La llegada. El chico Nuevo -Parte I

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Hola a todos!!! Disculpen mi tardanza... es que en mi proceso de edición he tratado de mejorar el capítulo, agregándole más diálogos... Espero lo disfruten. Recuérden su voto es importante y sus comentarios también, tu mejor apoyo aparte de leer la historia es apoyar con la estrellita...

Besos y corazones... no olviden, comenten, voten y compartan, nuestra inspiración merece ser retribuida... jajaja.

                                                                        La Llegada

                                                                                                                                                        Diario:

Tengo una extraña sensación...ha de ser porque han vuelto. Su voz. Esa voz... ¿La habré soñado?¿Crees que sea un presagio? Estoy confundida, o quizá haya sido aquel sueño. Sí, de nuevo. Sólo sus ojos y esa voz. ¿Por qué esa voz?

                                                                                                                                                                      A.C.

Dejé el diario sobre el escritorio del computador y me levanté un poco más desahogada.

—¡Lunes! —Exclamé entre bostezos.

Estaba por aclarar y aparecer el sol radiante de La Pascua, me levanté poco a poco de la cama, entré al baño y abrí la ducha mientras me desvestía para bañarme, me detuve al verme al espejo mi rostro se veía palidecido más que de costumbre y las estúpidas ojeras se hacían  cada vez más evidentes en su tono morado grisáceo; de seguir así lo próximo serán las bolsas que se formarán debajo de mis ojos. —¡Genial! —me dije a mi misma, y me metí bajo la regadera.

Busqué el uniforme del liceo, no era de un color vivo pero al menos el beige y el azul, lucía en todos aun cuando hacía verme más amarilla de lo normal, recogí mi cabello en una cola de caballo y saqué mi flequillo el cual conservaba desde pequeña, bajé rápido a tomar el desayuno, aunque sin sentarme al comedor, mi madre ya estaba levantada y Alberto estaba por salir al trabajo.

—Alessandra —me llamó mamá. Volteé a mirarla mientras terminaba de arreglar las cosas en mi bolso.

—¡Podrías sentarte a desayunar, al menos! —dijo en reclamo a mi manera de desayunar cada mañana.

—¡Lo siento! —Me disculpé mientras terminaba de tragar una rebanada de sándwich.

—Esta noche estoy de guardia en el hospital. Así que ya sabes, te quiero temprano en la casa, cariño —nos recordó, claro que el recordatorio no iba dirigido para Alberto, sino para mí. La miré y moví la cabeza en señal de que había captado.

Sí. Mi madre, todo una cerebrito, médico cirujano; trabaja en el hospital del pueblo, es tan exigente conmigo como lo es con su trabajo, vivimos de manera modesta, no somos ostentosos y nos parecemos en que somos testarudas y en los ojos marrones y pequeños con las espesas y largas pestañas, asumí siempre que el color de mi cabello vendría por la genética de mi ausente padre.

—Bueno, nosotros por lo pronto nos vemos a mediodía para almorzar —dijo Alberto mientras se despedía de mamá con un beso. No entendía como a pesar de los años en convivencia seguían queriéndose tanto, o quizá sea costumbre bien dicen, que la costumbre es más fuerte que el amor.

—Y nosotros señorita ya podemos irnos, no se está permitido que tú y yo lleguemos tarde a nuestros deberes —bromeó con eso, pero era muy cierto, al menos para mí. Él era jefe, si quería llegaba tarde sin tener que responder a nadie por ello, le sonreí y me adelante a llegar al carro.

Hijos del Sol y la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora