CAPÍTULOVIII

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Diario de Angela Montenegro
20 de septiembre
Otra vez tengo la sensación como que espero algo o a alguien, era un sentimiento que me producía un leve dolor en mi corazón un nudo en estómago, como si tuviera un millón de mariposas revoloteando, esto me sucede casi todos los días, mientras limpiaba mi habitación, lavaba los platos o estudiaba, era como eso que sientes cuando se aproxima tu cumpleaños y esperas ansiosa los regalos o cuando sabes que vas a realizar un viaje a un lugar maravilloso y cuentas los días para que llegue la fecha; no es que fuera algo desagradable, solo inexplicable porque no me iba de vacaciones y mi cumpleaños no era hasta el 15 de noviembre. Era como tener una constante corazonada de que algo iba a ocurrirme, pero ¿qué?, no lo sé.

Tal vez era porque solo faltaba una semana para cambiar de ciudad, de casa, de amigos en fin de vida y no puedo hacerme a la idea. Parece que el tiempo estaba tan desconcertado como yo, porque no para de diluviar, cosa que a pesar del clima frío y húmedo de mi pueblo no es habitual en el mes de septiembre.

Mis padres están muy compungidos por mi partida, en especial mi madre, pese a que no estamos demasiado unidas, sentía que yo había dejado de ser su pequeña, que me enamoraría y no querría volver ni por navidad, imagino que ella esta tan asustada como yo.

Ha transcurrido como un mes de la marcha de mi mejor amigo Sebastián, lo extraño mucho más de lo que pensaba, me escribe uno o dos e-email a la semana contándome lo bien que le va en la universidad, sobre la gente que ha conocido, las clases y lo bonita que era la cuidad y por supuesto lo mucho que nos echaba de menos a todos en especial a mí, pero no sabía por cuánto tiempo se sentiría así, ahora que estábamos tan lejos no podía dejar de pensar que había cometido un grave error rechazándolo tantas veces, y que indudablemente acabaría perdiéndolo para siempre.

Como era la última semana en nuestro pueblo, Vanesa me telefoneo para que nos reuniéramos el sábado para despedirnos, quedamos en nuestra cafetería preferida "La Bella Italia" también había invitado a Estefany.

Lo más difícil de la universidad será hacer nuevas amistades, eso nunca se me ha dado bien, ni cuando era niña, por eso era un milagro tenerlas a ellas a mi lado desde hacía tanto tiempo a pesar de que las tres éramos completamente distintas.

No había parado de llover en toda la semana, y ese día, no iba a ser la excepción me desperté con una tormenta torrencial, el cielo estaba totalmente encapotado cubierto con nubes espesas de color negro, no había corriente eléctrica, como las últimas noches , por la fuerza de los truenos que no dejaban de retumbar cada vez con más potencia haciendo vibrar las ventanas y rugir el suelo a mis pies, había dormido muy poco esa noche, pero no sólo por mis misteriosos sueños, sino porque me daban pánico las tormentas, para mí era como si en el cielo hubiera una gran pelea, el presagio de algo malo.

El día transcurrió igual, con las tormentas, mi madre gimoteaba a hurtadillas e intentaba complacerme en todo, mi comida preferida, mis dulces preferidos y regalos para la universidad. Después de comer me fui a mi habitación y como estaba exhausta caí rendida toda la tarde.

Desperté sobresaltada eran casi las siete de la tarde y había quedado con las chicas a las ocho, me apresuré a ducharme, me puse mis viejos vaqueros, un suéter cuello alto de color negro, mis botas de lluvia y mi chaqueta impermeable marrón, el clima era húmedo y gélido, y hasta un poco tenebroso como salido de una película de terror, salí corriendo, literalmente.

Al fin llegué a la cafetería con unos veinte minutos de retraso, observé a las chicas durante un momento, deseaba gravarlas en mi mente, inmortalizar ese cuadro de las dos charlando y riendo animadamente. Entré y me senté junto a ellas quitándome la chaqueta empapada y quitando las gotas de agua de mi cara.

DESPUES DE MI MUERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora