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Louis no le hablaba. No le miraba. No se sentaba en el sofá si él estaba sentado primero. Ni siquiera se rozaban por casualidad cuando uno salía y el otro entraba.

Y sentía que no podía culparle, le había declarado sentimientos que Harry nunca imaginó que tenía y no se había molestado en darle una respuesta. No le había dado nada, de hecho.

Permitió que se encerrase en su habitación y desde ese día no había sido capaz de encararle y tratar de mantener una conversación con él, intentar solucionar aunque fuera una cuarta parte de todo el lío que tenían montado.

Louis seguía buscando un piso, y el tiempo se acababa para Harry. No le quería lejos, se negaba rotundamente a que Louis encontrara otro hogar y se olvidara de su existencia, pero tampoco estaba haciendo nada para evitarlo.

Aun así, era muy consciente de lo que tenía que hacer, aunque supiera que dar ese paso le desgarraría por dentro.

Pero seguía evitando a Sam a pesar de sus llamadas y la situación estaba llegando a un extremo que había dejado de ser sano. Estaba haciendo daño a demasiadas personas solo porque no sabía como enfrentar la situación que estaba viviendo y se dijo a sí mismo que debía de hacer algo ahora.

Incluso aunque después se arrepintiera. Su corazón estaba pidiendo a gritos un poco de tranquilidad y estaba claro que quien había estado tranquilizando cada parte de su cuerpo durante los últimos meses no había sido Sam.

Se presentó frente a su casa y le pidió que saliera. No intercambiaron una sola palabra hasta que no se encontraron en el interior de un parque, recorriéndolo lentamente el uno al lado del otro.

—Estabas empezando a asustarme —musitó Sam. Él tenía sus ojos fijos en Harry, aunque él había preferido por observar el suelo durante el camino —. Tienes que dejar de desaparecer sin dar explicaciones, Harry. Me vas a matar.

—Por eso he venido —respondió Harry, lamiendo sus labios y sintiendo el frío de la calle secarlos al instante —, para dártelas.

—Te juro que he estado días intentando recordar algún mínimo error que haya cometido contigo, cielo —se lamentó Sam —. Pero es que ni siquiera me has dado tiempo para cagarla.

—Ya te dije que no es por ti —tragó saliva duramente, sintiéndose incapaz de mirarle a los ojos —. Tú no has hecho nada, soy yo quien ha estado evitándote y te quiero pedir perdón porque tú no tenías la culpa.

—Está bien. Te perdono. Claro que te perdono —asintió Sam, esbozando una leve sonrisa y tratando de acercarse a Harry para rodearle en un abrazo. Él se apartó.

—Pero... —masculló, parando en seco el paseo que estaban teniendo y mirándole a los ojos por primera vez.

—¿Pero qué? —el rostro de Sam palideció al instante.

—Que te pida perdón no significa que quiera que las cosas sigan con normalidad.

—¿Y cómo quieres que sigan, entonces?

A Harry le costó una vida entera pronunciar las palabras que había tenido atascadas en su garganta durante días pero lo hizo.

—No quiero que sigan.

—¿Me estás dejando? —Harry ya ni siquiera podía definir las expresiones que Sam mostraba, pero tampoco se sentía lo suficientemente fuerte como para mirarle y ver cómo se derrumbaba.

—No te estoy dejando —resopló, pasando una mano por su pelo y subiendo su vista al cielo durante unos segundos. No era fácil, las ganas de llorar que estaba aguantando terminarían por ahogarle y Harry lo sabía, pero la presión de saber que estaba haciendo daño a personas a las que quería era mucho peor —. Solo te estoy pidiendo un tiempo, quizás.

HousematesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora