Entre las Sombras

91 15 2
                                    

Al llegar a casa, mamá se encontraba sumergida en sus crucigramas, Alberto tardaría en llegar unas horas más por lo que sería una tarde madre–hija, solo grité para avisar que estaba en la casa mientras me escabullía a mi habitación aprovechando que ella no estaba al alcance de su vista.

––¡Hey, hey! Alto ahí, señorita —dijo mi madre asomándose desde la cocina.

––¡Hola, mamá! ––dije con resignación.

—Llegas temprano a la casa y me imagino que no almorzaste en el liceo. Ni creas que te vas a escapar —agregó llevándome por los hombros casi a arrastras hasta el comedor; donde se encontraban dos platos ya con la comida servida.

—Mamá, por favor no tengo hambre. Además, ¿que eres adivina? ya hasta tienes la comida servida ––protesté.

—Sin protestas señorita, por eso es que te dan los dolores de cabeza, una mala alimentación —habló la médico y la madre, pensé. Decidí callarme de nada serviría que objetara o me opusiera, ella siempre se salía con la suya, me lavé las manos y me senté dispuesta a comer.

No tenía escapatoria, ahora estaba a merced de mi madre.

—¿Cómo estuvo tu día? Quiso saber,

—Normal. Supongo ––le resté importancia porque aun me sentía perturbada y triste.

––Hoy es el aniversario de la muerte del hermano de Raúl ¿Cierto? ––mamá tenía una muy buena memoria.

Asentí.

––Creo, que Esther aún no lo supera ––acotó.

––Así es. No sé, realmente tengo tiempo que no la veo ––Dejé de ir después de una de las crisis que tuve que presenciar. Raúl, también me lo había pedido y acepté, las cosas no eran más fáciles para él.

––¿Deberías de invitar a Raúl a cenar esta noche? ––Me propuso, no le vi nada mal de seguro le haría bien, a eso se debía su irritabilidad, pero él se empeñaba en no mostrarse tal cual era.

––Es una buena idea, mamá ––le sonreí y continué con el almuerzo. Pero ella seguía mirándome como evaluando lo que iba a decir.

––Hum... has estado teniendo las pesadillas ¿no es así? ––dijo pretendiendo no hacer énfasis en el tema.

Comenzaba la inquisición española, tomé un ravioli y lo llevé a mi boca.

––Las normales... ––quise parecer lo más natural posible, pero sabía que ella ahondaría más en el tema.

––¿De cuándo acá se han vuelto normales? ––ella argumentó––. Eso es lo que ha de tenerte cansada, has pensado en hablar de ello...

––Mamá ––dije negando con la cabeza, ––No quiero hacer un show de todo esto, de verdad... estoy bien ––le insistí.

––Bien, sólo quería que pensaras en eso ––sonrió fingiendo no preocuparse.

¿Hablar de ello? Si cuando lo hacía llegué a pensar que estaba loca.

––Madre, procuro que mis sueños no atormenten mi realidad y no voy a ir con un psicoloco ni a terapias. ¡Estoy bien! ––puntualicé.

––Antes te ha ayudado hacerlo ––dijo tratando de persuadirme para que aceptara su propuesta.

––Y entonces, así como han llegado se han ido y... ¿Qué ha pasado al cabo de un tiempo? Regresan madre ––la miré esta vez procurando que tomara en serio mi opinión––. Ya no tengo hambre.

Hijos del Sol y la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora