La primera página

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El despertador sonó como cada mañana. Clara y Eva siempre eran las primeras en levantarse. Se vistieron, desayunaron, se cepillaron los dientes, hicieron sus respectivas camas, se peinaron y tras saludar a sus somnolientos padres salieron corriendo. Una cogió el autobús para ir a la universidad y otra corrió para llegar a tiempo al instituto. Clara corrió todo lo que pudo y llegó con un par de minutos de margen. Subió una planta y se detuvo delante de la puerta del aula de Física y Química. Se apoyó en la pared y apoyó sus manos en las rodillas para recuperar el aliento.

-¿Cómo es que siempre llegas corriendo?- preguntó Alicia.

-No lo sé.- dijo Clara.- Pero por lo menos siempre llego antes que Vero. Vive aquí al lado y siempre llega 10 minutos tarde.

El profesor llegó a los segundos. A los pocos minutos de haberse sentado Verónica irrumpió en la clase. El profesor ni la miró. Se sentó roja por la vergüenza. Se apartó el pelo negro de la cara y se acomodó las gafas de pasta negra. Un destello azul brilló en su pelo. Sacó su cuaderno y se puso a terminar el último trabajo que habían mandado. La mañana pasó volando y sin darse cuenta llegó la última hora. A Clara los días de instituto se le pasaban volando. Las últimas horas siempre era mortificantes. Ese día tocaba Educación Física. Para Clara, Verónica y Alicia era una verdadera tortura. Como estaban dando el baloncesto, el profesor dijo que ya era hora de que jugaran un partido de verdad. Fue la hora más larga de sus vidas, o eso les pareció a ellas. El profesor fue comprensivo y dio por finalizado el partido un cuarto de hora antes de que sonara el timbre. En cuanto sonó el pitido que indicaba el final del juego Clara se tumbó en el suelo. Respiraba agitadamente y apenas sentía las piernas. Tenía las rodillas y los codos pelados de todas las veces que se había caído o la habían empujado durante el partido. Cerró los ojos.

-¿Qué haces ahí tumbada?- preguntó alguien.

Clara abrió los ojos de repente.

-¿No es obvio?- preguntó a unos ojos azules. Al ver que no la entendía, añadió.- Me estoy muriendo lentamente.

El chico sacudió la cabeza.

-Venga, levántate.- dijo tendiéndole la mano.

Ella la cogió y él tiró suavemente de ella para ayudarla a incorporarse.

-Dios, me duele todo el cuerpo.- se quejó Clara.

-Venga, quejica.- dijeron los ojos azules.

Clara gruñó pero lo siguió.  Entraron en el gimnasio y recogieron sus cosas mientras sonaba la bendita campana. Las chicas corrieron para salir del edificio como si pensaran que si iban caminando no podrían salir de allí.  Acompañó a Alicia a la parada de autobús. Se despidió de ella jurando que esa misma tarde se pondría a trabajar en el diario. Hizo lo propio con Verónica unas calles más adelante. Llegó a su casa más tarde de lo normal y por eso recibió una reprimenda. Después de tomar una ducha y terminar las tareas del día se sentía derrotada. Pero el diario estaba encima de la mesa, como esperando ser abierto. Clara, muy a su pesar, se levantó de su cama y se sentó en el escritorio. Abrió el diario por la primera página y empezó a leer.

27 de agosto de 1937

Me llamo Nora Anne Williams y hoy cumplo 11 años. Este cuaderno me lo ha regalado mi tía Mary y he decidido utilizarlo como un diario. Lo empiezo hoy ya que estoy impaciente por plasmar aquí todo lo que me ocurra ¿Qué más podría contar? Vivo en un pequeño pueblo que se llama Roses. Está en Girona, Cataluña. Está al borde mismo del mar. Para mi es realmente precioso ¿Qué más podría contar? No tengo mucho más que contar. Solo que últimamente estamos pasando unos momentos bastantes difíciles. Es para mi una sorpresa tener regalos de cumpleaños. La comida no abunda y siento que algo verdaderamente malo esta pasando pero cada vez que pregunto a mis padres ellos simplemente cambian de tema. Es bastante frustrante. Pero mi madre dice que todo siempre puede mejorar. Aparte de la escasez de comida, no nos va tan mal. Mi madre y yo limpiamos la casa y cocinamos siempre mientras mi padre está en el trabajo, es pescador. El siempre consigue traernos algún atún extra para la cena. Los quiero mucho a ambos y a mi nuevo hermano. Mi madre esta embarazada y en algunos meses tendré un hermano o hermana. La verdad es que me hace mucha ilusión. Es aburrido jugar sola. Así tendría a alguien con quien hacer castillos de arena. Mientras espero me toca hacerlos sola. También me gustaría hablarte de Isabel. Ella es mi mejor amiga. Pero no puede jugar conmigo. Hace algún tiempo que se fue con sus padres y su hermana a Francia. La extraño mucho, y es que jugar al escondite sola no es tan divertido. Ójala pudiera escribirle, pero no tenemos dinero para sellos. Mientras tanto te escribiré a ti, diario. Mañana te contaré más cosas, ahora estoy muy cansada y me voy a dormir. Buenas noches.

Una vida de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora