Culpable e Inocente

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¿Cómo podía alejarme de él, si había una fuerza mucho más fuerte que mi misma pugnando entre la razón y mis sentimientos?

Quería descubrirlo todo, saberlo todo...

Había llovido en la madrugada, comenzó una vez que había decidido tocar el piano, lo dejé de hacer por temor a que podría haber despertado a Alberto. El viento mecía estrepitosamente las ramas de la acacia frente a mi ventana y las gotas de lluvia se deslizaban por la misma como si esta llorara, la lluvia siempre traía tristeza y una especie de perturbadora soledad. Mi habitación, se enfrió y luego de media hora lloviendo supe que no iba a parar por el resto de la noche, con lo que me limité a acostarme.

La mañana estaba perfumada por el olor a tierra mojada, las gotas caían del dosel de las hojas con un pequeño e incesante goteo, cayendo sobre mi cabello. Pensé que sería un enorme desastre ese día para mi cabello al enfrentarse a la humedad, debido a que estos se engrinchan como el lomo de un gato al tocar el agua. Me gustaba la lluvia y mucho, pero la detestaba cuando tenía que salir hacia ella o los residuos de la misma que quedaban en todas partes. Miré el cielo a través de la ventana de mi habitación y observé nubarrones grises, moverse parsimoniosas en el cielo, iba a seguir lloviendo. Busqué un abrigo con capucha y me lo coloqué.

Autoricé el paso de Raúl a la residencia y salí a esperarlo en el portón. Su obvia seriedad me turbó de momento, así que opté por ignorarle, si es que debía decir algo lo haría, callarse las cosas no estaban dentro de sus estándares. Salí al porche de la casa a esperar por él, cuando finalmente estacionó en frente, subí la capucha de mi abrigo, me coloqué mi bolso y salí afuera.

––¡Hola! ––le saludé, metiéndome rápido en el carro.

Emitió un "hola" que a duras penas pude oír. Me preocupé por su falta de efusividad.

––¿Te pasa algo? ––Pregunté––, estás muy callado. Si no podías venir, solo tenías que avisar ––le dije mostrándole mi celular.

––No, es solo que papá se puso algo intenso antes de salir de casa ––contestó con amargura––, pero no es por ti te lo aseguro. Es más mira... ––se volteó ligeramente hacia mí y pasó su mano enfrente de su cara para cambiar su rígido rostro por uno más amigable.

––¿Pero está todo bien con ellos? ––sabía del infierno en su casa, luego de aquella tragedia que golpeó a su familia.

––Lo está. Es solo que, hoy es el aniversario de muerte de mi hermano ––me recordó.

––¡Qué bruta! Lo siento, Raúl. No me he fijado en la fecha ––fui sincera, de verdad estaba tan despistada.

––Es solo una fecha, Alessa ––dijo él evitando seguir con el tema.

Ver a mi mejor amigo tan afectado cada año me ponía el corazón chiquitico. No ha sido fácil para él tener que soportar toda la carga, sus padres parecieron olvidar que él era su otro hijo, un motivo más para ser capaces de seguir adelante.

––¿Le harán la misa de aniversario? ––inquirí. Cada año iba con él a la misa.

––¡Sí! ––Respondió con incomodidad––, ellos nunca olvidan. Se pueden olvidar de todo, menos de él.

Sabía porque lo decía.

––¡Oye Ale! ––dijo dubitativo y apretó las manos sobre el volante antes de volver a hablar. Lo miré especulativa.

Le estaba costando decirme lo que quería, con lo que asumí que se trataba de algo más incómodo para él que para mí.

––Vamos, Raúl. Let it go ––suavicé la mirada.

Hijos del Sol y la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora