CAPITULO XXIV

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Esa noche decidimos tomarnos un descanso, Ales y yo nos fuimos a cenar fuera, tuvimos una cena maravillosa en un lindo restaurante italiano, charlamos mientras bebíamos un delicioso vino, era como si todo fuera completamente normal, una cita de dos personas enamoradas, fue hermoso, nuestra relación estaba marcada por el surrealismo desde el comienzo, esa era prácticamente nuestra primera cita. El camarero apareció con un plato con una pequeña caja dorada encima, me sorprendió cuando lo colocó frente a mí y dijo que era un obsequio de la casa, le di las gracias y una corriente fría agitó mis cabellos haciéndome sentir un fuerte escalofrió, abrí la cajita y allí estaba el anillo más lindo que había visto en mi vida, era de oro blanco con un brillante tallado redondo y rodeado por otros más pequeños, me sentí mareada y tuve que salir corriendo, el estómago me daba vueltas y sentí unas horribles nauseas, cuando regresé a la mesa Ales estaba con el rostro desencajado de la pena por mi reacción.

¿Tan desagradable te parece la idea de ser mi esposa? Me preguntó con sus hermosos ojos llenos de tristeza.

No, de ninguna manera, sabes que te amo más que a mi propia vida- le contesté con toda seguridad, aunque la idea de casarme no me hacía mucha gracia.

No entiendo que te ocurre, entonces.

Es que no creo que sea un buen momento, prácticamente esta es nuestra primera cita normal.

¿Normal? Acaso existe algo en nuestras vidas normal, nos amamos desde hace doscientos años, volvimos de la muerte para encontrarnos, nos persiguen unos demonios para darnos muerte, ¿algo de eso te parece normal?

Por eso mismo lo digo, quiero pasar mi vida a tu lado, pero me gustaría hacerlo cuando todo esto haya acabado, no quiero que en medio de nuestra boda aparezca Gabriella o Damián para matarnos.

No has pensado que tal vez si nos casamos ellos desistan y desaparezcan de nuestras vidas.

No creo que unos demonios que están en la tierra con un único propósito simplemente desaparezcan porque han perdido.

Es posible, pero solo dime que si ya acepta este anillo como símbolo de nuestro amor y compromiso y cuando todo esto termine cásate conmigo- me miró con esos azules tan profundos como el océano que no pude resistirme.

Si, acepto, te amo con locura desde siempre- nos besamos y él colocó el anillo en mi dedo y me sentí la mujer más feliz de la tierra.

Cuando llegamos a casa Alessandro estaba tan feliz como yo era una noche maravillosa, casi habíamos olvidado la pesadilla en la que vivíamos, esa noche éramos simplemente un hombre y una mujer que se amaban y deseaban estar juntos. Comenzamos a besarnos tiernamente entre caricias y mimos hasta que los besos se fueron acalorando y la temperatura comenzaba a subir, todos mis sentidos estaban puestos en su piel, le deseaba como nunca, desabotoné los botones de su camisa y él los de la mía, era delicioso tocar su pecho desnudo, sentir su piel tan cerca de la mía, sabía que él no estaba poniendo ninguna barrera estaba tan entregado a la pasión como yo, esa noche todo cambiaría, por fin sería totalmente de Alessandro, podía sentir sus ganas en cada beso en cada caricia. Ese momento idílico se rompió con el chirriante timbre del teléfono, quien podía ser el inoportuno que llamaba a las dos de la madrugada.

No contestes- apenas pude hablar jadeante por la excitación.

Es de Italia- dijo preocupado al ver el número.

No contestes- repetí ignorando lo que él acababa de decir, sabía que si rompía el momento volverían sus barreras de castidad.

Debe ser importante, Angi, nunca me llaman de Italia a estas horas.

Toda la belleza de esa noche acabaría en tan solo unos minutos, algo horrible había sucedido y toda la magia desaparecería para convertir la noche más especial de mi vida en una trágica noche.

DESPUES DE MI MUERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora