La propuesta de la directora

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Ron y Hermione lo habían mirado todo el tiempo de reojo desde que dejaron La Madriguera y Harry ya empezaba a sentirse de verdad incómodo. Ellos aún creían que iba soltarse a gritar y exigir una contestación a sus dudas en cualquier segundo, así que estaban preparados para enfrentar una inevitable discusión. Sin embargo, no contaban con que Harry Potter ya tenía otros planes en mente.

El carruaje atravesó las ostentosas verjas de hierro que señalaban los límites de los terrenos de Hogwarts y aumentó su velocidad a medida que avanzaban por el empinado camino rumbo al castillo.

Hermione releía por cuarta vez el tercer capítulo de su recién adquirido libro Criaturas Mágicas y su contribución a la Magia. Pasaba los ojos por cada línea, pero no estaba captando un ápice de lo que leía porque su mente estaba absorbida por el desconcertante silencio que reinaba dentro del carruaje. Ya pronto llegarían a las puertas y ninguno de sus amigos parecía dispuesto a hablar para, por lo menos, hacer las paces. Ella levantando la cabeza sólo un poco, le lanzó una mirada de auxilio a Ron y este, en respuesta, sólo se encogió de hombros ofuscado.

-Chicos...- comenzó Harry para quien no había pasado desapercibido nada de eso.

-No, no podemos- replicó Ron de inmediato, lo que le hizo ganador de un puntapié en el tobillo- ¡Auch! ¿Pero qué...?

-Déjalo hablar.

-Bien Hermione, pero no tenías que lastimarme.

-No fue algo grave- repuso ella dejando su libro a un lado. Ron volteó los ojos y se palpó la zona afectada.

-Tendré un cardenal para mañana...-

-¡Eres un exagerado!

-Eh... chicos, ¿me dejan hablar?- Hermione y Ron intercambiaron un par de miradas enfadadas antes de dar por terminado su pleito. Recién entonces Harry continuó- Bien, quería disculparme con ustedes.

Sus amigos lo miraron con desconfianza. Era obvio para Harry que no se lo creerían en un principio, así que insistió:

-Es en serio. Lo lamento-

-No te preocupes Harry- respondió Ron como quien no quiere la cosa- Ya estamos acostumbrados a que nos grites.

-¡Ron!

-Pero es cierto Hermione...

-Chicos...-intervino Harry otra vez mientras el carruaje iba cada vez más lento- Quería disculparme por ayer, sí. Pero también por mi actitud durante el último mes. Lo siento. No quería... Bueno, yo los... yo...

Harry no sabía cómo explicarse sin tener que entrar en muchos detalles. No quería dar lugar a una sesión de terapia al mando de Hermione, así que sólo bajo la vista y se quedó en silencio. La disculpa quedó flotando en el aire y Ron decidió zanjar la cuestión de una vez por todas:

-Nos has ignorado aposta, lo sabemos- declaro en tono grave y continuó antes de que la chica del cabello castaño lo regañe por eso-... y te estás disculpando. Lo entendemos Harry, de verdad, quédate tranquilo.

Hermione asintió con presteza y quiso añadir algo más, pero el carruaje ya se había detenido y un hombre gigantesco los llamaba a viva voz. Hagrid, con su barba más despeinada que de costumbre, se acercaba al carruaje dando grandes zancadas y antes de que los chicos pusieran los pies sobre tierra firme, él ya estaba a su lado levantándolos con un fuerte abrazo.

-¡Es tan bueno verlos!

-Hag... grid... nuestros... pulmones... aire...-balbuceo Ron con la cara roja.

-¡Oh! Lo lamento.

Hagrid los soltó de inmediato, pero la sonrisa en su rostro no se borró. Mientras subían las escaleras de piedra y atravesaban las enormes puertas de roble, él les parloteaba sobre los nuevos escregutos de cola explosiva que había adoptado la semana pasada, sobre Fang y Buckbeak, que de modo inesperado se habían vuelto los mejores amigos; y, lo que más les interesaba a los chicos, las labores de reconstrucción del castillo.

Harry Potter y el Legado MortífagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora