Capítulo 23

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—¿Este? —Dave tomó el enésimo libro de tapas verdes que vio entre un montón de otros libros y se lo mostró a Sophie, que lo tomó en sus manos para luego dejarlo en el suelo. Se sentó junto a aquel libro, observándolo con recelo. ¿Cómo podía ser que ninguno de aquellos libros verdes fuera el que estaba buscando? Recordaba que era verde, tenía la imagen de su abuela dándoselo cuando era pequeña, verde y brillante a la vez, único, inigualable; y todos los libros que habían visto hasta ahora no eran nada fuera de lo normal.

Dave notó el cansancio en los ojos de Sophie y le sonrió desde donde estaba. Caminó hacia ella y se sentó a su lado. —Quizás deberíamos descansar.

Sophie notaba la mirada de él sobre ella, como si la estuviera admirando, como hacía él con cada mujer que veía. Lo miró, para evitar que él pensara que la intimidaba. —No, no podemos descansar. Vladimir está buscando la cura, April está detrás de Vladimir, estoy segura. Y también estoy segura de que Blair se emociona al oír la posibilidad de no ser un hombre lobo. Tenemos que encontrarla, o por lo menos saber dónde encontrarla. Dios...estamos tan cerca y a la vez tan lejos.

Dave suspiró. Le encantaba la forma en la que Sophie hablaba, rápido y como si estuviera estresada. —Sí, tienes razón. —Había aprendido que lo mejor que se le podía decir a una mujer era eso. —Pero podemos regresar luego. —Con cuidado acercó su mano al rostro de Sophie, donde un mechón castaño le tapaba la mitad del ojo. Se lo apartó, esperando que Sophie reaccionara, pero ella permaneció quieta. —Luces cansada.

Sophie asintió con la cabeza, que luego recostó en el hombro de Dave. —Lo estoy.

El muchacho sonrió al sentir el cabello de Sophie rozándole el rostro, agradeciendo que ella no pudiera verlo. Ni siquiera él mismo reconocía esa sonrisa como propia. No era como las demás sonrisas que esbozaba al estar con una chica; esta era...sincera. Pasó su brazo por la espalda de Sophie y la atrajo más hacia sí. Ella no dijo nada, solo cerró los ojos, dejándose llevar. Pero luego recordó aquella noche, en la casa de Dave, cuando él había pasado de ser Dave Marco a ser solo Dave. Alzó la cabeza, mirándolo de reojo.

—¿Tu madre está muerta? —Sophie sabía que era una pregunta un poco punzante, pero Dave parecía ser diferente cuando estaban ellos solos. En el instante en el que Franz los había dejado para volver a su speluncam, Dave había parecido perder un peso de encima, como si necesitara fingir que era una persona que no era cuando estaba con los demás. Pero con ella era diferente, y Sophie podía notarlo. Podía notar cómo sus músculos se relajaban y sus ojos se suavizaban.

El muchacho negó con la cabeza y Sophie sintió alivio. —Nos abandonó cuando tenía nueve o diez años. Le he preguntado a mi padre qué sabe de ella miles de veces, pero nunca parece saberlo. Pero sé que miente. Estaría mucho más preocupado si de verdad no lo supiera. La amaba, ¿sabes? De esa manera en la que no se puede amar dos veces.

Sophie se estremeció al oír la voz de Dave quebrándose. —Lo siento, no debería haber preguntado.

Él la apartó con suavidad, hasta quedar frente a frente. —No, está bien, quiero hablar de ello. Nunca lo he hecho realmente.

—¿De verdad?

—¿Qué es lo que te sorprende? ¿Que quiera hablar de ello o que quiera hacerlo contigo?

Sophie sonrió. —Ambas. No pareces ser de esos que comparten sus sentimientos.

—No lo soy. Solo quiero compartirlos contigo.

Eso sorprendió a Sophie, pero una parte de ella le decía que Dave sabía qué decir en cada situación. —¿Por qué?

Se encogió de hombros. Luego depositó sus ojos en los de ella. Las palabras que sus labios nunca habían pronunciado salieron de ellos sin pensarlo dos veces. —Creo que siento algo por ti.

MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora