió al mundo real.

—¿Ya le has comprado algo a Sam por Navidad?

Harry alzó la vista hacia ella como si le hubiera dado la peor noticia de su vida, guardando rápidamente su teléfono en el que había estado enfrascado toda la tarde.

—Se te ha olvidado, ¿no? —inquirió su hermana con media sonrisa burlona, negando con su cabeza.

Con todo lo que tenía en la cabeza últimamente, no le había dado demasiada importancia al hecho de que Sam esperaba un regalo de su parte.

—Bueno... —chasqueó la lengua, arrastrando los pies mientras seguía a su hermana por el extenso pasillo lleno de gafas de sol que ella tanto amaba —... ¿te puedo hacer una pregunta?

—¿Hm? —musitó ella distraída con su propio reflejo en el espejo que había estado usando durante los últimos quince minutos para comprobar qué gafas de sol le quedaban mejor.

—Si tú fueras Sam, ¿te enfadarías si este año decido no pasar las fiestas contigo?

Gemma deslizó por su nariz las gafas que se estaba probando, clavando en Harry una mirada confundida.

—¿No quieres pasar las fiestas con él?

Harry se encogió de hombros.

—No lo sé.

—Pues deberías saberlo, mañana es Navidad y mamá ya le ha hecho un hueco a Sam en nuestra mesa.

—Bueno... —fue incapaz de resoplar, pasando una mano por su cara con verdadera frustración —... sé que no quiero pasarlas con él, pero no sé si quiero decírselo.

HousematesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora