Capítulo 31

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-Gabriel...

-Isa, déjame quererte a ti y a tu bebé, aunque sea una vez.

-De verdad no, tú y yo solo podemos ser amigos.

-¿Por qué?

-Porque sí.

Gabriel en su afán de hacer que pensara en que tuviésemos algo intentó besarme.

-Gabriel para, no.

-No voy a desistir Isa, no quiero hacerlo.

-Pero Gabriel es inútil, entiende que no podemos ser nada, ni tener nada.

-Isa, antes el obstáculo era Fernando, él era la razón por la cual no estabas conmigo, pero ahora él ya no está. No estoy pidiéndote que me ames, ni un cuento de hadas, solo quiero que seas feliz.

Y por primera vez desde las veces en que Gabriel intentó que fuese más que su amiga, me había puesto a dudar.

-Lo voy a pensar.

Él sonrió e intentó besarme.

-Te dije que lo iba a pensar, no he dicho que sí.

-De acuerdo. -Suspiró- ¿puedo pasar?

-Claro.

A continuación Gabriel pasó y nos sentamos en el mueble a ver una película, aunque como mi vida se centraba básicamente en dormir, y estaba cansada de tanto llorar, me quedé dormida.

No sé por cuanto tiempo dormí, lo cierto es que cuando desperté Gabriel estaba en la cocina, y el subconsciente me traicionó;

-Fer ¿Qué ha... Perdón Gabriel, no fue mi...

Me interrumpe.

-Descuida pequeña, entiendo. Te hice un sándwich.

Esto iba a ser más difícil de lo que pensé y no sólo por el hecho de que veía a Gabriel como un amigo, sino también porque estaba completamente enamorada de Fernando y su recuerdo a pesar de todo el desastre de relación y de vida que llevábamos, estaba latente.

-Sí, gracias. -Sonreí-

Venecia otra vez estaba inquieta, pateando y pateando, como si algo no le gustara.

-Ya chiquita. -Le susurré-

Luego Gabriel intentó tocarme la panza y Venecia pateó como nunca antes me había pateado, fue muy doloroso. Grité y Gabriel se alarmó.

-¿Te pasa algo?

-No, está pateando, es normal, se debe sentir cansada o algo.

-Entonces me voy para que descanses.

No estaba cansada, y estoy segura de que lo que tenía Venecia tampoco era cansancio.

-Vale, nos vemos luego.

-Hasta luego, mis pequeñas.

Odiaba que me dijera "pequeña", el simple hecho de que me hiciera recordar a Fernando me repugnaba.

Gabriel salió y yo entré a tomar un baño, cuando comenzó a sonar de nuevo el timbre.

-¿Qué se te quedó? -le dije-

Mi rostro cambió por completo al ver de nuevo a Fernando delante de mí.

-¿Qué es lo que quieres?

-Vamos a bajarle dos a los gritos y me escuchas.

Fernando empujó la puerta y pasó sin previo aviso.

Con olor a café.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora