Es simplemente absurdo y exasperante que me sienta tan confundida.
Que me debata entre querer o no querer.
Por otra parte, todo parece confabularse para unirnos.
A.C..
Estaba dando vueltas en mi cuarto, cansada de estar encerrada, así que me coloqué un mono deportivo, mi sudadera y los Nike, que usaba para salir a trotar cuando mamá me convencía de que el sedentarismo no era bueno para la salud. Bajé y salí a dar un paseo corto por el conjunto residencial.
La brisa estaba muy fresca y las nubes estaban cubriendo el atizante sol de la Pascua, caminé más de la cuenta hasta llegar al parque en las afueras de la residencia, observé mientras me columpiaba, como comenzaban a llegar las personas para ejercitarse.
Pero, todo era en vano. La salida furtiva no estaba funcionando, no podía dejar de pensar en Sebastian, estúpido mi cerebro quería pensar solo en él, como si no hubiesen suficientes cosas en que pensar como por ejemplo el calentamiento global, la aparición de una sirena en alguna parte del mundo, la pobreza extrema de algunos países, la guerra o la desaparición del vuelo 370; en fin tantas cosas que pensar y yo estaba allí, pensando en el nuevo chico de mi sección.
Solté un respiro en señal de clemencia cuando lo vi. Mis ojos se resistían a creerlo. Cerré los ojos ya pensando en que todo era un espejismo producto de mi cerebro. Pero era cierto, Sebastian Halls, bajaba de su carro justo frente a mis ojos, fue mirarlo y comenzar a sentirme mareada de nuevo, el aire me faltaba y yo solo quería desaparecer.
—Por favor, que no me mire —rogué entre dientes, mientras fijaba la mirada en otro punto del horizonte.
No lo mires tú, idiota. Hablaba mi razón como si la necesitase.
Pero no podía haber perfección ¿Cierto? Minutos después quería matar a Sebastian Halls, en fracción de segundos, mi corazón lo odiaba, cuando Brenda apareció para completar el panorama.
¡Brenda! ¡Brenda! Podía explotar su cerebro para que dejara de existir.
La observé bajar del auto de su papi, caminando por la vereda para encontrarse en el centro de la plaza con el idiota de Sebastian Hals. Ella muy sonriente con su cabello azotado por la brisa y contoneando las caderas como toda casquivana.
¡¿Rayos esa mierda, eran celos?!
Desde mi lugar seguí observándolos y odié cada minuto de aquella tarde. Me arrepentí de no aplicar sedentarismo. Mi madre y sus consejos.
Cerré los ojos en rendición, no podía hacer nada, el muy idiota era como el resto, moría por las inanes, comenzaba a creer en eso de que ellos las prefieren brutas sin importar si eran rubias.
Me coloqué de nuevo mis audífonos, y supliqué por algo que apaciguara mi mal humor. Me mecí en el columpio hasta que sentí deseos de devolver el estómago, entonces me detuve y caminé alrededor del parque, tratando de olvidar a los indeseables y que se encontraban tomando algo en el cafetín de la plaza.
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Hijos del Sol y la Luna
FantasyAlessandra Cid y Sebastian Halls, se verán envueltos en un amor que será sometido a la prueba más fuerte... El interés de él por ella, despertará suspicacias y tendrá como rival de sus sentimientos a la propia Alessandra... Esta historia de amor co...