Lo que acababa de ver me había dejado sin palabras, me dolió en lo más profundo de la caja de sentimientos que llamamos corazón, o incluso alma. Es uno de esos acontecimientos inesperados, porque no sabes que van a suceder, y sobretodo, son inesperados en la manera que te duelen profundamente, aunque no te tuviesen que importar. Acababa de ver una traición, aunque no hacia mí, de un ser querido, muy querido mío, sabía que tenían problemas pero, con lo del regalo pensé que todo se había arreglado. Aparté a mi "profe" de un empujón y fui hacia él.
-¡¿Pero tú que haces?!
Pablo me miró y siguió a lo suyo, por lo que me fui, no era bien recibida. Cuando llegue hasta el que injustamente había sido empujado, me disculpe y me fui a casa corriendo. Una hora después llegó Pablo y me dijo que sentía mucho habérmelo ocultado.
-¡Me da igual lo que tengas que decirme! ¡Te estabas liando con unas de mis amigas!
-Ya lo se...pero no le eches la culpa a ella...-No le dejé seguir. Ya sabía que no era culpa de Cecilia.
-¡Pues claro que no! Vete por favor.
-No debería afectarte tanto...solo somos amigos.
-Lo se... Me afecta por tu novia.
-Bueno...eso...
-Lar-ga-te por favor.
Cuando ya estaba más calmada sentada en mi sofá con un bol de palomitas, llamaron a la puerta. Cuando me disponía a gritarle a Pablo que me dejase, que no podía creer lo que le había hecho a su novia, vi una cara distinta a la que iba a gritarle, mi cita del viernes había venido a buscarme unos días antes.