CAPITULO XXIII

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Del miedo pasé a la exitación, la tormenta no parecía que fuera a detenerse al contrario cada vez se hacia mas fuerte, comencé a sentir mucho frió, aunque las ventanas seguían cerradas, me cubrí con una manta, pero cada vez tenia mas frío, sentía como penetraba un aire invernal en mis huesos, comenzaba a debilitarme, me sentía cansada, me era muy difícil mantener los ojos abiertos, estaba luchando con una bruma espesa y gris que se formaba en mi cabeza estaba perdiendo la conciencia, luchaba y luchaba para seguir despierta, pero no lo lograba, sentí un fuerte olor a violetas y desvanecí. No era como ninguno de mis sueños anteriores, era mas bien como una visión, podía sentir todo tan real, los olores, el tacto, las sensaciones, todo era como si lo estuviera viviendo en ese mismo instante, aunque no podía moverme, ni abrir los ojos, estaba consciente, no era un sueño, era una sensación que jamas había sentido y al fin puede rellenar los huecos. Escuché a lo lejos la puerta que se abría.

- Angi, mi cielo despierta ya estoy en casa.

-Angi, ¡despierta¡-su voz comenzaba a ser nerviosa

-¡despierta¡ ¡¡despierta¡¡- podía sentir sus sarandeos, pero no podía despertar, todo era como un sueño dentro del sueño.

Al poco tiempo escuché la voz de Claudia - Angi, despierta, despierta.

-¿cuanto tiempo lleva así?- le preguntó Claudia a Aless.

-no lo sé, yo llegué hace unos 15 minutos y la encontré así. ¿Que le pasa? Aparentemente está bien, respira, no esta herida, solo un poco fría.

-creo que está en una especie de trance, como los que yo tengo en mis visiones pero mas intenso.

-¿que hacemos?

-nada, esperar, vamos a darle unos minutos, luego volvemos a intentar traerla de vuelta.

-¿Aless no había luz?- le preguntó Claudia al ver la linterna aun sobre mis piernas.

-no sé, cuando llegué estaba la luz apagada, pero yo la encendí y estaba todo perfecto, por eso pensé que estaba dormida y había apagado la luz.

-que raro.

-Angela despierta, ¡¡despierta¡¡- los gritos desesperados de Claudia, me trajeron a la realidad.

Nada mas recuperar la razón sentí sed, caminé hasta la nevera para beber un vaso de agua, aun no podía comprender lo que me había pasado, luego me asaltaron los horribles recuerdos, tomé asiento o para ser exacto me desplomé en el sofá para comenzar a llorar desconsoladamente, me sentía como si todo lo soñado acabará de ocurrir, ni siquiera había tomado conciencia de la presencia de Aless y Claudia, simplemente no podía dejar de llorar el dolor era demasiado grande.

-Angi, mi cielo, ¿que ha pasado?- me decía Aless tomándome de la mano para intentar consolarme.

-amiga, ¿que te pasa? ¿Has tenido una visión?- ella estaba impaciente - yo seguía llorando, no podía ni mirar a Aless a la cara.

Después de unos cuantos minutos de llanto incontrolable, al fin saqué fuerzas y me calmé abracé a Aless con todas mis fuerzas, como si lo viera después de la muerte, esa era la verdad lo había recuperado de la muerte.

-Angi, ya, ya ha pasado- me susurraba al oído mientras me besaba.

-lo he visto todo, lo he soñado o recordado, todo lo que nos pasó hace mas de un siglo, fue horrible- no podía evitarlo las lagrimas volvían a bajar por mis mejillas.

-tranquila, tranquila no estas sola estamos aquí- decía Claudia mientras palmaba mi hombro tratando de tranquilizarme.

He visto cuando nos conocimos Aless, yo era la institutriz de tu hermano pequeño, le daba clases de matemática, francés, música entre otras cosas, un preciosa tarde, yo estaba tocando el piano en el salón y tú llegaste de una larga ausencia con tu uniforme militar, apenas te vi quedé prendada de ti, eras el hombre mas apuesto y elegante que había visto en mi vida, me miraste a los ojos cuando nos presentaron y sentí que en ese instante nos fundimos en uno, recuerdo exactamente las primeras palabras que me dijiste: Señorita Cantivieri, que afortunado es mi hermano por tenerla a usted cerca cada día... y me besaste la mano, me sonrojé y me enamoré de ti inmediatamente. Tú me asechabas por los rincones no desperdiciabas ninguna ocasión para hablar conmigo, algunas noches después de acostar a tu hermano Giorgio, me escabullía a la cocina o a las caballerizas y charlábamos durante horas. Yo sabía que estabas prometido con una señorita muy rica y de una familia con mucho linaje, pero no podía evitar estar tan enamorada, aunque ignoraba tus sentimientos hacia mi, pensaba que solo te divertía hablar conmigo, jamas habría podido imaginar que tú también me amabas, hasta que un día me invitaste a dar un paseo el domingo por la tarde, que tu familia estaba en una comida en casa de otros señores. Fuimos a dar un paseo por el valle, era primavera y el paisaje era precioso, habían flores amarillas, lilas, rosas y blancas nos sentamos allí, me tomaste de la mano, me miraste a los ojos y me dijiste: Señorita Cantivieri, la vida ya no tiene ningún sentido sin usted, me haría el honor de ser mi esposa. Yo me quedé mirándote, no podía creer lo que estaba oyendo, no tenía ningún sentido, no era posible que tu, el hermoso, importante, inteligente y rico joven Alessandro Bianchi, me estuviera pidiendo matrimonio, a mi una humilde institutriz, entonces me lo repetiste como si pudieras leer mi mente y saber lo confundida que estaba en ese momento y no pude cuestionarme nada mas y entre lagrimas de felicidad te dije: Si, acepto, mi vida tampoco tiene ningún sentido sin usted, le he amado en silencio desde el primer instante en que le vi. Al repetir esas palabras comencé a llorar de nuevo y Aless me abrazó fuertemente

DESPUES DE MI MUERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora