Seguí sintiéndome invadida tras la conversación con Marco. Aun no entendía como había llegado a sentir todo eso, pensé que se debía a lo reciente de esa pesadilla y a la dichosa profecía de Lima, la noche anterior.
Mi cabeza, era todo un caos. Aun así, pude terminar las clases sin más momentos perturbadores, y casi victoriosa. Leivic, se acercó antes de que terminara la última clase, y quedamos de encontrarnos en el entrenamiento de Jay y Raúl, quien no había asistido a clases, para poder estar al día con el equipo, me quedaría solo para hacer unos últimos apuntes que el profesor había dejado en la pizarra.
No había tenido otro encuentro con los Halls, específicamente con Sebastian, hasta aquella tarde al final de las clases.
Mi cabello se agitó como si alguien lo hubiera soplado, pero la brisa que se colaba por la ventana, difícilmente podía llegar hasta mi, y por el sol y el cielo abovedado del patio central, demostraba que la brisa no podía pasar más que de un tenue murmullo, no había manera de que esta llegara hasta donde me encontraba, al menos no con fuerza para que agitase mi cabello. Luego fue mi lápiz, salió disparado de mi mano como si me lo hubieran arrebatado, seguí el curso del mismo que fue a detenerse justo a los pies de alguien frente a mí.
Levanté la mirada recorriendo de pies a cabeza lentamente su cuerpo como si pudiera deleitarme con cada mirada, pero ya mi estúpido corazón lo sabía incluso antes de mirar sus botines guess negros. Mientras él levantaba mi lápiz, cuando estuvo ante mí y mis ojos descendieron en el pozo de los suyos, me perdí por completo.
—Creo que esto te pertenece —dijo con su cautivante voz. Asentí.
—Gracias —murmuré mientras lo dejaba en mi mano.
—Quería... —sonrió haciendo una pausa y yo seguía sin poder apartar la mirada de él—, quería disculparme —recalcó con más seriedad—, por lo de esta mañana, no fui cortés ni amable.
—¡Ah! Eso. Supongo que ahora eres sol... —murmuré con sorna, recordando mi comparación anterior, él me miró inquisitivo. Obviamente no entendía mi chiste—. Ya sabes, cálido y amable, no como la luna, frío y distante. Ya, olvídalo es algo mío.
—¿Me comparas con el sol y la luna, según mi estado de ánimo o el tuyo? —Inquirió sonriendo, absurdamente sensual.
—¿Yo? ¿Qué tiene que ver mi estado de ánimo con esa comparación?
—Que si de eso se trata, entonces tu, eres más luna —No pude evitar abrir mis ojos por el vuelco inesperado de la apreciación que ahora encajaba conmigo.
—Tienes un buen tino para disculparte —le acusé seriamente.
—¿No te has puesto a pensar que tenemos mucho más en común de lo que crees? —Preguntó, acercándose a mí para colocar un mechón de pelo, tras mi oreja. El escalofrío me recorrió desde la columna vertebral hasta el cuero cabelludo.
—No —traté de que mi voz no se oyera débil, no lo logré.
Su mirada duró mucho más tiempo en mí. ¿Qué era lo que me pasaba con él? Quería alejarme, pero no podía, todo en mí se despertaba con su sola presencia, atrayéndome hacia él con una fuerza centrífuga inexorable.
—Me gustas... mucho y ya no está siendo un secreto —murmuró, acariciando mi mejilla, algo malo para mi corazón que parecía una locomotora.
—Ya me lo dijiste, antes —murmuré bajito, completamente embelesada con su mirada.
Su rostro se inclinó frente al mío y se fue acercando poco a poco, sin despegar el azul intenso de sus ojos de los míos, tensó su caricia en mi rostro y alzó un poco más mi barbilla para llegar a mis labios.
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Hijos del Sol y la Luna
FantasyAlessandra Cid y Sebastian Halls, se verán envueltos en un amor que será sometido a la prueba más fuerte... El interés de él por ella, despertará suspicacias y tendrá como rival de sus sentimientos a la propia Alessandra... Esta historia de amor co...