730 días

185 28 2
                                    

2 años después


Alicia

Miraba su maleta a medio hacer. Había ropa desperdigada por la cama y el escritorio. Sacudió la cabeza y empezó a rebuscar entre la ropa en busca de su cámara. Una blusa blanca cayó al suelo, seguida de unos pantalones vaqueros, un gorro de lana negro, un cinturón de cuero y una camiseta amarilla antes de encontrar la ansiada cámara. La puso en el escritorio y siguió mirando la maleta a medio hacer. Se revolvió el pelo y se sentó en su silla. Siguió mirando la maleta como pensando que así se haría sola. Suspiró. En apenas unas cuántas horas se iría y ni siquiera había terminado de elegir la ropa que se llevaría. Cogió su cámara y la balanceó. Al encenderla vio decenas de fotos de una rubia, una morena y una pelinegra en diferentes lugares y situaciones. En todas estaban sonrientes. La chica las miró con nostalgia. Las siguió pasando. Se detuvo en una en la que salían tres chicas sonrientes. Ella estaba en medio, sonriendo abiertamente. A su lado estaba la pelinegra, haciendo una mueca mientras se ponía bizca. A su otro lado estaba la morena, con helado en la punta de la nariz y una sonrisa sincera. Dejó la cámara y volvió a mirar su maleta. La ropa seguía tal y como la había dejado y ella sabía que en algún momento tendría que levantarse y recogerla. Volvió a mirar la pantalla de su cámara. Parecía que fue hace siglos cuando hicieron esa foto pero, en realidad, fue hace tan solo 2 años. Empezó a sentir nostalgia y decidió levantarse. Recogió la ropa del suelo y empezó a doblarla y a guardarla. Tras una hora, después de tener que sentarse en la maleta para poder cerrarla, se volvió a sentar en su silla para contemplar la maleta rosa. Miró de nuevo a su cámara. La cogió. Su dedo bailaba sobre el botón. Sacudió la cabeza. Ya no las volvería a ver, ¿de qué serviría guardar recuerdos que la dañasen? Su dedo seguía bailando sobre el botón plateado. Sus ojos enrojecieron. ''¿Quiere borrar los objetos seleccionados?''. Sacudió de nuevo la cabeza y se decidió. Su dedo impactó contra el pequeño trozo de plástico. Un mensaje apareció en la pequeña pantalla de su preciada cámara. ''Todas las fotos borradas''. Abrió de nuevo la maleta y la metió dentro. Miró su cuarto. Las estanterías estaban vacías, los cuadros estaban amontonados en cajas y las fotos estaban guardadas. Dejar el Bachillerato era una de las cosas más duras que había hecho en toda su vida. Y es que estudiar nunca fue para ella. Para ella fue casi un milagro que consiguiera un pequeño trabajo en Almería. Menos mal que sus padres tenían amigos en todas partes. Lo único malo era su ''alojamiento''. Vieron un anuncio que una chica puso buscando compañera de piso y no dudaron en ir a ver el apartamento. Era bastante pequeño y eso si sólo fuera para una persona. Pero no podía quejarse, siempre sería mejor que el instituto. Pero algo peor que el instituto fue obtener el consentimiento de sus padres. Ellos se resistieron muchísimo a que abandonara los estudios tan temprano pero tras las malas notas que llevaba sacando desde que empezó el Bachillerato, cedieron a regañadientes. Alicia bajó la maleta de su cama y se tumbó en ella. Cerró los ojos pero su mente estaba más despierta que nunca. Al día siguiente se iría de Granada. Eso la alegraba y la entristecía a la vez. Todavía no lograba entender como eso era posible. Se alegraba de irse, de poder explorar y conocer personas. Pero a la vez la entristecía tener que dejar todo lo que conocía atrás. Aún con los ojos cerrados intentó alejar de su mente todos los pensamientos negativos. Sabía que no sería fácil, que tendría que trabajar muy duro pero sería más fácil afrontarlo con una sonrisa. Y así, entre dudas, Alicia se durmió. No soñó y si lo hizo Alicia no lo recuerda. Al día siguiente se montó en el coche en Granada y se bajó en Almería con la sensación de que todo su mundo estaba a punto de ponerse patas arriba.


Verónica

Iba de un lado para otro. Metía y sacaba ropa de la maleta a la velocidad de la luz. Tan pronto como guardaba una falda, sacaba un pantalón. Parecía que nunca terminaría de hacer la maleta. Ninguna camiseta le parecía lo suficientemente estilosa y ningún pantalón le agradaba lo suficiente. Ella sabía que las apariencias lo eran todo en sus estudios. Y en un viaje tan importante... No quería dejar nada el azar. Miró su ropa. Había escogido sus mejores vestidos, pero también había cogido unas zapatillas de deporte. No quería pasarse respecto a su ropa, ir elegante estaba bien pero ir a correr vestida de Prada no iba con ella y no era lo adecuado. Siguió mirando su mejor vestido. Le habría gustado tener algo mejor para poder impresionar a sus profesores y a todas las personas importantes que conocería. Ella no había parado de fantasear acerca del viaje. Recorrer las calles de una de las ciudades más deseadas del mundo, disfrutar de su famosa cocina,... Ella lo veía como un cuento de hadas. Incluso se había imaginado como sería conocer a su ídolo. Mientras terminaba de doblar la ropa soñaba despierta. Iba a cerrar la maleta cuando se dio cuenta de que se le había olvidado meter el bloc de dibujo. Le entró el pánico y empezó a buscarlo por todas partes. Al no encontrarlo se puso histérica. Al final lo encontró. Lo guardó con mimo entre su ropa junto con varios lápices y sacapuntas. Miró todos los dibujos que tenía esparcidos por su habitación. Y es que estaban en todas partes, en el escritorio, entre los libros, en su corcho... Sus padres bromeaban diciendo que había aprendido a dibujar antes que a caminar. Y de pequeña incluso se lo creyó. No pasa un día en el que no dibuje. Pero empezó a diseñar hace relativamente poco. Y desde que empezó no pudo parar. Tuvo muy claro que estudiaría Bellas Artes. Adoraba todas sus clases. Lo único que le desagradaba era la competitividad entre alumnos. Ser el mejor era muy difícil. Y todo empezaba por la ropa que llevaban a clase. El primer día se llevó una gran impresión. A partir de entonces fue más cuidadosa. Y este viaje a París, la ciudad de la moda, era un verdadero reto. Conocerían a diseñadores y aprenderían mucho de todos ellos. Verónica estaba increíblemente emocionada y aterrada. Estaba emocionada por salir por primera vez de España y nada menos que para ir a París. Lo único que la preocupaba en verdad era conocer a diseñadores de verdad ¿Y si no la veían como una diseñadora? ¿Y si no la tomaban en serio? Pero no debía preocuparse. Iría a una de las mejores ciudades del mundo, pensó. Entonces recordó que eso mismo le había dicho Clara años atrás. Intentó apartar a la morena de sus pensamientos pero al pensar en Clara pensó en Alicia. Volvió la vista al corcho ,y tras apartar un par de bocetos, un montón de recuerdos le vinieron de golpe a la mente. Fiestas de pijamas, charlas por teléfono que duraban horas, almuerzos después del instituto... La foto que estaba mirando era, sin lugar a dudas, su favorita del millón que se habían hecho. Clara estaba en el medio, tenía la nariz manchada de algo de colores. Verónica rió. Clara siempre tenía la nariz sucia. Nunca se explicó como era eso posible. A su derecha estaba ella, sonriendo de manera exagerada haciendo que pareciera una mueca grotesca. Y al otro lado de Clara estaba Alicia. Siempre salía genial en todas las fotografías a diferencia de ella y Clara. Quitó la foto del corcho y la sostuvo entre sus dedos. La hizo bailar preguntándose que hacer con ella. La aplastó y la tiró a la papelera. Sus caminos se separaron, era inútil conservar esa foto. Revisó su cuarto, en un intento para aparentar que tirar la foto no le había afectado. Al ver que no se había olvidado de nada, quitó la maleta de su cama y se tumbó. Pensó en si había hecho bien en tirar la fotografía para acto seguido dormirse. Y la respuesta la encontró al día siguiente, mientras deshacía su maleta en la residencia parisina, en forma de una foto arrugada.

Una vida de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora