Otro pedazo de Nora

146 25 3
                                    

Estaba aterrorizada. No podía mover su cuerpo ni un solo milímetro por más que su cerebro le estuviera gritando a pleno pulmón que tenía que escapar, correr y no mirar atrás. El miedo controlaba cada exhalación. No podría ni respirar si no fuera porque sus pulmones rogaban piedad a su cerebro. Tenía sus sospechas pero nunca esperó que se confirmaran... Sin embargo, ante ella estaba la prueba que confirmaba e incrementaba todos sus temores... Después de lo que parecieron horas Clara se movió. Como una autómata, agarró los barrotes de la verja y empezó a escalarla. Llegó a lo alto y saltó al otro lado. Aterrizó a duras penas sobre el césped.

Miró a la mansión que estaba hecha de pergamino raído

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Miró a la mansión que estaba hecha de pergamino raído. La fachada se arrugaba y tenía varios agujeros. Tenía el presentimiento de que con solo respirar se vendría abajo levantando una ola de polvo y llevándose consigo algunas polillas. Temblaba de pies a cabeza y con la sensación de estar hueca se encaminó hacia aquel libro antiguo. Mientras caminaba a la casa de papel con pies de plomo, él la miraba desde la verja.

Tras, lo que bajo las estrellas parecieron horas, Clara llegó a la puerta de la mansión de papel. Tragó saliva y subió la escalinata que la llevaba a la puerta principal. Cerró los ojos y empujó la puerta que pareció deshacerse entre sus dedos.

Olía a madera podrida y hasta el aire crujía a su paso. Clara encendió la linterna iluminando lo que era el reflejo de lo que antes había sido una bellísima entrada. Se movió por la casa de puntillas rezando para que ninguna tabla de madera cediera. Encontró la escalera y subió lo más rápido que pudo. Ante ella se encontraban varias puertas, una de ellas fue la habitación de Nora. Abrió la primera puerta a la izquierda. Debió de ser la habitación de los señores Williams, pensó Clara al ver la cama de matrimonio. La siguiente puerta debía de ser el cuarto de los primos de Nora, dado que había muchas camas andrajosas y juguetes rotos. La tercera puerta hizo que Clara exclamara de felicidad.

Era la vieja biblioteca del señor Williams. Parecía que era la habitación que se había conservado mejor de toda la casa. Recordaba la descripción detallada que hizo Nora de la biblioteca y pensó que las palabras no le hacían justicia. Los libros no se conservaban bien, abrió uno y todas las páginas cayeron al suelo. Entonces recordó que Nora había encontrado una pequeña caja fuerte con los libros más preciados de su tío. Tanteó el suelo de la sala y entró. Sentía como si caminase sobre gelatina. Empezó a tocar las estanterías en busca del pomo que abría una pequeña trampilla llena de los tesoros encuadernados de Harry Williams. Estuvo buscando por muchas estanterías, siempre de puntillas y pegada a las estanterías. Había gastado tanto tiempo que estaba empezando a pensar en volver otro día y seguir buscando la habitación de Nora. Entonces su sonrisa iluminó la habitación al sentir un pomo detrás de algunos libros. Los apartó, sin mucho cuidado, y observó el tesoro mejor guardado del siglo pasado. Puede que estuviera exagerando, que solo fueran unos cuantos libros antiguos bien conservados sin nada de especial, pero para Clara parecían ser mucho más que eso. Cogió los cuatro libros que había en la pequeña trampilla. Uno era un libro de Harry Williams, el segundo un cuaderno manuscrito del mismo Harry Williams, el tercero, era solo una tapa raída con algunos rastros de hojas y el cuarto... ¡El último era un cuaderno manuscrito de Nora! Reconocía la tipografía gracias a haber releído su diario sin descanso. Clara abrazó el cuaderno de Nora y saltó y gritó de alegría. Tal vez allí estuviera el paradero de Nora, tal vez por fin podría encontrarla. Un sonoro crujido llamó su atención, las tablas sobre las que había saltado se estaban rompiendo. Metió los tres libros en su mochila y corrió fuera de la biblioteca de Harry Williams. Desde la puerta observó como las tablas desaparecían en la negrura y suspiró de alivio. Clara se regañó mentalmente, no podía ser tan despistada y tener más cuidado, no debía olvidar que tenía que volver de una pieza a Granada. Inspiró el aire podrido y enfiló a la cuarta y última puerta.

Una vida de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora