Capítulo 1

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Son las siete de la mañana, el despertador suena, como siempre... Si no fuera por Scrop y sus letras, seguramente ni me levanto.

Dios mío me he quedado hasta las dos de la mañana escribiendo un estúpido menú para mi estúpido trabajo... La cafetería del Centro de Caracas. Mucha gente habla y habla de que los presidentes se reunían, y que la gente importante también, pero vamos, nada importante pasa allí.

Me dejo de palabrería y cinco minutos después de haber escuchado la maravillosa letra de "yo con ella"-Mi tono de alarma-, me levanto al baño.

A las ocho en punto llego a mi divertido trabajo, después de un divertido viaje en metro... Y ahí estaba mi jefe, el señor Raúl Valles, como nieto quinto del fundador de la cafetería, lo único bueno que tiene el lugar, lo único interesante, es un señor de cabello blanco, alto de piel blanca y ojos rayados, de unos setenta y tanto... Nunca le he preguntado su edad.

-Buenos días Isabel -Dice mi querido jefe-

-Buenos días señor Raúl, ¿qué tal su fin de semana?

-Más de lo mismo, ya sabes... -La esposa del señor Raúl murió hace un año y medio, poco tiempo antes de que yo empezara a trabajar ahí- La soledad es mi fiel compañera. -Me hizo recordar una letra de Scrop... ¡Ay mi amado Scrop!

-Vamos señor Raúl, su señora siempre va a acompañarlo -intentando cambiar el tema le hablo del menú- Terminé el menú, yo espero que le guste, y sobre todo que le guste a los clientes. -El ríe, aunque se nota la tristeza en su risa-

-Muchas gracias querida Isabel, tengo un regalo para ti.

El señor Raúl suele prestarme sus libros, tiene miles quizás más, estoy casi segura que es uno de ellos el regalo que me tiene.

-Aquí está... -Era un clásico, uno de mis favoritos, creo que mi favorito- Romeo y Julieta -El señor Raúl me entrega el libro sonriendo, yo simplemente no tenia palabras, era el clásico... ¡El clásico!-

-Señor Raúl... Es perfecto muchas gracias le prometo que en dos días se lo devuelvo.

-Es un regalo ¿no te dije?, eres como la hija que nunca tuve, y ya sabrás que no veo a mi hijo... A él ni siquiera le gusta leer, y mis nietos bueno... Están en ese mundo de tabletas y esas cosas...

-De verdad muchas gracias señor Raúl -Dije dándole un abrazo, cuando llega el primer cliente de la mañana y me pongo a trabajar-

Casi eran las dos y tenía clases a las tres y media, estoy camino a la parte de atrás del negocio a cambiarme cuando oigo un disparo -Lo que faltaba otro robo en menos de dos meses- Voy por el sexto semestre de Ciencias Forenses, si hay algo a lo que estoy acostumbrada es a balas, y no sólo por mi carrera, sino por el país donde vivo. Me agacho en la parte de atrás de un estante de madera y oigo pasos, en ese momento sólo pensé -Si son los ladrones le doy el reloj, porque el teléfono lo dejé en mi casa- aunque en el fondo, deseaba que fuese el señor Raúl o Cristina, mi compañera de trabajo.

-Busca la caja antes de que te vuele el cerebro -Esa voz... Esa voz... Sonaba... Familiar, todo dentro de mí tembló... Mi hermano... Era mi hermano maldita sea.-

Con toda la fuerza de voluntad que pude me levanté, y no dije ni una sola palabra... Lo vi con una mirada tan fulminante, que tan sólo imaginar que alguien me mire así, me da escalofríos.

Él apenas me ve me apunta, tenía la cara tapada y estaba todo vestido de negro.

-Quédate dónde estabas chamita que no te quiero hacer nada.

-No me da la gana. -No sé si sería la rabia, la decepción, o las ganas que tenía de agarrar esa pistola y dispararle a él.-

-Ya te dije que no te quiero hacer nada.

-Dispárame si quieres... Yo no le tengo miedo a pistolas mucho menos a MALANDROS. -La manera en que pronuncié esa última palabra me dolió más a mí que a él. ¿Cómo se le va a ocurrir robar mi lugar de trabajo? Mejor dicho ¿Cómo se le va a ocurrir meterse a ladrón?.

-Isabel, por favor agáchate como dice el muchacho -Me dice el señor Raúl, •Maldita sea Angelo ¿Por qué tú?• era lo único que pasaba por mi mente, estábamos frente a frente, con el señor Raúl en medio, y como cuando éramos niños y peleábamos por el control remoto, ni yo me rendía, menos él-

-Marico apúrate que vienen los pacos* -Dice otro chamo, primera vez en mi vida que lo veo- métele un pepazo a los dos y tráete lo que encuentres

Angelo me mira, me mira con cara de vergüenza, de decepción, suelta al señor Raúl, sale y se lleva toda la plata de la caja.

Pasan segundos que yo veo como horas después que él sale de la tienda, abrazo al señor Raúl y me echo a llorar en su hombro.

PACOS*: Llamados los policías vulgarmente en Venezuela. 

Con olor a café.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora