Poema XXXVII: Cuatro rosas rojas y una blanca que corone

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Mi corazón late con toda su fuerza bombeando sangre a cada centímetro de mi ser, a esta altura por el color carmesí que tiñen mis mejillas ya lo debes saber ¿Pero dime, como evitó sentirme felíz junto a ti?

Una vez Gustavo Bécquer le dijo a una mujer que ella era nada más y nada menos que poesía, decirte eso sería un espantoso insulto, eres superior a cada arte que cualquier persona realice, solo con esa majestuosa sonrisa eres capaz de hacer a cualquiera enloquecer, y que decir de tu voz, si los angeles existen pues que habrán paso a su rey, es tan melodiosa que ni una orquesta lograría emular tan delicada y magnífica tonada, y tu piel, suave como la seda más fina que pueda ser producida y con cierto olor sutil a rosa, tus ojos son no ni zafiros ni esmeraldas son la mezcla de cada joya finamente tallada, y como me gustaría describir tu sentir, si existiera palabra alguna trataría pero mil libros podría escribir y aún así no describiria ni un ápice de como son esas magníficas emociones que en mi presentas, te amo, te amo, te amo con una locura muy cuerda, y te espero con una cercanía un tanto lejana. Oh amor mío, me gustaría regalarte un ramillete muy específico de flores, cuatro rosas rojas y una blanca que corone, cuatro rojas por tanta pasión que por ti siento pero una blanca ante todas por la pureza de mis sinceros sentimientos.

Atenta y amorosamente: MiguelSpeare
[Miguel Hernández]

Poesía: Sorpresa para el CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora