La profecía

72 10 11
                                    

                                                                 La profecía

Las clases finalizaron sin ningún suceso o acontecimiento, procuré no pensar en la sensación de estar siendo observada, y olvidé el miedo construyéndose en las paredes de mi estómago. Llevé el auto al concesionario para el chequeo que me sugirió, Alberto y esperé hasta que estuvo listo.

Estaba tan cansada que en lugar de ir con el resto a visitar a mi accidentada amiga, preferí llamarla. Pasamos, hablando tanto tiempo hasta que me dio sueño y me quedaba dormida, en medio de la conversación.

Desperté justo a tiempo para ir a las clases de música, llegué cuando ya había comenzado el profesor, pero me escabullí sin mucho ruido, claro que eso no resultó de nada.

—¡Alessandra! Llegas tarde —el profesor me miraba con las cejas levantadas.

Musité una disculpa y ocupé mi asiento. La clase, marchó bien durante la hora que estuvimos en ella.

—¿Qué pieza, escogiste? —El profesor, me preguntó antes de salir.

—¡Oh! —Fruncí mis labios—. Pues, he decidido componer una pieza, y quería saber, ¿si se puede participar con algo inédito?

—¡Vaya! Pues, no me esperaba que compusieras algo. No siempre has estado tan motivada —él se sentó en el borde de la mesa—. Me gustaría escuchar algo de eso.

—La verdad es que... estoy en la etapa creativa y hasta ahora solo he realizado un pequeño esbozo, no he... terminado de arreglar nada.

—Está bien, ¿pero que te parece si para la próxima clase, traes lo que tengas? Puedo orientarte —el profesor se ofreció amablemente.

Salí, lo más rápido que pude, al ver que relámpagos surcaban el cielo, la brisa también estaba más fuerte, así que me hice a una idea de cuanto podía tardar en caer la lluvia. Subí mi Chelo al asiento trasero del auto y justo cuando estaba por arrancar, unos dedos traquetearon en el vidrio.

—¡Hola! —Lima, me saludaba.

—¡Hola! ¿Necesitas algo? —Pregunté por cortesía, porque realmente no éramos amigas.

—Si, verás. Los chicos se fueron y me he quedado sola, bueno realmente me han dejado tirada —rectificó con una sonrisa nerviosa.

Eso era extraño, por lo general ella siempre tenía con quien irse y su grupo era inseparable.

—Me preguntaba, si podrías llevarme —sonrió de nuevo.

—¡Ah! Claro. Sube —le dije sonriendo.

—No sabes cuanto te lo agradezco —añadió subiendo en el asiento del copiloto con su Chelo acuestas.

—No hay de que —estaba siendo demasiado amable, con ella. Después de todo no tenía porque ser una paria, con mis compañeros de música.

—¿Cómo te preparas para la audición? —Ella estaba tratando de ser amigable, pero realmente no era de las personas que le daba entrada a otras en mi vida.

—Bien, la verdad no he practicado demasiado, entre los deberes de la escuela y otras cosas, he tenido poco tiempo de preparar algo —no mentí, solo omití algunas cosas.

—Pues, es muy bueno que audiciones, aquí entre tu y yo... son muy pocos los que se destacan en este instrumento —ella reflexionó acariciando la funda de su Chelo.

—Es una buena oportunidad, si es a la música a lo que queremos dedicarnos.

Hubo un silencio instaurado por minutos inconmensurables, hasta me sentía incómoda. Era ese tipo de silencio que dejaba ver que había algo que decir y que no nos atrevemos por temor a que no sea tomado en serio.

Hijos del Sol y la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora