El alma de Nora

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Clara miraba constantemente su teléfono. No quería acabar en el lado contrario de la ciudad. Llegó a la calle Obsidian y empezó a buscar el número 12. No tuvo que buscar mucho pues Matt estaba en la puerta de su casa. Era un chico bastante llamativo, destacaba sin ni siquiera pronunciar una palabra. Clara no podía evitar compararlo en su mente con un loro de colores chillones . Clara se acercó a Matt. Este al tenerla al lado, cogió su mano delicadamente y se la besó. Clara se sonrojó salvajemente. Matt sonrió y la condujo al interior de su casa.

-Tenemos que darnos prisa.- dijo Matt sin soltar la mano de Clara y recorriendo su casa a toda velocidad.

Clara apenas pudo observar la casa, iban demasiado rápido para ver algo más que un borrón de colores.

-¿Dónde están tus padres?- preguntó Clara.

-Han ido a ver a mi abuela.- dijo Matt deteniéndose ante lo que parecía la puerta del desván.- Los han llamado de la residencia, algo ha debido de pasar pero no me han contado nada.-miró atentamente la puerta totalmente cerrada.- Por eso hay que darse prisa, no sé cuando podrían volver a casa.

Clara esperaba que nada grave le sucediera a Nora. Estaba muy preocupada por ella. También podría tratarse de un percance sin mayor importancia... Clara intentaba autoconvencerse de eso. Matt sacó una llave de su pantalón y la metió en la cerradura. Abrió la puerta, mostrando unas escaleras de madera. Matt sonrió.

-Algo me dice que no te está permitido entrar aquí.- dijo Clara con una sonrisa ladeada.

-Ya te dije que tengo debilidad por desobedecer órdenes.- dijo Matt guiñándole un ojo.

Matt le hizo un gesto para que pasara primero. Clara asintió y se internó en el desván de los Gable. Era un vagabundo despeinado. Todo sucio y desordenado. Tenía grandes historias escondidas entre los pliegues de su inmunda ropa, solo había que escarbar un poco. El vagabundo les abrió sus puertas y les invitó a hacer todas las preguntas que quisieran, las contestaría gustoso.

-Guau.- exclamó Matt.- ¡Qué cantidad de basura!

-Yo prefiero pensar que son tesoros escondidos.- dijo Clara forzando una sonrisa.

Matt se encogió de hombros. Empezaron a rebuscar entre todos los objetos que había allí. Clara era optimista, encontraría algo. Matt salió de la nada, apuntándola con la linterna. Se quedó quieto.

- Te ha besado un vampiro.- dijo acercándose más.- No me había dado cuenta antes.

Clara lo miró confusa.

-Aquí.- dijo Matt acariciando su mejilla.- Justo aquí.

Clara recordó el lunar rojo que tenía en esa mejilla.

-Mi abuela me decía de pequeño que esos minúsculos lunares rojos aparecían cuando un vampiro te besaba.- continuó Matt.- Los vampiros, como todo el mundo sabe, entran en nuestras habitaciones para mordernos. Pero existen unos pocos que son incapaces de morder a un alma en especial. Dicen que incluso se enamoran de esa alma. Antes de abandonar la habitación les dan un beso de despedida. En el lugar en el que sus labios se posan, es dónde aparece un lunar de sangre.- dijo Matt acercando su rostro al de Clara.- Nora me contó esa historia cuando me salió este lunar.- dijo señalando su ceja derecha dónde había un pequeño lunar rojo.

Clara sonrió.

-A Nora le encantaba inventar historias.- dijo Matt nostálgico.- De pequeño adoraba ir a visitarla para que me relatara todo tipo de cuentos.- dijo borrando su sonrisa.- Pero los cuentos, sólo son cuentos. Historias inventadas para que los niños piensen que todo acaba bien, que el malvado siempre es derrotado. Mentiras para ingenuos.

Una vida de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora