Capítulo 1: verano

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Hermione se encontraba en la casa familiar pasando el verano con sus padres. La guerra había acabado y ahora estaba disfrutando de unos días en familia.

Mientras sus padres se encontraban en la clínica dental, ella hacía la comida. Disfrutaba de esos pequeños momentos, le encantaba comer con sus padres. Sus padres acababan de hacer reformas en la clínica ya que les iba muy bien. Hermione estaba encantada de regresar a su vida normal, sin tener que vigilar sus espaldas.

Quería disfrutar lo máximo de sus padres antes de ingresar en la academia Zorshon. Esta academia era el preámbulo para entrar en el departamento de leyes mágicas. Ahí les enseñarían todo lo necesario sobre derecho y las leyes vigentes y pasadas.

Hermione estaba muy ilusionada. Había sido seleccionada y sus padres le habían pagado los estudios. Si sacaba buenas notas, el trabajo de sus sueños sería suyo. Hermione estaba decidida a conseguirlo. Ya había pensado muchas veces en las reformas que le gustarían hacer. Sabía que no podía llegar de la noche a la mañana exigiendo cambios, pero le gustaba soñar con que su aportación favorecería a un mundo mejor.

Esa noche había quedado de ir a cenar a casa de los Weasley. Harry y Ginny tenían algo importante que comunicarnos a todos. Hermione ya se lo imaginaba, pero no quiso decir nada, ya que Ron con lo inocente que era, aún no se había dado de cuenta. Se alegraba mucho por sus amigos, incluso su madre le había convencido de comprar un vestido. Era negro, de corte clásico, muy versátil. De tirantes, con un escote en forma de corazón que denotaba un pequeño escote, nada exagerado. El vestido era ajustado hasta la cintura, después cogía un poco de vuelo hasta la rodilla. En la cintura tenía un cinturón decorado con pedrería que se podía sacar.

Sus padres llegaron pronto, raramente pasaba. Terminó de poner la mesa y salió a recibirlos. Sus padres, dejaron los maletines en la entrada y le dieron un beso a Hermione.

-La comida ya está.

-Nos lavamos las manos y vamos- le dijo su padre.

-Voy sirviendo la comida- les anunció Hermione.

Pronto aparecieron en la cocina. La señora Granger, estaba muy contenta.

-Cariño, tienes que venir a ver la consulta, por fin está acabada.

-Mañana, después de comer iré.

-Cierto, que esta noche tienes una fiesta.

-Jane, no agobies a la niña- la rescató el señor Granger.

-No lo hago, mañana sí. Quedas avisada.

-De acuerdo, mama.

-Por cierto, aún tienes que explicarme ese viaje tan raro que hicimos a Australia.

-Otro día, mama.

-Bueno, pero a cambio me dejas ayudarte a ponerte guapa.

-Ya te he dicho que no. No quiero que Ron me vuelva a malinterpretar.

-Eso no tiene nada que ver.

Pronto acabaron de comer. Hermione recogió todo, durante los días que estuviera en su casa ayudaría a sus padres en todo lo que pudiera. Lavó los platos y limpio la cocina. Se fue a su habitación a leer un rato. Estaba tan sumergida en la lectura que no se enteró cuando llegó su madre hasta que abrió la puerta de su habitación de golpe.

-¡Mama! Me has dado un susto de muerte.

-¿Y qué esperabas? ¡Mira qué hora es y tú sin arreglarte!

Hermione miró el reloj.

-Aún quedan dos horas- comentó tranquila-¿dónde está papa?

-Sigue trabajando, yo he venido antes para ayudarte. Hoy pienso enseñarte por enésima vez a maquillarte, peinarte y combinar la ropa y accesorios.

Resquicios de orgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora