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Desde el primer momento en el que despertó y puso sus ojos sobre el cuerpo desnudo de Harry durmiendo a su lado, Louis supo que las cosas iban a torcerse en algún momento.

Estaba tan feliz y las aguas parecían tan calmadas que no creía que quedase demasiado para que todo explotase en su cara.

Sabía a lo que se estaba exponiendo, pero igualmente no dudó demasiado en responder sí a cualquier cosa que Harry le dijera. Louis era tan jodidamente básico que no podía negarse a lo que últimamente le hacía tan feliz incluso aunque supiera que se estaba metiendo de lleno en la boca del lobo.

Le había dejado un beso en el hombro a Harry y le había despertado sin pretenderlo, entonces él había abierto los ojos y había posado una mirada tan inexpresiva en él, que Louis quiso morirse.

"Ya se está arrepintiendo", pensó. "Ni siquiera ha pasado un día y ya se está arrepintiendo, joder".

Su boca habló antes de poder pararla.

—¿Qué pasa? —musitó, su voz entrecortándose casi imperceptiblemente.

Peinó su flequillo con los dedos y se apoyó sobre la cama con el brazo, manteniendo su cuerpo ligeramente erguido solo para estar preparado por si Harry decidía echarle de su habitación.

Pero no lo hizo.

No se lo esperó en lo absoluto cuando una de las manos de Harry agarró suavemente su nuca, atrayéndole hacia él y juntando sus labios en un beso lento.

Louis se recostó con cuidado sobre el cuerpo de Harry, manteniendo ambas manos en sus mejillas y acariciándolas con sus pulgares mientras el beso crecía.

Parar no estaba en sus planes hasta que la puerta de la habitación de Harry comenzó a abrirse lentamente.

Ambos se separaron de un salto, como si hubieran sido pillados cometiendo un delito de sangre.

Pero un ruborizado Harry se llevó una mano al pecho y dejó escapar una risa cuando descubrió a su gata saltando alegremente sobre la cama y lamiendo su pata con calma.

—Puta rata, casi me mata de un susto —se quejó Louis, empujando suavemente al animal con un pie para animarle a bajar y recibiendo una queja por parte de su dueño.

—Deja en paz a mi bebé —Harry saltó en defensa de su mascota, abalanzándose sobre el pequeño cuerpo peludo de Mia y apretándola entre sus brazos.

La gata maulló, se revolvió entre los brazos de Harry y escapó corriendo de la habitación.

Louis se carcajeó ruidosamente, consiguiendo que Harry le hiciera callar agarrándolo rápidamente de los hombros y besándole de nuevo.

Entre beso y beso rodaron tantas veces sobre la cama que terminaron deshaciéndola, y a Louis casi se le había conseguido olvidar el hecho de que, por muchas caricias que se regalaran, lo que había pasado entre ellos seguiría estando mal.

Louis se había despedido de Harry con un beso antes de salir de casa esa misma mañana.

Asistió a una de sus carísimas clases de neuropsicología con más ganas y energía que nunca.

Ni siquiera su teléfono sonando en estéreo e interrumpiendo la explicación del estricto profesor pudo acabar con su buen humor, a pesar de la vergüenza que había pasado cuando todas las miradas del diminuto salón de clases se posaron en él ante el escándalo en su bolsillo.

—Si es importante... —le dijo el profesor con cierto tono de molestia, invitándole a abandonar el aula si deseaba responder la llamada.

Louis agarró con nerviosismo su teléfono y colgó al instante al descubrir el nombre de Niall brillando en él.

HousematesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora