Una ''esmeralda'' de gran ayuda

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Clara estaba tan ansiosa por que llegara el sábado que los relojes se cansaron de sus súplicas y movieron las agujas un poco más rápido de lo normal para no tener que soportar la insistencia de Clara. Así, el 24 de noviembre, que podría parecer un día normal para cualquier otro, hizo que Clara se levantara con una sonrisa de oreja a oreja. Eran cerca de las siete de la mañana, demasiado temprano incluso para su viaje, pero Clara no podía mantenerse por más tiempo dormida. Se vistió en silencio pues no quería despertar a Lydia antes de tiempo. Cogió la mochila que había preparado la noche anterior y se bajó a desayunar. Se preparó un copioso desayuno. Apenas podía creer que habían hallado una pista tan importante sobre Nora. No le desanimaba la idea de que posiblemente en el historial del internado de Nora no hubiera nada importante, estaba segura de que alguien en el pueblo podría darles una pequeña indicación...

Los relojes volvieron a hacer de las suyas. En un parpadeo eran las diez de la mañana y estaban montándose en el viejo coche de Arthur Farrady poniendo rumbo a Folkestone. Oliver conducía, Clara iba de copiloto y Louise y Lydia dormían en el asiento trasero. Clara se puso sus cascos y se perdió en el paisaje. Las dos horas de viaje las recordaría más adelante como un borrón de colores.

Nada más llegar Louise y Lydia insistieron en ir a comer algo. Pararon en un restaurante cercano y estuvieron un rato. Después de la comida Louise quería hacer turismo y ver las tiendas del barrio costero. Lydia les guiñó un ojo a Clara y Oliver. Lydia sabía que irían a seguir alguna extraña pista y necesitaba que encontraran lo que hubieran venido a buscar por ella. Propuso a Louise que fueran las dos juntas de compras para distraerla mientras Oliver y Clara investigaban. Louise ni siquiera se extrañó. Ambas se dirigieron al puerto mientras Oliver y Clara buscaban Clock Street.

No les supuso mucha dificultad encontrar la susodicha calle y apenas tardaron unos segundos más en encontrar el internado. Ambos estaban frente a la puerta. Era un castillo.

Hecho de piedra robusta y fría, la estricta institución los miraba por encima de sus ventanas impecables con barrotes de hierro

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Hecho de piedra robusta y fría, la estricta institución los miraba por encima de sus ventanas impecables con barrotes de hierro. Una mirada reprobatoria parecía caer sobre ellos, como si el edificio supiera lo que iban a hacer y lo desaprobara. El silencio de la estricta funcionaria no les invitaba a entrar. Clara respiró hondo y entró por la titánica puerta de madera.

Sus pasos resonaban en el mármol del suelo. En un funeral habría más alboroto que allí. Se pararon en un gigantesco rellano que daba pie a la más imponente escalera de caracol. Clara se quedó extasiada mirando a su alrededor ¿Nora había vivido en un lugar tan espectacular? Dio un par de vueltas sobre sí misma.

-¿Necesitan algo?- dijo alguien desde el principio de la escalera.

Clara se sobresaltó ¡Habría jurado haber oído al edificio hablar! La misma voz autoritaria e intimidante que la que habría esperado de ese internado. Vio a una señora de avanzada edad con un traje impecable. Oliver compuso una gran y blanca sonrisa y la atrajo hacia sí. Clara puso cara de pocos amigos ¿Qué se suponía que hacía ese chico?

Una vida de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora