CAPITULO XX

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Por fin estaba en casa y aunque seguía muy nerviosa no podía evitar estar feliz por la llegaba de mi querido Alessandro, él había encontrado en su viaje muchas cartas y un pequeño cofre de plata con una flor de lis grabada. Yo estaba segura que la cruz que había encontrado en casa de mis padres era la llave del cofre, y que dentro habría algo que nos ayudaría a entender este rompecabezas y saber a qué nos enfrentábamos y lo más importante como combatirlo.

Estaba eufórica por fin después de tres semanas podría abrazar y besar a mi amado. Estaba esperándolo en mi apartamento con una deliciosa cena romántica, con la esperanza de que los largos días separados hubieran debilitado su fuerza de voluntad y cayera rendido a mis brazos, deseaba tanto estar con él, que me sentía culpable que con todo lo que había ocurrido, la muerte de Sebastián, el infarto de la madre de Claudia y lo que aún nos faltaba por vivir, yo estuviera sucumbiendo a los deseos juveniles de mi cuerpo; pero como evitarlo, si tenía el novio más hermoso sobre la faz de la tierra, además llevaba demasiado tiempo esperando, más de una vida.

Entró dejó caer su equipaje y corrió hasta mi para fundirnos en un fuerte abrazo que dio paso a los deliciosos besos, que se fueron intensificando más y más sin darnos cuenta. Estábamos tendidos en el sofá, entrelazaba mis manos en su suave pelo y él me tenía fuertemente sujeta con su esbelto cuerpo, mi respiración estaba cada vez más acelerada al igual que mi corazón, podía sentir como él también estaba fuera de control, nos besábamos sin parar, abrí los ojos y me encontré con su mirada llena del fuego de la pasión, en ese momento solo existíamos él y yo, dos seres humanos ardiendo de amor completamente enamorados, no importaba el destino, ni la sangre, ni el bien o el mal, solo él y yo apunto de unirnos en un solo ser, tenía que aprovechar que todas sus barreras estaban debilitadas, así que comencé torpemente a soltar los botones de su camisa, él no oponía ninguna resistencia, en poco tiempo su camisa estaba en el suelo; sentir su pecho desnudo hizo que cada centímetro de mi piel vibrara, fui besando cada trocito de su suave piel, su hermoso rostro, su cuello, su pecho hasta llegar a su abdomen, mis manos temblaban cada vez más y tenía que hacer un esfuerzo para recordar respirar, era el mejor momento de mi vida, era feliz entre sus brazos, no había nada más fuerte que nosotros dos, nada podía hacernos daño, ya no podía pensar en nada solo sentir, el deseo de estar con él era tan grande que podría un terremoto destruir el mundo en ese instante y yo no me enteraría, de repente Alessandro me apartó de un empujón y caí al suelo, y no me quedó más remedio que despertar de mi sueño.

-Para Angi, por favor- su respiración era irregular, pero su voz era aunque dulce determinada - lo siento- me tendió la mano para que me sentara a su lado.

-Ales, ¿hice algo mal? - sentí vergüenza al escuchar mi voz, temblorosa por la excitación.

-No, tú nunca podrías hacer nada mal, ha sido maravilloso, me moría por besarte, pero tenemos que hacer las cosas bien, tenemos que esperar-su voz era tan serena, había recobrado por completo su auto control.

-    ¡Hacer las cosas bien! no sabemos cuánto tiempo tenemos, quizás aparezca Gabriella en este instante y me mate o Damián, así que no pienso esperar un montón de años más para estar contigo, si es que tenemos otra oportunidad, ¡te amo¡ eres mi vida, todo lo que quiero es estar contigo - estaba poniéndome histérica, me enfurruñé, y aunque traté de evitarlo con todas mis fuerzas comencé a llorar.

-Querida mía, eso no pasará, no lo permitiré, nadie te hará daño-me abrazó y me besó en la frente.

-Pero, yo estoy preparada, tengo 19 años, ya he esperado demasiado, eso sin contar que te espero desde otra vida, quiero estar contigo esta noche, no mañana- no pensaba darme por vencida, para mi desgracia, él tampoco.

-Ángela, tengo 23 años, se lo que es esperar, también he esperado bastante.

-    ¿En serio? ¿Nunca has estado con nadie? -eso me hacía sentir más deseosa, ¿cómo era posible que un chico como él, estuviera esperando tanto tiempo por mí?

-Sí, creo que te he estado esperando, la verdad estoy con Gabriella prácticamente desde niño, pero ella nunca me inspiró de la forma en la que tú lo haces, yo jamás la he deseado, aunque siempre pensé que terminaría casándome con ella, porque era el deseo de mis padres- su mirada se apagó, no pude entender por qué.

-¿Qué te ocurre?

-He tenido una fuerte discusión con mis padres, por haber roto con Gabriella, les cuesta aceptar que no me case con ella.

-Lo siento mucho- aunque no podía evitar sentirme feliz de saber que había roto con la malvada y bella Gabriella.

-Finalmente mi madre lo entendió y ha dicho que solo quiere que sea feliz, mi padre es más terco, pero terminará aceptándolo al fin y al cabo ya no estamos en el siglo XXI, me puedo casar con quien quiera.

Le amaba con locura, pero no había pensado en matrimonio en un futuro inmediato, lo único que quería era estar con él.

-Angi, me gustaría resolver esta locura antes de... ya tú sabes- me tomó de la mano y con esos hermosos ojos mirándome fijamente me dijo

-Cásate conmigo.

-¿Casarnos? ¿Ahora? -yo no quería darle una impresión equivocada, pero no pude evitarlo le solté bruscamente la mano y comencé a caminar de un lado a otra a punto de sufrir un ataque.

-Si ahora, lo más rápido posible-él ni siquiera se inmutó por mi inesperada actitud.

No podía responder, estaba convencida de que lo amaba y de que nunca amaría a nadie más, pero casarme a los diecinueve no era lo que tenía en mente; solo quería estar con mi bello novio nada de matrimonio, mi vida era una locura, nada era normal. No pude evitar pensar en Sebastián, en lo diferente que sería mi vida si él estuviera vivo y yo lo hubiera escogido a él; pero tal vez todo estaba escrito, quizás nunca había existido una segunda opción para mí.

-Ángela, no me has contestado- su mirada estaba llena de confusión.

-Te amo más que a nada en el mundo, pero no creo que sea el momento para hablar de eso- la verdad es que no sabía que responder, no me veía casada a los diecinueve.

-Si, tal vez tengas razón- su voz era comprensiva como siempre, pero en su mirada había una gran decepción.

-Quizás deberíamos separarnos mi dinero me permite irme a cualquier lugar del mundo lejos de Gabriella y Damián y también tu deberías alejarte.

-¡Alejarme de ti! Jamás, prefiero estar muerta a vivir sin ti, no puedo vivir sin ti, sin ti no hay nada, simplemente sin ti no existo, lucharemos contra ellos, tenemos una segunda oportunidad de vivir nuestro amor, no la dejaré pasar por nada-él quería alejarse de mí, quería dejarme, ¡no! Eso no era posible, no, él no podía dejarme, yo no podía alejarme de él, no podíamos separarnos. Siempre pensé que me haría mayor y me convertiría en una mujer segura, fuerte e independiente, pero ahora no podía imaginar mi vida sin Alessandro, hace apenas unos meses él no era nada, después se convirtió en un sueño, un producto de mi imaginación y ahora era toda mi vida, todo lo que amaba y deseaba, era parte de mí, una separación era inconcebible.

-No podemos separarnos, eso nos haría débiles, un blanco fácil; es lo que ellos desean

- No te preocupes querida jamás te dejaré- me abrazo fuertemente.

DESPUES DE MI MUERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora