🐯 Cap 26

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Los rayos del sol se filtraron por el cristal, acariciando con suavidad la acanelada piel. Frunciendo el ceño ante la incomodidad de la luz en sus parpados; gruñó tomando la sábana para cubrirse por completo.

Estiró las piernas en un lento recorrido, explorando la mullida superficie, se encontró con el espacio vacío dónde debería estar su rayitas. Abultó los labios, provocando un pronunciado puchero que desapareció al abrir los ojos.

Extrañando la calidez de la piel nívea, se levantó casi de un salto, pateando la suave tela en una pelea que finalizó en sus tobillos; al quedar con sus pies atados.

— ¡Ay! Madre de todas las rayas... — se agachó para desenredar las sábanas — creo que estoy descaderado — se quejó sobando su espalda baja —. ¿Rayitas, dónde estás? — Su piel fue acariciada por una fría brisa —. ¡Oh! No borres los rastros de las caricias de mí... hombre — caminó con lentitud, discutiendo con la corriente de aire; cubrió su cuerpo con la sedosa tela —. Te voy a encontrar — decretó esbozando una pícara sonrisa —. Quiero que tú, tigre apasionado, te hagas cargo de este asunto.

El omega siguió el rastro de la fragancia del alfa. Con cada paso que daba; sus sentidos se alteraban ante el aroma que se intensificaba y se combinaba con el olor a comida recién hecha.

Al llegar a la cocina, sus ojos se movieron como si tuvieran vida propia. Apretó la sábana a medida que humectaba sus labios y recorría con lentitud el cuerpo frente a él.

La fuerte y desnuda espalda se tensionaba cada vez que se estiraba para tomar un recipiente. El cabello amarrado con una media coleta, se movía cuando el alfa caminaba de un lado a otro.

El de piel nívea procuraba que nada se quemara. Atento a cada una de sus preparaciones; parecía un experto en la cocina.

El omega casi se atraganta con su saliva cuando sus ojos se posaron en los glúteos que se meneaban en un baile que llevaba el ritmo de una melodía que solo escuchaba el alfa en su mente.

Aquellos bóxer oscuros le regalaban la clara imagen del redondo y firme trasero que lo invitaba a tocar sin ningún descaro.

Miles de pensamientos pasaron por la mente del acanelado, provocando que encogiera los dedos de los pies, y ahogara un jadeo ante el último pensamiento que logró que su piel fuera víctima de un sutil estremecimiento.

— ¿Las sandías baby van en el menú del desayuno? — Mordió su labio inferior.

— ¿Qué?

Girando levemente el rostro por sobre su hombro, su sonrisa se amplificó al ver el dueño de sus suspiros. Sus ojos viajaron por los despeinados y sedosos cabellos cubiertos por parte de la sedosa tela. Quedando embobado por el radiante rostro que a pesar de haber dormido poco; irradiaba una atrayente luz, opacando los rayos de sol que se filtraban por la ventana.

— Eso era una conversación privada.

— Buenos días, mi amado omega — le guiñó un ojo —. Deberías cerrar la puerta cuando estés en junta con tus pensamientos — sonrió de medio lado —. ¿Cuáles sandías, amor?

— Buenos días, mi amado rayitas — caminó hasta acercarse lo suficiente para besar los delgados labios —. Es que la puerta se abrió por el viento — expresó dejando un beso en la comisura de los labios —. Pues tus sandías... Ese par de nalgas que me andaban bailando.

— ¡Oye! No aprietes las sandías. — Bromeó saltando ante el agarre en sus glúteos.

— Son mis sandías, y quiero un pedacito para desayunar. — Besó los lunares de la espalda, continuando con el agarre en las montañas de carne.

𝐌𝐢 𝐏𝐞𝐪𝐮𝐞𝐧̃𝐨 𝐑𝐚𝐲𝐚𝐝𝐢𝐭𝐨. ||+18|| 𝐊𝐨𝐨𝐤𝐓𝐚𝐞.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora