Capítulo 22

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Sophie observó desde su ventana cómo su madre se iba a trabajar. Odiaba mentirle, pero había cosas que simplemente era mejor ocultarle. Cuando el auto de su madre no fue más que horizonte, se alejó del vidrio y bajó las escaleras. Mientras abría la puerta trasera marcó el número de Dave.

—Buenos días, primor—dijo él al contestar, en cierto modo de broma.

Sophie bufó. —Nunca conseguirás una novia de verdad así, Marco.

Dave rio. —¿Quién dijo que quiero hacerlo?

—Lo único que tienes que hacer es tener tu camioneta en mi puerta y no la estoy viendo.

—Estoy buscando al hombre lobo, en cinco minutos estaré allí.

Sophie se detuvo. —Aguarda, ¿Arsen?

—Franz.

Sophie suspiró, aliviada. Estaba segura de que si Arsen se enteraba de lo que iban a hacer, acabaría contándoselo a Blair y eso era algo que no podía suceder. Cerró la cerca y se sentó en un rincón del jardín delantero. De repente, un pensamiento le cruzó por la cabeza. —¿Qué hay de Ian?

—Solo puede ir a la escuela y eso si su madre lo lleva y lo busca. No será fácil integrarlo.

—Bueno, por lo menos estás tú—lo dijo más bien para sus adentros, pero a Dave se le dibujó una sonrisa en el rostro.

—Ya sé que te alegras de que siempre esté a tu alrededor, pero deberías disimularlo.

Sophie no supo qué responder. —¿Estás muy lejos?

Y al instante, una camioneta plateada apareció frente a sus ojos. Dave conducía y Franz estaba en el asiento del acompañante. Tenía los ojos cansados, como si no hubiera dormido.

—¿Tú no estabas con Blair? —le preguntó, al mismo tiempo que ingresaba al auto.

—Está con mi padre. De todos modos, no tardará mucho en extrañarme. —Franz sonrió.

La muchacha suspiró. —Ustedes dos deberían ser mejores amigos.

Ambos chicos sonrieron y se miraron con complicidad, aunque los dos sabían que eso era algo imposible, considerando la situación de cada uno. Pero Franz creía que si Dave estaba ayudándolos con algo que iba tan en contra de sus principios de cazador, quizás podía hacer algo parecido para integrarlo a él a su vida. Nunca había tenido un amigo humano, y los hombres lobos que eran sus amigos no lo eran realmente. Sentía como que ser de la misma especie los forzaba a una amistad que en otras circunstancias nunca sucedería.

—Dobla aquí—le indicó Sophie a Dave. En pocos minutos estuvieron en frente de una casa bastante grande para aquel vecindario. Era de ladrillo visto y tejas negras, con un jardín delantero repleto de pasto verdísimo y flores brillantes. Dave estacionó su camioneta en el ingreso del garaje y luego los tres se bajaron. La construcción deslumbraba entre el resto, abandonadas y sucias, como si a sus dueños no les importara realmente el lugar donde vivían. Franz creyó que todas las casas de brujas siempre se parecían entre sí, pero esta era totalmente diferente; como si cada característica que las brujas tenían, estuvieran intensificadas y reflejadas en un solo lugar.

Sophie sacó una llave de repuesto de debajo de la alfombra y entró con cuidado.

—Mi abuela está afuera de la ciudad, pero hay que tener cuidado con las cosas. Es muy detallista y si cambiamos algo de lugar se dará cuenta en cuanto lo vea. —Cerró la puerta detrás de los muchachos y luego caminó hasta la cocina. Les sirvió agua a ambos, que la bebieron con rapidez.

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