Como imaginaba, la noche anterior me había despertado y caido de la cama unas cuantas veces. Me desperté con los ojos hinchados y el brazo dolorido, que fue sobre el que me caí.
Me senté en la silla y me dirijí al baño intentando no despertar a nadie, Pablo estaba durmiendo en el sofá, y mis padres que estaban en la cocina, me preguntaron si necesitaba ayuda unas doscientas mil veces.
Me aseé y me vestí lo más rápido que pude.
-¿A dónde vas? -Me dijo mi madre.
-A ver a Mateo. ¿Puedo?
-Te llamo a un taxi...
-Gracias.- lo bueno de ir en silla de ruedas es el bolso, lo colocas a tu lado y es mucho más cómodo. Pero mover la silla es mucho más complicado, la gente tiene mucho mérito.
Me costó bastante abrir la puerta para salir, pero conseguí darle la vuelta a la silla de una manera que dudo que consiga volver a hacer. Y una vez en el ascensor bajé con una señora que no había visto en mi vida, pero tuvo el detalle de esperarme al lado de la puerta para abrírmela al salir.
Mi madre había pedido un taxi de estos enormes, y con rampita para subir, se lo agradecí bastante, tanto, que le llamé por el camino.
-Gracias. -Le dije al taxista después de pagar. Era muy joven y conducía muy rápido, pero había hecho el viaje más divertido.
Ya en el hospital busqué a mi médico por todos los pasillos, hasta que me rendí y fui a ver a Mateo, y cuando iba a entrar, alguien me saludó por detrás.
-Flavia, ¿Qué tal te manejas con la silla?-Era ella.
-Fatal...De hecho, antes te estuve buscando.
-Sí, me dijo Sonia que le habías preguntado, y supuse que estarías aquí.
-¿Podría cambiar la silla por unas muletas? A si no molestaría a todo el mundo a mi alrededor...
-Pero si tienes un brazo escayolado. Y tienes que descansar, las muletas suponen mucho esfuerzo.
-Pero ya no me duele el pie...Con una me bastaría.
-Vamos a hacer una cosa. Cuando estés en casa puedes usar muletas, pero para salir a la calle, ya que vas a estar mucho tiempo y es más cansado, la silla. Y si te va bien vienes a verme.
-¡Gracias!
-Pero ven a verme ¿Ehh?
-Voy a venir todos los días.
-Pues pásate a verme dentro de dos. Y ahora vete a la farmacia que hay en el sótano y coge una muleta que te encargaré yo ahora.
-Gracias en serio.
-Bueno me voy que el busca me reclama. -Nos reímos y después de despedirnos se va.
Abro la puerta de la habitación de Mateo y allí está su madre, que vino el día del accidente.
-Perdona...vuelvo luego.
-No, tranquila quédate.
Nos sentamos las dos a su lado, bueno técnicamente yo ya estaba sentada, pero la sorpresa vino después.
-Así que estáis saliendo. -Me dijo la madre de Mateo.
-¿Cómo lo...?
-Por la manera en la que me rogaba que nos mudásemos aquí, y cuando me llamó para saber que ponerse para el baile...estuvimos hablando y me dijo que iba contigo. -Nos quedamos las dos con él unas horas hasta que aparecieron María y Pablo, que esta se fue dejándonos a solas.
-¿Sabéis que dicen que las personas que están en coma pueden oírnos? -Dijo María.
-Pues yo quiero contarle unas cosas. -dijo Pablo. Y así empezamos a contarle, y a rogarle que se quedase, uno a uno, todos escuchando lo de todos.
Ahí van::