Capítulo 18: sopla las velas

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Sonrió por el gesto tan caballeroso. No recordaba a nadie que se hubiese portado tan caballerosamente con ella. Pensaba en Viktor Krum, pero sus gestos toscos, restaban elegancia.

-Sabiendo que iba a ser una cena especial, me hubiera vestido para la ocasión- comentó Draco mientras se sentaba.

-Zoty me dijo que iba a ser una buena cena- comentó recordando las palabras del elfo.

-Sí, eso le dije. Me apetecía algo diferente.

-¿Hoy es un día especial?- preguntó de forma directa. Se mordió la lengua y se maldijo mil veces. Había sido demasiado brusca y así no conseguiría que el chico se abriera.

-Antes lo era, ahora es solo un día más. La importancia de los días es la que se le quiera dar- le dijo mientras tenía la mirada perdida en la pared.

-Hay momentos que son especiales aunque parezca que carecen de sentido y valor para uno mismo- no quiso tentar al destino y no presionarlo, sino alentarlo a que hablase.

-¿Sirvo la cena, señor?- preguntó Zoty.

-Sí. Quiero saber que delicias habrás preparado- comentó.

-Gracias, señor- desapareció.

Se quedaron unos segundos en silencio, mientras se deleitaban con la comida.

-¿Qué opinas? ¿Te gusta?

-Nunca había probado este plato, pero está muy rico- dijo sinceramente, mientras probaba otro bocado.

El chico estaba disfrutando tanto de la cena como de la compañía. Le gustaba en la forma en como degustaba la comida, como si fuera el último manjar del mundo. Pensaba en que le gustaría mostrarle el lugar del jardín donde cenaba con sus padres. Era momento de empezar nuevos recuerdos y quería comenzar con uno de ella. Al fin y al cabo estaba siendo una gran compañía. Siempre le gustó tener intimidad y privacidad, pero al pensar en regresar a su casa, no pensaba en una gran casa, deshabitada, si no en una casa en donde había alguien que esperaba por él. Era una sensación bastante reconfortante.

-Puedes pedirle a Zoty la comida que quieras.

-Reconozco que en cuanto a comida mágica no tengo mucha idea. Pero me gustaría probar cosas nuevas.

-¿A parte de la comida habría algo más que te gustaría probar?- preguntó divertido, pensando en las ocurrencias que podría tener la chica.

-Hay muchas cosas, pero hay un sueño que tenía de pequeña- se inclinó un poco hacia delante y se le iluminaron los ojos.- Cuando íbamos a una librería, deseaba que mis padres se olvidasen de mí y me dejasen toda la noche encerrada y así poder mirar todos los libros que allí había. Mis padres no me querían comprar todos los libros, así que mi deseo era quedarme de noche y poderlos mirar todos.

-Si quieres te puedo dejar encerrada en la biblioteca.

-Muy gracioso- dijo sarcástica la chica.

-Para darle más realismo, hasta te apagaré las luces.

-Tenía ocho años- dijo a la defensiva.

-A los ocho años yo quería ayudar a mi madre con sus rosas y una tarde, regué las plantas con agua a mucha potencia. Descapullé todos los pétalos. Quise arreglarlo, pegando los pétalos. Pero eran muchos y tenía más pétalos pegados a mis dedos que al tallo. Deseé que mi madre no se enterase y para ello, la mantuve ocupada por dos días enteros. Estaba tan arrepentido que es noche tuve pesadillas con una gran tormenta. Le dije a mi madre la pesadilla que tuve. Mi madre me consoló y me dijo que no había sido una pesadilla, sino que había sido real. Que la tormenta se había llevado sus rosas. Años más tarde me confesó que me perdonó debido a lo mucho que se rio esos dos días, de mis ocurrencias. La verdad es que hice de todo para mantenerla ocupada.

Resquicios de orgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora