Castigo.|7|

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Lo observé como cual gacela estudia a su presa; minuciosamente alerta. Puede que quizás me viera un tanto-mucho- insistente, pero no planeaba arruinar mi promedio por su culpa.

Después, realmente no sé lo que sucedió, sólo recuerdo que de algún lugar saqué las agallas suficientes para estampar mi endeble puño contra uno de sus hombros, el que más me quedaba cerca.
Rápido sus músculos se tensaron, incluso con aquella gruesa chamarra de piel se podía sentir la contracción de cada uno de ellos. Su mandíbula formó una perfecta línea recta, que no fuera por estar precisamente en estas condiciones seguramente habría sido la acción responsable de más de un suspiro.

- No me vuelvas a poner un solo dedo encima ¿entendiste?- Su callosa mano rodeó mi canilla, apretándola con firmeza para apartarla de su espacio personal. Estaba furioso, lo podía apreciar por la forma en la que su pecho subía y bajaba con irregularidad, abriendo de forma brusca sus fosas nasales para volver a la normalidad después.
Pasé saliva, temerosa por cómo me tocaba, mas ignoré aquella horrenda sensación mientras apartaba bruscamente mi mano prisionera, zafándome de su tosco agarre.

- Entonces tú deberías de tenerme un poco más de respeto.- Había sonado más valiente de lo que hubiese esperado, pues en ningún momento mi voz había temblado o mucho menos.

- ¿¡Qué está sucediendo aquí?!-

Ahora éramos los protagonistas de la clase, pues cada uno estaba sobre nosotros mirándonos, especulando entre susurros. Ahí es cuando me di cuenta de lo que habíamos hecho, por lo que mis mejillas se tornaron de un rojizo color carmín, agaché la mirada y sin rastro de osadía decidí asumir mi castigo.

Estaba a punto de disculparme con la profesora, pero una gruesa voz me interrumpió.

- Verá, estábamos debatiendo sanamente: La putita de mi compañera dijo que usted debería rasurarse, pues tenía un bigote exquisito, digno de cualquier hombre que se hace respetar. A lo que yo, como buen alumno que defiende a sus profesores, la callé y le comenté que sería más conveniente que usted se oparara esa horrible nariz de cotorro.- Declaró lo suficientemente fuerte para que todos en el aula le escucharan, provocando las ensordecidas carcajadas en el salón.

- ¡Se quedarán después de clases y quiero que todo quede reluciente, ni más ni menos!- Histérica fue hacia su lugar. Golpeó la pizarra con el borrador para callar las risas burlescas e insolentes de los demás y suspiró frustrada. Seguramente mi promedio perfecto se vería muy afectado por esto. Lo odiaba. Jamás había recibido un castigo,o siquiera una llamada de atención.

El timbre sonó e inmediato las masas comenzaron a salir aún así la profesora no hubiese dado permiso.

Matt me miró con tristeza, sin embargo me aseguró que esperaría fuera de la escuela por mí.

Él siempre tan considerado.

Empecemos esto para irnos de una buena vez.- Con cuidado ajusté mi coleta, entonces me dediqué a mi efímero trabajo extra; junté aquellas bolas de papel arrugadas, bolígrafos e incluso un condón, que para mi fortuna seguía intacto.

-Deberías usarlo, buena falta te hace.

Se escuchó la voz gruesa y burlesca del rizado, quien sin mover un solo dedo seguía texteando con quién sabe quién.
Paradójicamente tenía humor a pesar de ser un resentido.

-Eh, por cierto, lo harás tú, putita.- Tomó sus cosas, tiró el trapiador y seguido de una carcajada se dispuso a salir del lugar.

-Deje de faltarle el respeto a su compañera. Usted no irá a ninguna parte. La señorita Betancourt se encargará de informarme todo lo que suceda.- Sorpresivamente pareció la profesora tras la puerta, pues al parecer había olvidado sus anteojos.- Y no se atreva a desafiarme, puedo llamarle a su madre.

Y sin más se retiró.

Otra vez solos.

Rendido ante tal amenaza-que para ser sincera me sorprendió- se dispuso a limpiar su sección; tomó un trapeador, vertió el producto con aromatizante sobre él y comenzó...o por lo menos eso intentaba.
El rizado bufaba cada dos por tres, pues en realidad no era nada bueno en cuestión de hacer la limpieza.

- Harry...tú...lo estás haciendo mal.- Murmuré con una mueca de disgusto, rogando por no reír a carcajadas ante la extraña forma en que lo hacía. Pareciera que quería darle un uso de escoba.

-No te pregunté

Arrugué los labios ante su molesta respuesta e inmediato dejé mis cosas y fue hacia él.
Tenía miedo, mucho más cuando este estuvo apunto de apartarme, sin embargo hice oídos sordos y tomé su tatuada mano con cautela, posicionando la mía sobre la opuesta.- Hazlo con suavidad, así.- Musité sin dejar de mecer el artefacto de limpieza. Izquierda derecha, derecha izquierda. Al principio estaba tenso, hasta sus nudillos se habían pintado de un color amarillento ante mi roce, pero poco a poco fue tranquilizándose, un poco más dócil.

Continuamos con todo el lugar sin siquiera recibir un rechistar de parte del rizado. Esto es para Ripley.

Volví mi rostro hacia el de él, con una enorme sonrisa en mis labios.

Error.

Sus esmeraldas me miraban minuciosamente. Con cautela estudiaba cada una de mis facciones y movimientos, pude darme cuenta porque sus ojos se habían dispersado por todo mi rostro.

Miré sus labios; estaban abiertos con sutileza, pero para mi sorpresa no era el único, pues también miraba sus gruesos labios con atención y en algún momento había imitado su acción.

Pronto este endureció el semblante. Se apartó con brusquedad, tomó sus cosas y salió con rapidez del aula.

Consternada y confundida me quedé a mitad de salón completamente sola.

¿Qué había sido eso?

Green. || EDITANDO ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora