El plan de una rubia con mechas moradas

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Ambos miraron hacia la verja. Allí estaba el chico rubio, pecoso y de ojos verdes. Los miraba curioso.

-¿Cómo nos podrías ayudar?- dijo Clara.

-Ahora vuelves a utilizar el plural...- susurró Oliver en su oído.- No puedes sobrevivir sin mi, ¿eh?

Clara se giró hacia Oliver, seguía serio pero parecía haberse calmado.

-¿Dónde están mis modales?- dijo el chico.- Soy Matthew Gable. Creo que ya has conocido a mi padre.- dijo mirando a Clara.- Buen derechazo por cierto.- dijo con una sonrisa.

-¿Nos has estado espiando?- preguntó Oliver desconfiado.

-¿Qué puedo decir?- dijo Matthew con una sonrisa pícara.- Tengo debilidad por desobedecer órdenes. Además, sentía mucha curiosidad.- dijo mirando a Clara.

Oliver sintió su sangre hervir. Se oyó a una mujer llamar a Matthew.

-Ahora no hay demasiado tiempo.- dijo Matthew apremiante.- Dame tu número y te llamaré cuándo pueda.- dijo con premura.

Clara cogió la mano de Matthew y con un bolígrafo que éste le tendía le apuntó su número de teléfono en la palma.

-Listo.- dijo Clara.- Gracias por esto, Matthew.

-No hace falta que me llames así, somos de la misma edad, llámame Matt.- dijo el rubio con una sonrisa.

-De acuerdo, Matt.- dijo Clara.

-Ya hablaremos.- dijo Matt con una sonrisa.- Hasta dentro de poco, española.

Matt corrió y se internó en la residencia. Oliver no pudo retener un gruñido. Clara lo miró confundida. Oliver solo se encogió de hombros. No le daba buena espina. Empezaron a caminar para volver a casa. Totalmente en silencio, Oliver buscaba algo para romper el silencio. No pensaba disculparse, no había hecho nada malo. Pero tampoco quería estar enfadado con Clara, odiaba estarlo. De camino a su casa se paró en una tienda de batidos y compró dos. Uno de chocolate y otro de vainilla. Clara intentó contener una sonrisa mordiéndose el labio inferior. Tregua con sabor a chocolate y vainilla.

Antes de llegar a la casa de Notting Hill ya volvían a ser como antes. Parecía imposible que estuvieran enfadados más de unos minutos. Nada más entrar, el olor del almuerzo que estaba preparando April Farraday los empujó al salón. Oliver y Clara fueron relatando su ficticia visita por Londres mientras comían. Lydia los miraba de forma suspicaz desde un extremo de la mesa. Su intuición le decía que esos dos habían estado en la dirección misteriosa que consiguieron el día anterior. Oliver y Clara se excusaron asegurando estar muy cansados y subieron a la segunda planta. Lydia, ansiosa por saber todo lo ocurrido, termino de comer a toda velocidad. Subió las escaleras corriendo y abrió la puerta de su cuarto. Se extrañó al no encontrarlos allí. Entonces, se dirigió a la habitación de Oliver. Ambos estaban allí. Oliver estaba medio tumbado en su cama, con su torso sobresaliendo de ella. Clara estaba sentada en el suelo, apoyada en la cama. Oliver sonreía divertido y Clara parecía molesta. Lydia no pudo evitar sonreír, podría utilizarlo en su favor... Ambos jóvenes miraron a la puerta y se encontraron a Lydia allí.

Clara hizo una mueca. No le apetecía relatarle toda su mañana a Lydia...

-¿Haces los honores, milady?- preguntó Oliver.

-Te cedo el honor, Oli.- dijo Clara cerrando los ojos.

Oliver sonrió y comenzó a contarle a Lydia todo sobre sus peripecias. Cuando acabó, Lydia estaba atónita. Había tantas cosas surrealistas en su relato que Lydia cuestionaba su veracidad.

Una vida de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora