Dos enormes luces a lo lejos le hicieron reaccionar que lo que estaba haciendo estaba mal. El gran camión se aproximaba a una velocidad elevada, pero de todos modos se lanzó al acantilado. Era preferible morir por saltar entre las montañas por ser demasiado valiente que ser atropellada por un camión por ser demasiado estúpida. Pero quizás era demasiado estúpida para saltar el acantilado.
Sentía las rocas clavándose en su piel y rasgándole la ropa. Podía oler el aroma de su sangre mezclado con el de las hierbas y arbustos. Su cabeza parecía fuegos artificiales de las navidades, explotando cada vez más y cada vez con más rapidez y rudeza. El último pensamiento que tuvo antes de quedar inconsciente, fue su hermano y sus ojos de avellana.
Despertó con unos ojos dorados mirándola. Alrededor de ellos, la más blanca y pálida piel que había visto en su vida. Casi podías ver las violetas venas en su cuello. Tenía el cabello rubio colgándole en la frente. Quizás eso le recordó a Chris, o quizás el hecho de que tenían la misma altura y los mismos dientes perfectamente alineados. Pero no era Chris quien estaba ahí, fumando un cigarrillo y observándola como si nunca hubiera visto a una muchacha despertar de una caída imprudentemente intencional.
Tardó en darse cuenta de que estaba acostada. Le costaba respirar y le dolía mucho todo el cuerpo. Por eso gritó en cuanto quiso enderezarse y mirar a su alrededor. El muchacho que fumaba a su lado soltó el cigarrillo con delicadeza y luego se le acercó. Le dedicó una mirada que no supo descifrar y luego puso su mano en su espalda. De un solo movimiento la ayudo a sentarse. Blair cerró los ojos. Esta vez no le había dado tiempo a reaccionar y gritar, pero no era que el dolor había desaparecido; al contrario, había aumentado. El chico seguía mirándola cuando abrió los ojos, así que desvió la mirada a su propia pierna, que llevaba unos pantalones desgarrados y rotos. Una herida profunda y larga le hizo estremecer.
—Tranquila—le dijo el chico, con voz más ronca de lo que Blair imaginaba. Supuso que era por fumar. —Sanarás rápido. Los que son como tú lo hacen. La forma en la que el muchacho se movía, la forma en la que la miraba, le sonaba levemente familiar.
— ¿Tú eres como yo? —le preguntó luego de un rato, sorprendida de que supiera qué era.
Él casi rio, y sus palabras se clavaron en ella dolorosamente. —Yo soy un vampiro, querida amiga.
Con todas sus fuerzas se apartó de él, casi arrastrándose por la superficie en la que estaba. Cuando la observó bien, descubrió que era una cama algo improvisada.
—Estás destendiendo las sábanas que con mucho esfuerzo y dedicación te preparé.
Lo miró, extrañada.
—Sé lo que estás pensando—dijo, encendiendo otro cigarrillo—. "¿Por qué este guapo, pero cruel vampiro me está ayudando?" La respuesta es...—El fuego de su encendedor se desvió al cigarrillo y él se lo metió en la boca. —Que me preguntaba por qué una mujer lobo saltaría por un acantilado a altas horas de la noche, casi como un suicidio. No te estabas tratando de suicidar, ¿verdad? Porque en ese caso...discúlpale por arruinar tu intento.
—No—contestó, mientras observaba su herida sanando. —No estaba intentando suicidarme. Estaba intentando salvarme.
— ¿De qué?
—De un camión.
Arqueó las cejas. — ¿No podías simplemente moverte del otro lado de la calle?
—No lo pensé—confesó. Saltar por el acantilado era lo primero que se le había ocurrido.
— ¿Eres Blair?
Asintió, muriendo por preguntarle cómo lo sabía.
—Esos humanos tontos que te llamaban a gritos... ¿por qué te juntas con ellos? ¿No tienes una manada o algo?
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Moonlight
WilkołakiBlair siempre había sospechado cosas sobre su pasado, sabía que ella no era como su familia, y le hizo falta dejar de tomar sus pastillas anti epilépticas para darse cuenta que cosas extrañas le estaban sucediendo. De pronto tiene amigos, y dos chic...