Necesitaba drenar toda la rabia que tenía, y no quería ni llorar, ni gritar, y menos pagarla con nadie.
Bajé al estacionamiento tomé mi moto, y di vueltas por toda la ciudad hasta que amaneció.
Al llegar a mi casa me encontré con mi abuela haciendo el desayuno.
-Mi niña, no sabía que habías salido.
-Creo que no sabes muchas cosas de mi, así como yo de ti, ¿no? -Le di un sorbo a una taza de café que estaba sobre el taburete-
-¿A que te refieres?
-Ya sé que estás enferma.
Esas palabras me retumbaron en la mente como un eco.
-¿Enferma? Pero si yo...
Le interrumpo.
-Mi tía Maria me llamó.
-Tu tía es una exagerada.
-¿Exagerada? ¿crees que el cáncer es una exageración?
-Isabel...
-Isabel nada. Arreglate que vamos a un mastólogo*.
-Yo estoy bien.
-No. No estás bien. Conoces mis temores y sabes que uno de los peores son las enfermedades terminales, ¿como pudiste ocultarme algo tan grave?
-Y porque sé cual es tu temor no quise decirte nada, en La Guaira fui al medico, y no es nada grave, sólo son células...
Le interrumpí nuevamente.
-No sé que sea, pero vamos al médico, ya dije.
-No soy una niña.
-¿Ah no? Pues te comportas como tal. No es justo que mi mamá y mi papá se mueran, mi hermano me abandone, y ahora también te enfermas tú.
Si que eran muchas tragedias en tan poco tiempo, era como si las 7 plagas de Egipto hubiesen decidido entrar en mi casa y acabar con todo a su paso.
-Tienes razón mi niña, perdón.
-No tienes por qué pedir perdón pero si tienes y debes ir al médico.
Suspiró y por fin aceptó.
~
Llamé al trabajo para decirles que iba a faltar OTRA VEZ. Y prometí trabajar horas extras para remediar mis faltas.
La cara de mi abuela al saber que nos íbamos en moto era todo un poema.
-¡¿Y yo me tengo que montar en esa vaina?!
Solté una carcajada.
-Si señora, póngase su casco.
-¡Yo nunca he andado en moto!
-Siempre hay una primera vez. -Subí los pulgares-
Mi abuela después de pensarlo aproximadamente diez minutos por fin se montó, parecíamos siamesas.
-Tita no me dejas manejar, estás apretándome.
Grité sonriendo.
-¡Es que me voy a caer!
-No te vas a caer Tita, abrazame si quieres pero no tan fuerte.
Bajó un poco la fuerza, y me era imposible contener las risas.
Llegamos a la Clínica Del Este, dónde la vería el mastólogo Andrés Quiñones, y ella estaba de mal humor.
-No sé que te costaba pagarme un taxi.
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Con olor a café.
RomantikIsabel es una estudiante, también empleada de una cafetería de Caracas. Lleva una vida relativamente normal, hasta que la misma da un giro de 360°; 180° por parte de su hermano menor Angelo, quien cambió mucho desde la ùltima vez que se vieron. Y 1...