Harry Styles lo había perdido todo en muy poco tiempo.
Pasó años creyendo que tenía a su lado al amor de su vida, sin pararse a pensar que quizás ni siquiera le había conocido aún.
Y entonces lo encontró sin buscarlo, y le dejó irse sin querer que se machara, aferrándose al pensamiento de que volverían a encontrarse si tenía que ser así.
Su corazón se calmó y algunas heridas sanaron rápido; otras no tanto, pero había aprendido a utilizar su cabeza, a enfriar sus pensamientos.
Y ahora estaba bien.
Porque solo era Harry; tomando sus propias decisiones, alejándose de todo lo que sabía que le hacía daño, intentando ser feliz por sí mismo incluso si al principio no fue fácil.
Pero lo único que se llevó de Louis antes de que se marchara, fue una simple enseñanza:
Para querer hay que quererse primero. Porque solo tú te completas a ti mismo, los demás solo complementan y no siempre de la mejor manera.
Por eso, cuando tu pareja te trae más problemas que felicidad, entonces hay dos personas que no te quieren.
Y Harry tuvo en cuenta esa enseñanza hasta el final.
No volvió a saber de Sam. Bloqueó su contacto y lo hizo por el bien de ambos. Para cuidar su salud mental y para que él aprendiera que no necesitaba tenerle para ser menos infeliz.
No supo jamás si Sam entendió su decisión tan radical, o si había conseguido enderezar su vida y a convivir consigo mismo, pero Harry no podía hacer nada por él sin salir perjudicado.
Tampoco volvió a saber nada de su gata, pero rezaba cada noche para que no fuera ella quien peor pagara por los errores que él había cometido. No sabía si ahora estaba en manos de otra familia, o si seguía con Sam, pero aunque el último caso fuera el acertado no creía que fuera a presentarse frente su puerta con la gata en brazos y sin dobles intenciones en ese gesto.
De hecho, no se presentó nunca. Ni para devolverle a su gata, ni para exigirle que le perdonara tal y como muchas otras veces había hecho.
Así que siguió con su vida; cada noche lloraba menos y cada día sonreía más, y aunque no todo estaba tan bien como le gustaría que estuviera, lo sobrellevó como pudo y hasta llegó a crecer como persona.
Dos meses después de despedirse de Louis, Harry terminó su tercer año en la universidad con un par de suspensos; un mes después, entregó las llaves del piso a su casero y volvió a casa de sus padres. Quizás no para siempre, pero sí por un tiempo.
Salió de fiesta cada noche de verano para sacar de su mente el hecho de que tan solo un año atrás había conocido a Louis Tomlinson, y vivió su propia vida como nunca antes había podido vivirla; sin prohibiciones, sin miedo a perder a nadie y sin esconderse de quien quisiera echarle algo en cara.
Continuó con su trabajo en el cine y compró mucha ropa para sí mismo con el sueldo que anteriormente hubiera sido para pagar el alquiler de su piso, y guardó el segundo para las compras navideñas de ese mismo año.
Setecientas libras para gastar en lo que su familia quisiera y no tenía ni idea de qué regalos comprar.
—¿Qué quieres para Navidad? —le había preguntado a su madre el primer sábado de diciembre, asaltándola en la cocina mientras desayunaba y consiguiendo que se sobresaltara.
Anne le miró mientras masticaba con culpabilidad las tortitas con chocolate y nata que definitivamente no entraban en su estricta dieta, y alzó sus cejas levemente.
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Housemates
FanfictionCuando compartes piso con el novio de tu mejor amigo, las prohibiciones son muchas, pero Harry llegó a la vida de Louis de la manera más caótica posible, y ambos conectaron como si se hubieran encontrado a sí mismo reflejado en el otro. Un alma geme...