Reconstruir

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Después del pequeño y revelador momento en el compartimento con Ron, y antes de que Harry pudiera expresar cualquier comentario, Ginny se sintió algo debilitada y ligeros espasmos le recorrieron el cuerpo. Eso sobresaltó a Harry que de inmediato, se lanzó como un rayo sobre el minúsculo frasco de líquido rosa que había en el bolsillo del suéter de ella y se lo dio a beber hasta que no quedó nada.

Por eso, durante el resto del viaje a Hogwarts, Harry no preguntó nada acerca de lo que pasó y se dio a la tarea de que Ginny pudiera descansar sin protestar; lo cual logró por un par de horas hasta que tuvo que despertarla para que se cambiaran las ropas muggles que llevaban por las túnicas del colegio.

El chico del cabello negro bajó del tren a duras penas mientras arrastraba el baúl de Ginny con una mano y el suyo con la otra. Ella estaba esperándolo con los baúles de Hermione y Ron a sus pies, los brazos cruzados sobre el pecho y el ceño fruncido. Era obvio que no le agradaban los extremos cuidados a los que estaba siendo sometida, pero aun así, Harry estaba decidido a cuidarla y protegerla a toda costa.

-¿Has encontrado a Ron y Hermione?- preguntó él rehuyendo la mirada de reproche que Ginny le ofrecía en ese momento.

-No están por ninguna parte- respondió la pelirroja echándole un vistazo al tren- ¿Dónde pudieron haberse metido?

-¡Hey! ¡Harry! ¡Por aquí!

Neville agitaba un brazo llamándolos. Harry asintió antes de volver a observar el tren.

-Algo importante debió ocurrir en el vagón de los prefectos- declaró encogiéndose de hombros- Tal vez ellos sepan algo.

Entonces él y Ginny se unieron a Neville, Luna, Seamus y Dean para preguntarles por Ron y Hermione, pero tampoco los chicos pudieron dar razón de ellos.

Mientras iban al encuentro con los carruajes que los llevarían al castillo, Harry empezaba a preocuparse de verdad por la ausencia prolongada de sus mejores amigos.

-¡Por Merlín!- exclamó Seamus retrocediendo.

Las personas que rodeaban los demás carruajes tenían la misma expresión de asombro grabada en sus semblantes. Luna Lovegood sonrió levemente y se acercó con paso grácil hacia uno de los alados caballos de aspecto grotesco que se hallaban sujetos a las varas de los coches.

-¿Qué... cosas... son?-balbuceó Dean espantado.

-No son cosas- reprochó la chica del largo cabello rubio acariciando la cabeza de uno de los extraños seres- Se llaman Thestrals.

Ginny no pudo evitar soltar un suspiro de sorpresa.

-¿Siempre estuvieron ahí?- cuestionó mirando a Harry, él asintió- ¿Y por qué podemos verlos ahora?

-Asumo que es por la batalla...-confesó él bajando la cabeza- Sólo pueden verlos... quienes hayan tenido una experiencia cercana... con la muerte.

La pelirroja desvió la vista hacia el suelo. Harry sabía que el recuerdo de Fred cruzaba por la mente de ella en ese momento, así que rodeó sus hombros con un brazo y le dio un beso en la coronilla.

-Gracias- musitó Ginny con una triste sonrisa.

Costó un buen rato que Luna convenciera a los demás de que los Thestrals no eran criaturas a los que se les tenía que temer. Cuando al fin se animaron a subir a los carruajes y ellos empezaron su marcha hacia el colegio, un dejo de nostalgia se quedó flotando en el aire. Ahora, gran parte de los alumnos de Hogwarts podían percibir con sus sentidos a los caballos alados, y eso era posible porque habían visto a gente morir no hace muchos meses atrás.

Harry Potter y el Legado MortífagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora