Especulaciones

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Tal y como sucedía siempre, Harry Potter no pudo impedir esas sensaciones de asombro y alegría que le azotaban cada vez que se hallaba ante La Madriguera. Pareciera que hubieran pasado siglos enteros desde la última vez que estuvo ahí.

El clima estaba gélido y por eso Ron se apresuró hacia su casa tirando del baúl sin mucho cuidado. Hermione se quedó unos pasos atrás para acompañar a Harry y tratar de tranquilizar la ansiedad que emanaba de él. Iban caminando a paso lento y esquivando gallinas marrones que trastabillaban por todo el patio.

-No trataré de huir- formuló Harry con voz trémula- Deja de lanzarme esas miradas inquisitivas.

-¡No lo hago!-protestó Hermione alzando los brazos- No pienso que vayas a huir, y si lo hicieras tampoco te detendría.

-¿Entonces?

-De verdad estoy muy preocupada por ti Harry. Has pasado por tantas cosas...

-Todos lo hicimos- repuso él, desviando la vista hacia la puerta donde Ron había desaparecido.

-Pero no como tú- argumentó la chica y cambió el tono de su voz cuando se dio cuenta de que algo estaba mal en su respuesta- ¡No me malinterpretes! No estoy hablando por compasión. Sólo que desde la última vez que te vi, algo ha cambiado y no puedo descubrir qué es.

-Todo está bien Hermione.

Ella soltó un suspiro de melancolía. Era claro que no iba a sacar más palabras de Harry por hoy, así que se ordenó a si misma intentarlo otra vez mañana.

-¡Harry!-

La señora Weasley abrió la puerta y extendió los brazos para recibir en ellos al chico de ojos verdes brillantes. El abrazo fue cálido y Harry no pudo percibir ningún atisbo de reproche en él. -Eso es bueno- se dijo aunque dentro de sí sabía que eso no era suficiente para apaciguar su atormentada mente.

-Es un gusto verte de nuevo, cariño.

-Igualmente señora Weasley.

-Vengan chicos, entremos. Está helando afuera.

La mamá de Ron los apresuró hacia el recibidor y cerró la puerta tras de sí. Tenía una sonrisa en el rostro que se desdibujó cuando oyó unos ruidos extraños en la cocina.

-¡Ronald Weasley!- exclamó con el ceño fruncido y antes de salir rumbo al origen de su disgusto, se dirigió a Hermione y a Harry- La cena estará lista en un minuto. Pueden aprovechar ese tiempo para dejar tus cosas arriba, corazón.

Harry asintió con la cabeza y con gran dificultad, empezó a arrastrar su baúl peldaño por peldaño. Hermione soltó una risita y de la manga de su suéter deslizó una varita nueva.

-A veces pienso que tú y Ron fueron cortados de la misma tela- declaró divertida mientras agitaba la mano - ¡Baúl locomotor!

El baúl de Harry se elevó unos centímetros del suelo y Hermione lo guiaba con la varita mientras los dos iban subiendo las escaleras torcidas hacia la habitación de Ron. Sin planearlo, Harry se detuvo en el tercer rellano y se quedó mirando la puerta de la habitación de Ginny durante unos segundos. Sospechaba que ella estaría molesta con él por la falta de noticias y eso lo intimidaba de abrir esa puerta y saludarla; sin embargo al mismo tiempo tenía unos intensos deseos de abrazarla que no le importaba recibir un par de fieras reprimendas en el acto.

-Ahora no Harry- musitó Hermione con inquietud.

Él iba a cuestionar el por qué, pero Arthur Weasley emergió escaleras arriba e interrumpió sin querer.

-¡Muchacho! Que alegría tenerte otra vez aquí.

-Muchas gracias por la invitación señor.

-Siempre serás bienvenido en esta casa Harry- aseguró el patriarca de los Weasley con una sonrisa un tanto extraña y acomodándose apresurado, una bufanda en el cuello- Hermione, no te preocupes por el baúl. Yo lo llevaré. Dense prisa, Molly ha preparado una cena exquisita con motivo de su llegada.

Harry Potter y el Legado MortífagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora