Apariencias

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Los profesores se habían tomado muy en serio las dos semanas de vacaciones adicionales que los de séptimo habían gozado en Hogwarts. Para cuando Harry se dirigía a su primera clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, un miércoles soleado en la mañana, ya tenía dentro de su repertorio de deberes dos redacciones de metro y medio para Pociones y Herbología ("La versatilidad de las pócimas para dormir" y "Los usos frecuentes de la hiedra venenosa"), también tenía que practicar un complicadísimo hechizo que convertía armarios en osos pardos para Transformaciones y, como la cereza del pastel, nada más y nada menos que un álbum-resumen con dibujos, una idea innovadora del profesor Flitwick, de movimientos de muñeca con los encantamientos que ya habían aprendido años anteriores y que estaban enumerados en la página cinco de su libro.

Libro que por cierto, Hermione llevaba desde el lunes en la mochila y consultaba cada tanto, mientras sostenía otro al frente de sus ojos, uno gigantesco del cual Harry no quiso ni enterarse el título porque le recordaba la montaña de tarea que tenía esperándolo impaciente.

Ron y Ginny iban más atrás, conversando sobre la fecha más conveniente para iniciar con los entrenamientos de quidditch, y Harry se limitó a seguirlos con la mirada puesta en sus zapatos. Caminaba preguntándose si es que acaso tenía alguna expectativa respecto a la nueva profesora que impartiría su materia favorita, y se halló así mismo despreocupado. Al fin y al cabo lo importante eran sus notas, que lo acercarían más hacia su sueño de convertirse en auror, y no en sí la profesora que todavía le causaba un recelo inexplicable.

Los chicos llegaron al aula, muy puntuales, sin embargo encontraron la puerta cerrada y sin señales de la rubia profesora por ninguna parte más que en un pergamino adherido la pared:

"Estimados alumnos:

Los espero en el lago. Tendremos la bienvenida y nuestra primera práctica. No lleguen tarde.

                                                                                                                         Atentamente, la profesora Renard"

El no muy ligero libro que Hermione tenía en las manos, cayó estrepitosamente al suelo, haciendo un eco resonante por todo el pasillo. Ron, que no gozaba de la velocidad lectora de su amiga e iba por el "bienvenida", se sobresaltó tanto que acabó empujando a un par de alumnos de primero que corrían a su respectiva clase.

-¿Cuál es tu problema?- le cuestionó Ron con una mano en el pecho.

-¡Un práctico!- exclamó Hermione como si se tratara del ataque de un troll- ¡Tenemos un práctico y yo no repasado casi nada!

-Claro, y lo que has llevado durante las vacaciones bajo el brazo eran una familia de puercoespines- repuso el pelirrojo poniendo los ojos en blanco.

Harry se resistió para no echarse a reír. Entendía la reacción de Ron ya que, antes de volver a Hogwarts, Hermione se había devorado dos tomos sobre la asignatura que ni siquiera estaban en la lista de libros que iban a necesitar en el año. Además de otros tantos, claro.

-Podrán pelear después- intervino Ginny mirando a otros gryffindor apresurarse hacia el exterior del castillo- Se nos hará tarde.

Al salir a los terrenos del colegio, el sol les dio de lleno a los cuatro amigos. Una que otra nube patinaba perezosamente en el cielo azulado, mientras que al mismo tiempo, una delicada brisa hacía bailar al césped con un compás ligero.

La profesora los esperaba de pie a unos metros del lago. Más allá, a su derecha, se hallaba un pequeño estanque que antes no habían visto por ahí. Estaba rodeado por gruesas espinas que casi la cubrían como un domo y no dejaban acercarse demasiado.

Harry Potter y el Legado MortífagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora