Una extraña sensación

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Una extraña sensación

El día amaneció nublado, mi ventana estaba completamente empañada, afortunadamente el frío era más llevadero en la mañana, aunque de seguro extrañaría el sol.

——¡Alessandra! ——mamá gritó a los pies de las escaleras.

Corrí a bañarme y vestirme lo más rápido posible, trencé mi cabello y dejé algunos sueltos por mi rostro y el flequillo de lado, me maquillé un poco, solo polvo, brillo labial y algo de blush, agarré mi bolso y bajé rápido por las escaleras cuando mi mamá volvió llamarme.

——Estoy aquí ——respondí dejando mi bolso sobre el sofá.

——Desayuna antes de irte ——pareció más una advertencia.

——Voy a llevarme el auto, hoy ——respondí luego de darle un mordisco a mi arepa.

Mamá me miró como si no pudiera creer que era su hija la que estaba hablando.

——¡Aleluya! ——la voz de Alberto me sobresaltó y sonriendo se sentó a la mesa.

——¿Y a qué se debe eso? ——mamá preguntó.

——A que mi amigo-chofer de turno le ha dado por desaparecer ——respondí——, además pienso llevarme el Chelo para practicar en mi hora libre en el liceo.

——¿Estás segura que quieres conducir? ——mamá siguió preguntando.

——Mamá ten un poco más de confianza en mi ——dije con un fingido puchero.

——Me parece bien, que lo uses pero deja que revise antes si está bien de gasolina y el aceite, hace meses que no lo conduces... ——me convino Alberto.

——¿Tardarás mucho? ——torcí mi boca.

——Voy a hacerlo ahorita para saber si podrás conducirlo ——se levantó hasta el garaje, y mamá seguía mirándome como buscando encontrar la respuesta a mi enigmática actitud.

——Y... ¿para qué vas a practicar con tu Chelo? ——preguntó mi mamá escrutando mi rostro.

——Pues... habrá una audición para los conciertos de fin de año y, quiero participar ——le dije en mi tono más ligero.

——¿Qué es lo que está sucediendo? ——preguntó icástica.

——Nada ——respondí con seguridad——. He decidido que es hora de mostrar que tanto he obtenido de mis clases de música.

——¡Uh-hum! ——ella enarcó la ceja, como diciendo: fingiré que te creo, jovencita.

——Voy a ayudar a Alberto ——tomé lo que quedaba de mi desayuno y el vaso de jugo.

——¿Y de cuándo acá tu sabes de carros? ——preguntó mi madre riendo.

——Nunca es tarde para aprender ——respondí subiendo y dejando caer el hombro.

Miré el cielo gris y no pude evitar recordar el día de lluvia con Sebastian, respiré profundo y me concentré en las gotas de lluvia que descendían con lentitud desde las ramas más bajas del árbol y entonces recordé la condenada rama que no me dejaba dormir cada vez que había viento o lluvia.

——Creo que... deben mandar a podar el árbol frente a mi ventana ——dije observando hacia la ventana.

——Si ——Alberto asintió——, tal vez sea buena idea mandar a cortar algunas ramas ——él sonrió colocando una de sus manos en mi hombro——. ¡Tu carro está listo!

Hijos del Sol y la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora